Disolver las Cortes y adelantar elecciones no es iniciativa que un gobernante adopte todos los días. Reclama una explicación minuciosa y razonada ante la opinión pública. Esta es al menos la liturgia que se sigue en las democracias merecedoras de tal nombre y que muy poco se compadece con el breve mensaje proferido este lunes por el presidente del Ejecutivo para comunicar la llamada urgente a las urnas.
En plenas vacaciones de verano, en coincidencia con el macro-puente de Santiago y sin aviso previo para organizar calendarios familiares y profesionales, los españoles han sido convocados de nuevo a pronunciarse en las urnas. ¿Para qué? Ah, a saber. «Creo necesario dar una respuesta y someter nuestro mandato a la voluntad popular», arguyó, displicente e inexpresivo, el jefe del Gobierno como todo argumento para justificar la tan drástica e inopinada medida, que no sólo altera la vida de la gente sino que dinamita el calendario político nacional y aun el europeo. Puso más énfasis, sin duda, el día que anunció el fin de la obligatoriedad de las mascarillas o al celebrar el éxito de la ‘excepción ibérica’ en el mercado energético europeo.
Tal ha sido la dimensión del trastazo que había urgencia en pasar página, en huir raudamente del foso de la derrota para, posiblemente, caer de bruces en el catafalco del adiós
Sánchez no abundó en explicar los motivos de su antojo porque, en su autocrática forma de entender el ejercicio del poder, apenas se ha de dedicar un minuto a atender los intereses del ciudadano, ni siquiera del contribuyente. Esta actitud despreciativa tuvo su lado bueno. Al no excederse en el comentario, evitaba incurrir en la mentira, cual es seña de la casa.
No dedicó siquiera tres palabras para felicitar al vencedor en los comicios que acababan de celebrarse. Tal ha sido la dimensión del trastazo, que había urgencia en pasar página. En huir raudamente del foso de la derrota para, posiblemente, caer de bruces en el catafalco. Eso ha sido la acelerada convocatoria de nuevo al voto, una escapatoria, un desesperado requiebro que anuncia el final de un trayecto.
El enfebrcido ardid se fraguó en la madrugada del lunes, a la vista de la bofetada que arrojaba el escrutinio, un mapa teñido de azul. Estaban entre los conjurados algunas mentes preclaras del sanchismo, Óscar López y Antonio Hernando (los Bouvard y Pecuchet del ala oeste de presidencia), un Bolaños ya muy demediado, y la inevitable conseja de Tezanos, ese arúspice farsante, el trolero profeta que no dio una con su CIS manipulado. A estas alturas debería estar ya fuera de su despacho, degradado y desterrado.
La jugarreta de Sánchez, cierto es, ha abortado las celebraciones del triunfo del domingo entre la gente del PP, que ha tenido que guardar a las prisas el champán a medio consumir, hasta el 24-J
La desesperada maniobra de tapar -en el lapso de tres meses- unas urnas adversas con otras que se aventuran peores recibió de inmediato el elogio unánime de la cofradía del progreso, que desplegó todo tipo de argumentos para justificar la añagaza, desde los logros económicos conseguidos, los avances sociales alcanzados, el aplaudido reconocimiento internacional y la ausencia de un rival en condiciones. A ello se suma el argumento aportado por Tezanos según el cual, la extrapolación del resultado de las municipales a unas generales dejarían a la derecha a más de treinta escaños para redondear una mayoría absoluta.
La llamada a la nueva consulta abortó las celebraciones por el éxito. Génova guardó el champán para el 26 julio, no hay problema. También cortó en seco el bullebulle de las feroces críticas internas que se extendían ya por las terminales socialistas, en especial en esas plazas donde han perdido poder, cargos y sueldos, que son muchas. No cabía pensar en sublevación aunque sí en defección, e incluso deserción. Fernández Vara, presidente extremeño destronado, tenía ya un pie de vuelta en su despacho de forense, y no precisamente para certificar la defunción de sus siglas, que todo se andará. Al final ha cobardeado y se queda ha hacer el paripé ovino, por no desentonar.
Explican los escribas del oficialismo que, al cabo, la derrota ha sido amarga pero no letal. El PSOE tan sólo ha perdido 400.000 votos con relación al 2019. Evitan comentar que el PP ha ganado casi dos millones, Vox ha subido 800.000 y el equilibrio de los bloques cojea por la extrema izquierda, donde Yolanda Díaz y Pablo Iglesias, perdedores ambos en la cita dominical, están sumidos en una escaramuza de fusión con incierto final.
