Jon Juaristi-ABC
- A lo peor todo esto que está pasando estaba ya escrito, como en el fondo hemos pensado siempre los españoles
Según parece, Boris Johnson está dispuesto a rescatar a Latifa, hija del emir de Dubai, de las garras de este último, que la tiene secuestrada en un retrete, como Basilio a Segismundo.
Y es que el derrumbe de los precios del petróleo, a causa de la pandemia, ha conseguido que el mundo en general les pierda el respeto a los países árabes y a sus casas reinantes. A buenas horas iba a haberse puesto farruco hace año y medio el buen Boris con Mohammed Ibn Rashid al Maktum, que así se llama el emir de marras. Con un nombre casi tan agotador como el del personaje de Antonio Banderas en ‘El guerrero número 13’.
En fin, puede que el caballeroso británico se lo piense despacito y se la envaine como Ivanhoe. Su propio ministro de Exteriores augura que lo va a tener complicado. Pero el hecho de que el precio del barril ande ya en números rojos va teniendo curiosas consecuencias geopolíticas. Por ejemplo, Arabia Saudí ha empezado a reconvertir su estructura hotelera, reservada hasta ahora en su casi totalidad a peregrinos del ‘hajj’, para promoverse como destino turístico interconfesional. Esta y otras cosas por el estilo cuenta Gilles Kepel en ‘Le Prophète et la Pandémie’ (Gallimard, enero de 2021), cuya lectura recomiendo.
A lo peor todo esto ya estaba escrito, como siempre lo hemos pensado en el fondo los españoles desde nuestro cristianismo islamizado, contrapunto de aquel islam cristianizado de Ibn Arabí de Murcia que estudió el ínclito don Miguel Asín Palacios. Al menos, eso se infiere del uso exhaustivo de la muletilla ‘como no podía ser de otra manera’, que no se nos cae de la boca, sobre todo a periodistas, políticos y presentadores profesionales.
Hasta yo mismo empiezo a creerlo así. Cuando la mayoría de mis amigos publica un manifiesto pidiendo a Sánchez Pérez-Castejón que destituya a Iglesias Turrión, no pienso solamente que es tan absurdo como lo sería haber suplicado a Talleyrand que no se apoyara en el brazo de Fouché, sino que es inútil porque todo debe de estar ya escrito y no puede ser de otra manera. Cuando Juntacadáveres desembarca en el ‘manicomio catalán’ (grande, Ramón de España) y arrasan los indepes, es que no ha podido ser de otra manera. Si Casado (otra) casa quiere, es que no podía ser de otra manera. Cuando vuelve a arder la España llena (no la vaciada ni Ramón de España, afortunadamente) es porque, ¿cómo podría ser de otra manera? Y si veo a Echenique justificar a los pirómanos pienso que no, que no puede ser de otra manera. E incluso si veo a Echenique, pienso que no puede ser de otra manera.
Todo lo que sucede, en efecto, sucede fatalmente. Un achaque característico de la generación de la Transición es pretender que la democracia la trajo alguien, el Rey, el Pueblo o hasta hay quien dice que Franco. Pero no. La democracia llegó porque no podía ser de otra manera. Y se está yendo de la misma manera, porque no podía ser de otra manera. Estaba escrito.