EL MUNDO – 12/09/15
· Los asistentes a la ‘Via Lliure’ repetían un mantra: en el nuevo Estado no habrá corrupción.
Un consejo: si en sus últimas vacaciones escogió un hotel sólo para adultos (niños prohibidos), no se le ocurra pisar Barcelona un 11 de septiembre. La Diada –los independentistas lo llaman fiesta– es lo más parecido que usted pueda imaginar a una manifestación del foro de la familia: multitudinaria [dos millones de asistentes, según la organización aunque la Policía los redujera después a millón y medio] familiar y sumamente pacífica y educada. Padres y madres con sus hijos en cochecitos, prelolitas con esteladas minifalderas, ancianos con la cara pintada con los colores de la senyera.
«¿Vais para la manifestación?», le pregunté a una chiquilla con aparato de dientes que juega en la calle. «Ahora cuando nuestros padres acaben de comer». Por el tono en el que cantaban Els Segadors, ya debían ir por el chupito.
Los independentistas [ahora se reniega del termino nacionalista] se toman la Diada como una fiesta, una suerte de verbena; sin coches de choque ni tómbolas pero con una versión de Barcelona tiene poder [Catalunya és poderosa / Cataluña tiene poder] de Peret como himno popular.
Los participantes de provincias llegan bien pertrechados con sus bocadillos –«Llevamos de tortilla de patatas, de atún…». ¿Y de llonganissa? «También, también»– y echan el día reivindicando la nación catalana. ¿Por qué?
ORGANIZACIÓN
Todo empezó en 1714, en la Guerra de Sucesión española.
–¿Cree que no habría procés si hubiera ganado Carlos de Austria en vez de Felipe de Borbón?
La votante de Junts pel Sí [«Pero de Junqueras»] tenía sus dudas.
–Pues no sé. Es que yo no soy muy de Casanovas [el héroe al que honran las autoridades], que murió rehabilitado y en la cama. A mí me gusta Moragues, que fue arrastrado por las calles de Barcelona y, luego, decapitado.
Y en ese momento se comió un pincho de botifarra catalana. ¿Y los Pujol? «¿Ésos? Todos a la cárcel».
La calle (el individuo) es lo único improvisado de la Diada. El resto (el pueblo), las imágenes de la Meridiana –impresionantes–, los actos, las consignas son otra cosa. Esa foto que ustedes han visto ha necesitado semanas de preparación cuasinorcoreana. Un vídeo viral que circulaba por las redes sociales explicaba a los cientos de miles de participantes lo que debían de hacer. Prácticamente todos los puestos de la bandera humana estaban asignados. También aconsejaban a los asistentes llevar una samarreta [camiseta] blanca; preferiblemente, la oficial de Via Lliure.
Cada color significaba una cosa. «Lo que será la nueva Cataluña independiente», me explicó una voluntaria. «Equilibri territorial, oberts al mon, sostenibilitat, democracia, benestar i justícia social…». En resumen: un arco iris de buenas intenciones; cursilería over the rainbow del mago de hoz (por Els Segadors) Mas.
Es difícil razonar frente a sentimientos y esperanzas. Los asistentes a la Diada caminaban ilusionados con la promesa de su nuevo país y con el mantra de Junts pel Sí en los labios.
En la caseta de la Asamblea Nacional servían una cerveza muy fría.
–¿Y si la república de cataluña se queda fuera de la UE? «Eso no va a ser así. ¿Cómo van a echar a 7,5 millones de europeos?». Pero lo que han dicho Cameron y Merkel… «Bah». Y lo dicen sin acritud.
Los independentistas creen que el 27-S y su nuevo Estado resolverá todos los problemas. ¿Y el 3%? «Eso no es nada al lado de lo que se ha robado, por ejemplo, en los ERE de Andalucía. Además, en el nuevo Estado no pasarán estas cosas».
La marcha fue tranquila, no hubo tensión alguna. Los españolistas se habían ido de puente.
neutralidad en la sala bagdad
Indecisas. El Bagdad se define como la sala porno ‘número uno’ en Europa y, desde 1975, cientos de turistas y locales se asoman a sus espectáculos. ¿Cómo están viviendo el procés ? Juani de Lucía, la propietaria, prefiere no pronunciarse al respecto. «No me conviene. Y mis chicas tampoco lo están siguiendo mucho. La mayoría son extranjeras. A veces preguntan que qué es esto de la independencia que pasa en la ciudad, pero la verdad es que a casi ninguna les importa demasiado». Una pena.