Nacho Cardero-El Confidencial
- El todavía presidente de la Xunta ha desmontado el ‘war room’ que García Egea había levantado en Génova y trata de conformar equipo propio. La cosa, hay que reconocerlo, no resulta sencilla
Lo primero que ha hecho Alberto Núñez Feijóo, antes incluso de coronarse y ocupar sus reales aposentos, ha sido echar con cajas destempladas a Fran Hervías de la planta noble de Génova. Hervías ostentó el cargo de secretario de Organización de Ciudadanos con Albert Rivera hasta que, en vísperas del naufragio, mudó de despacho al partido rival, el PP, donde se convirtió en hombre de confianza de Teodoro García Egea y puso en marcha la conocida operación de acoso y derribo para llevarse, con desigual fortuna, los cargos y los votos de la formación naranja.
Decimos con desigual fortuna porque el plan nunca fue bien digerido por el electorado de centro derecha, tal y como pudo comprobarse en los comicios de Castilla y León, donde Cs prácticamente fue borrado del mapa. Desapareció Cs, pero también lo hicieron sus votos, que lejos de irse en tropel al PP, como algunos preveían, pasaron a la abstención. A los populares apenas les cayó la pedrea. Ni uno solo de los votantes de Cs se fue al PSOE. Rivera, parece ser, los dejó vacunados contra el sanchismo.
Desapareció Cs, pero también lo hicieron sus votos, que lejos de irse en tropel al PP, como algunos preveían, pasaron a la abstención
Esteban González Pons y Cuca Gamarra, que son quienes ejercen el poder vicario del gallego en Madrid, se encargaron de hacérselo saber a Inés Arrimadas antes que a nadie como gesto de deferencia. Mentar el nombre de Hervías en la sede de los naranjas es como llevar una bufanda merengue en el Camp Nou. Te arriesgas a que te empalen. Le culpan de buena parte de las desgracias que han terminado por convertir a Ciudadanos en una marca política muerta. González Pons y Gamarra le han ofrecido la cabeza del ‘traidor’ en bandeja de plata. Marzo será su último mes.
El gesto guarda doble intención. Primero, calmar a Cs y ahuyentar cualquier tentación de promover una moción de censura en el Ayuntamiento de Madrid. Hubo un momento en el que se extendió la especie de una operación a la murciana, donde Sánchez regalaría la alcaldía a Villacís, por un lado, y resucitaría la marca Ciudadanos, un competitivo rival de Feijóo en su flanco centrista, por el otro. Tras la salida de Casado y Egea, los rumores han amainado, pero el riesgo estuvo ahí.
El otro objetivo que consigue entregando la cabeza de Hervías es recomponer puentes con Ciudadanos, esto es, atraer a sus cargos y simpatizantes por convicción y sin raptar a nadie. Para los próximos capitostes de Génova, supone un fracaso dilapidar el capital político que representan nombres tales que Inés Arrimadas, Edmundo Bal o Luis Garicano, que podría ser ministro de Economía con el partido que quisiera.
El todavía presidente de la Xunta ha desmontado el ‘war room’ que García Egea había levantado en Génova, autodenominado ‘los genios’, al que pertenecía Hervías, y trata estos días de conformar equipo propio. La cosa, hay que reconocerlo, no resulta sencilla habida cuenta de la magra guardia de corps que se trae de Santiago y que lo de allí, con sus mayorías absolutas y sin Vox, no es lo mismo que lo de acá, donde abundan los ‘rasputines’ y se ejerce el poder con mayúsculas.
En contra de lo que se ha dicho, Feijóo no es heredero de Rajoy, con el que tenía sus más y sus menos, sino de Romay Beccaría, y conforme al perfil de este último, tratará de montar un equipo ecléctico y horizontal. Pescará en las redes de la FAES de Aznar, llamará a antiguos cargos de gobierno de cuando Rajoy ocupaba la Moncloa y se dejará ver con gente inédita en la política, posiblemente técnicos que exuden profesionalidad. De la gente de Pablo Casado, poca caso, salvo Cuca Gamarra y Javier Maroto. Se apoyará, y mucho, en González Pons, que regresa a la capital con galones europeos y pátina de estadista tras su exitoso paso por Bruselas.
Anunciará su equipo poco después de que concluya el congreso de Sevilla. Se presentará en el cónclave con el lema ‘Preparados’, con el que quiere visualizar que está preparado para liderar el partido y el partido está también preparado para gobernar España, aunque el gallego hubiera preferido hacerlo con el eslogan ‘Respeto’, que suponía toda una declaración de intenciones.
A su entender, es con respeto como se ha ganado la amistad de personajes que tienen mucho que decir en la política española
Porque, a su entender, es con respeto como se ha ganado la amistad de personajes que tienen mucho que decir en la política española, caso de Felipe González, que en la entrevista de Évole reconoció su buena relación con Feijóo, lo que queda de manifiesto en el ‘podcast’ grabado por ambos hace apenas unos meses, o de Iñigo Urkullu, clave de bóveda para la gobernabilidad futura del país, o de una parte sustantiva de los barones socialistas que se reunieron este domingo en La Palma.
Según reconoce a los suyos, Feijóo pretende levantar un proyecto moderado para dialogar con el Gobierno, tender puentes con el resto de formaciones y reconstruir un espacio de consenso, donde renovar el CGPJ o mantener una posición de país en Bruselas no sean percibidos como un drama, y que aglutine el voto de centro derecha de los populares, pero que también resulte atractivo para los liberales de Cs y para ese PSOE (ojo a la declaración de intenciones) que nunca se sintió cómodo con Sánchez.
Entiende que esta estrategia le servirá para conseguir una mayoría suficiente con la que gobernar sin depender de Vox, al que califica de extrema derecha pese al trágala castellanoleonés, donde el gallego se ha dado un baño de realidad efectiva, que diría Maquiavelo. No es el único sinsabor de estos días. El Ejecutivo de Sánchez también hace como si Feijóo no existiera, orillándole en temas de Estado tan sensibles como la guerra de Ucrania o la carta de Juan Carlos I, lo que denota que, volviendo al símil bélico, han volado todos los puentes y no va a resultar nada sencillo reconstruirlos.