Kepa Aulestia-El Correo
La presunción dominante en la observación de la política es que sus actores tienen siempre sus objetivos claros; que cuando sugieren la eventualidad de un pacto es que ya está hecho. Pura mitología. El ejercicio de la política se basa en justificar cada día lo hecho la víspera. Hasta que, llegado el momento, se procede a una rectificación que nunca se presenta como tal, y a otra cosa. Las consultas ‘urbi et orbi’ anunciadas por Pedro Sánchez tras ser propuesto por el Rey como candidato a la investidura permiten suponer una de dos: o que los socialistas ya tienen atado el acuerdo con ERC y lo pretenden adornar, o que no están nada seguros de lo que puede ocurrir e intentan ocupar el tiempo a la espera de que suene alguna campana.
En cualquiera de los casos, la pregunta es ineludible. ¿Qué podría ofrecer Sánchez a Junqueras, Aragonès y Rufián que les satisfaga? En otras palabras, ¿qué podría satisfacer a éstos que el candidato a la presidencia esté en condiciones de asegurarles? Todas las posibles respuestas cargan sobre ERC, porque tendría que desdecirse muy a fondo a cambio de algo etéreo. Como un marco de encuentro bilateral entre el Gobierno central y el de la Generalitat. Por mucho que semejante concesión enerve los ánimos de ‘los más constitucionalistas’, interpelaría sobre todo a los independentistas. Porque no hay correspondencia alguna entre los términos por los que supuestamente discurre el diálogo entre PSOE y ERC con el mandato del 1-O, la declaración unilateral que el Supremo entendió naif y la Fiscalía sigue considerando grave, las condenas sobre los políticos presos, y las protestas que derivaron en actos de violencia callejera.
Pero si finalmente ERC se abstiene en la investidura, no serán los independentistas que se consideren traicionados quienes se muestren más severos ante semejante cambio de actitud, sino el resto de los ciudadanos de Cataluña y de fuera de Cataluña, indignados porque el secesionismo de viejo cuño lo tensionara todo para acabar en eso. Con un pacto que intercambiaría la presidencia del Gobierno central para Sánchez por la de la Generalitat para Aragonès tras las próximas autonómicas.
Si ERC dejase atrás la comunión independentista para encabezar un tripartito con los ‘comunes’ y el PSC, la alegría ante tan drástica rectificación se quedaría en nada frente a la indignación general por haber jugado con fuego para conseguir lo que tenían a mano ya antes de septiembre y octubre de 2017. Claro que el extremismo es reversible. Sin ir más lejos, ETA dejó de matar sin que cambiaran un ápice las causas por las que decía hacerlo.