- Fe del carbonero es, porque esperar que unos sociatas se planten ante la ley de sedición es la fe que, según Unamuno, solo poseen los simples de corazón
Alberto Núñez Feijoo es panglosiano y piensa para sus adentros que el ser humano es intrínsecamente bueno, que no hubo expulsión del Paraíso Terrenal y que estamos todos en ese estado previo en el que la inocencia es norma. En el PP sucede algo semejante y creo oportuno traer a colación el origen de la expresión “fe del carbonero” que narra cómo el diablo, por lo común siempre ocioso, se divertía en preguntarle cosas a un sencillo carbonero con el fin de pillarlo en un renuncio y hacer que se condenase. Satanás le dijo “Oye, carbonero, ¿qué crees acerca de la fe en Jesucristo?” a lo que aquel hombre de bien respondió “Yo creo lo que cree la Iglesia”. Amoscado, el diablo insistió “¿Y qué piensas que cree la Iglesia?”. El trabajador se sacudió el polvo del carbón de las manos y, con sonrisa inocente, espetó “Pues que ella cree todo lo que creo yo”.
Así andan en Génova, satisfechos al haber dado con la fórmula ideal para detener la barbaridad jurídica, democrática y constitucional que va a perpetrar Sánchez con la rebaja en el delito de sedición. Se trata de convencer a treinta diputados socialistas para que se abstengan en el momento de la votación. Agárrame esa mosca por el rabo. Aseguran los feijoologos, que de haberlos haylos, que todo es un ardid para dejar en evidencia a líderes autonómicos sociatas como Page, Vara, Lambán o Puig. Si tan en contra estáis, hala, ordenad a vuestros diputados que se abstengan. Sí señor. Gran estrategia. ¿Cómo no se le había ocurrido a nadie? Si estás en contra de una ley que propugna un ataque frontal a nuestro estado de derecho no tienes más que dirigirte a quienes la defienden – y viven de defender esta y otras barbaridades semejantes – y decirles que se abstengan. Pero, por favor, ¿hay alguien que piense en la cúpula popular?
Porque la mayoría de esos diputados a quien apela Feijoo están de acuerdo con esa España que propugna Sánchez, una España raruna, poliédrica, imposible y desigual
En primer lugar, los diputados valencianos, aragoneses, castellano manchegos o extremeños son de Sánchez, que es quien los ha puesto ahí para que ejerzan de meros apretadores del botón que indique Moncloa. En segundo lugar, nadie tiene nísperos de enfrentarse a Sánchez porque saben que es la mano más rápida al oeste del Pecos. Y en tercer lugar, y seguramente más probable y triste, porque la mayoría de esos diputados a quien apela Feijoo están de acuerdo con esa España que propugna Sánchez, una España raruna, poliédrica, imposible y desigual con más naciones que botellines de cerveza.
Que Feijoo, Ayuso y los dirigentes populares se embarquen en una campaña con este pretexto para sacarles las vergüenzas a los barones socialistas me parece justificado. Tú no puedes salir fingiendo que eres más español que Manolo el del bombo y luego plegarte a una traición de lesa patria como el asuntito ese de la sedición. Que se haga de cara a las autonómicas, como acicate para votar PP, fantástico. Ahora, que se enmarque en esa fuga a la desesperada que tiene como finalidad captar al electorado de centro izquierda moderado me parece regulero. Porque nadie le garantiza a Feijoo que lo consiga, siendo más probable que, por el camino, pierda bastantes votos de centro derecha.
Los populares, Feijoo en especial, siguen empeñados en ver a Sánchez y al PSOE como algo democrático, razonable, lógico. Tienen más fe en él casi que los suyos, que si callan es por tacticismo y por ser unos aprovechateguis. Ese es su gravísimo error. En este caso, sería más conveniente pecar de un sano escepticismo volteriano que caer en la fe del carbonero.