Parte de los elogiosos epítetos confluyen en su virilidad, como si tal condición atrajera el voto. «Si los astros te abandonan, de nada te servirá la insólita longitud de tu miembro».Juvenal.
Pensar en que el PSOE salga vivo de la contienda veraniega es tan improbable como que Bogart se casara al final con Bergman. Sánchez tiembla entre cánticos y loas de su coro apesebrado. «Audacia, arrojo, valentía, olfato, instinto…» Gran parte de los elogiosos epítetos confluyen en su virilidad, como si tal condición atrajera algún voto. «Si los astros te abandonan, de nada te servirá la insólita longitud de tu miembro». Juvenal.
En el cuartel general de Génova se reaccionó con templada naturalidad. De Sánchez siempre hay que esperar lo peor. Feijóo lo tiene claro. Como también, que ya se palpa el latido del cambio.
Un buen puñado de razones lo avalan, ninguna de ellas decabelladas.
-La demoscopia anuncia peor resultado para el PSOE en las generales que en la municipales. Los zamoranos que votaron el domingo al alcalde Guarido no votarán ahora a IU, ni siquiera al PSOE. En las generales irán a la derecha, como siempre ha sido. Igual proceso en Castilla la Mancha. Millares de papeletas ahora de García-Page se pasarán a Feijóo en julio.
La izquierda se muestra aplanada, harta del cesarín de Tetuán pero envenenada del odio al facha insuflado desde Zapatero. La sombra de la abstención inquieta a Ferraz
-La victoria moviliza, alimenta el optimismo. El mamporro al PSOE ha alimentado el entusiasmo en el sector diestro del tablero. La izquierda se muestra aplanada, harta del cesarín de Tetuán, aunque envenenada por el odio al facha insuflado desde Zapatero y ahora en frondosa eclosión. La sombra abstencionista inquieta a Ferraz.
-Los ochocientos asesores de la Moncloa se han quedado sin guion. La ocurrencia para este envite es una letanía oxidada: «Hay que comprobar si la ola de la ultraderecha ha llegado también a España. El PSOE es el dique de contención a ola ultraconservadora», garabateaba Pilar Alegría, portavoz de la formación. No se han enterado de nada. El miedo a Vox no funcionó nunca. Ni en Andalucía, ni en Castilla y León, ni en Madrid.
–Bildu sigue ahí. Los negocios sobre el gobierno de Navarra y la alcaldía de Pamplona ocuparán mucho protagonismo durante la precampaña. La zarpa de los compadres de ETA entra en el Ayuntamiento de Vitoria, ha dado un vuelco a Guipúzcoa y se hace con decenas de alcaldías, concejalías y gabelas similares en toda la región. Txapote sigue ahí.
-La militancia socialista encara la ruta electoral con el espíritu malherido y la daga de la derrota aún clavada en las costillas. Los barones apalizados poco podrán jalear a los suyos, si alguno queda, para que acudan entusiasmados a prestar su apoyo a quien los ha llevado al precipicio. «Feijóo nos destroza, lo sabes. A Pedro no hay quien lo vote», rezongaba el lunes un veterano baroncito ahora humillado. Se avecina una campaña socialista entre deslucida y átona, una peregrinación fúnebre hacia el despeñadero
-Nada ha cambiado en el entorno del PSOE. La parada de los monstruos del separatismo, el golpismo, el filoterrorismo ahí sigue. Frankenstein no se oculta, Sánchez no los aparta. Un lastre que hunde cualquier candidatura. Page los arrojó de su zona y se salvó. ¿Quién puede ganar unas generales en semejante compañia?
-El antisanchismo es un sentimiento palpable, un vendaval que todo lo arrasa. Lejos de amainar, se encabrita. No se dio por satisfecho con el puñetazo del domingo. Quiere más, quiere poner punto final al lustro del desastre, al peor periodo de nuestra frágil democracia.
La derecha tiene asegurada la mayoría absoluta. Feijóo tiene garantizado el triunfo, pese al voto por correo, a las vacaciones de estío, a las trampas que vendrán. Sánchez ya es pasado, un personaje extinto, una huella maldita en nuestra reciente historia.