JUAN CARLOS GIRAUTA-ABC
- A mí no me dará un diploma Sánchez porque él vive en la estupidez de que la ideología se hereda
La operación política etiquetada como Memoria Democrática ni es democrática ni es memoria, y mucho menos es historia. Es un arma para el presente, una que lesiona los derechos de los discrepantes, que impone interpretaciones oficiales y simples para etapas complejas y poliédricas. Lejos de buscar una reconciliación –que ya se había conseguido antes del siniestro Zapatero– persigue abrir una grieta larga y profunda en la sociedad española. La nueva izquierda se alimenta de cuentos en blanco y negro y de sentimentalismo. Bajo la etiqueta hay varias cosas. Mira allí: una ley que cercena la libertad de expresión, amén de condicionar la investigación, la docencia y las publicaciones históricas. Mira allá: Sánchez el autócrata, el sujeto que gobierna contra media España, presidiendo un «día del recuerdo» a las víctimas del golpe militar, la guerra y la dictadura. La ley de la memoria inducida fue el centro del acto. Allí glosó Sánchez sin sonrojo la importancia de «crear un relato compartido». Ojo: crear; relato; compartido. Lo primero lo dice todo. Lo segundo lo confirma. Lo tercero movería a escándalo si no estuviéramos ante un mentiroso patológico: nada menos compartido que la memoria hemipléjica y guerracivilista que practica la nueva izquierda, analfabeta y malintencionada.
Hay muchas maneras de demostrar que la operación política etiquetada como Memoria Democrática es un fraude, que solo persigue utilizar categorías sangrientas del pasado para manchar a sus adversarios políticos presentes. Lo cual tiene miga, dado que los únicos sujetos políticos que sobreviven con la misma identidad de entonces son PSOE, PCE y ERC. La derecha actual nace en 1989 y 2014, respectivamente. Otro día repasaremos algunas de las hazañas de esos tres componentes del sanchismo, los que tienen continuidad histórica formal. Hoy no podemos porque debo centrarme en un tema muy serio. Y personal. Una demostración de que en el discurso de Sánchez no hay verdad sino pura institucionalización de la propaganda. Voy: el autócrata entregó diplomas a veinte familiares de víctimas del franquismo. Pues bien, yo soy familiar de víctimas del franquismo y Sánchez nunca me entregaría un diploma porque esto no va del pasado sino del presente.
En la posguerra barcelonesa, a mis padres les unió el dolor compartido de haber perdido cada uno a un hermano. A Jaume, hermano de mi madre, lo mataron con quince años los moros de Franco cerca del lago de Banyoles. A Humberto, hermano de mi padre, lo atropelló un autobús mientras vendía diarios (los tres hermanos varones lo hacían) para sostener a la familia, puesto que su padre, mi abuelo, jurídico de la Armada, estaba encerrado en el Castillo de Montjuic por rojo. El abuelo salvó la vida, pero nunca le dejarían ejercer como abogado. A mí no me dará un diploma Sánchez porque él vive en la estupidez de que la ideología se hereda.