Alberto Ayala-El Correo

Hablar de defensa, de seguridad, de fuerzas armadas nunca ha resultado demasiado popular en este país, menos aún en Euskadi. Los más renuentes, las izquierdas. Desde la muerte de Franco, España ha dado un espectacular salto adelante. ‘Culpable’: la Unión Europea. Un club en el que sólo se nos admitió tras pagar el peaje de la OTAN. La UCD nos metió en la alianza, en la que nos mantuvimos porque Felipe González llevó al PSOE del ‘no de entrada’ al sí en un referéndum en el que se jugó su futuro, que ganó.

La OTAN ha significado muchas cosas, buenas y muy malas. Pero lo indiscutible es que Estados Unidos ha costeado el grueso de las facturas, lo que nos ha permitido a los europeos construir ese Estado del bienestar sin parangón en el mundo. La irrupción de Trump destrozando el orden internacional ha reabierto muchos frentes, incluido el de la seguridad. Europa se ha quedado de la noche a la mañana sin la certeza de si seguirá contando con el paraguas protector norteamericano frente a Putin. Nada extraño que, visto lo ocurrido en Ucrania, la UE se haya puesto manos a la obra para diseñar una estrategia de defensa y seguridad propias. Y eso se llama dinero.

La presidenta Von der Leyen ha puesto una cifra sobre el tapete: los estados miembros de la UE deberán invertir 800.000 millones para el rearme. Por ahora, sólo 150.000 serán préstamos comunitarios. El resto deberá salir de las arcas de cada país, que podrá saltarse los límites de deuda. Populares y socialistas, así como verdes y liberales, han bendecido el plan en Bruselas. No así Vox y sus Patriotas de ultraderecha pro Trump, ni la izquierda de la izquierda, desde Podemos, a ERC o EH Bildu.

El asunto ha pillado a España con el menor gasto porcentual en defensa de Europa en términos de PIB. Toca abrir la cartera. A qué ritmo y de dónde va a salir el dinero es algo que Sánchez sigue sin concretar. El presidente citó ayer en La Moncloa a todos los grupos, con excepción de su aliado Sumar, con el que se vio el martes, y de Vox. Sin distinciones, media hora más o menos larga para cada uno. Un completo despropósito tratar al PP como a Coalición Canaria. Resultado: enésima escenificación de enfado de Feijóo, y ninguna perspectiva de apoyo entre los socios de investidura, con la excepción de un PNV siempre proatlantista.

¿Cuál va a ser la letra pequeña del proyecto? ¿Lo aprobará el Gobierno Sánchez sin pasar por el Parlamento tirando del fondo de contingencia? Lo primero, no lo sabemos. Lo segundo parece cada vez más claro que así será, por indeseable que resulte.

Sánchez sabe que si sigue en el poder, a base de cesiones lógicas e impresentables, es gracias a su agenda social. Pues bien, tras la ronda, el presidente prometió que el incremento de los gastos en seguridad y defensa no conllevará recortes sociales, como le han sugerido que haga el secretario general de la OTAN, el holandés Rutte, o el primer ministro de Finlandia. Está por ver que lo logre. La intensa jornada deparó otro dato muy relevante. Entre quienes desfilaron por Moncloa, por primera vez, la izquierda abertzale. El PSOE da así el penúltimo paso en el blanqueamiento de quienes jalearon durante décadas a ETA. ¿El siguiente será por aquí arriba?