Ignacio Camacho-ABC
- El objetivo inmediato es armar un proyecto para ganar a Sánchez y dejar el debate de Vox sí o Vox no para más tarde
Cuatro mayorías absolutas consecutivas en Galicia, con Podemos y Vox fuera del Parlamento, avalan en principio a Núñez Feijóo como un candidato solvente y serio. La realidad electoral española, sin embargo, es diferente a la del territorio gallego. Para empezar está mucho más fragmentada y el propio PP, envuelto en una crisis descomunal, sufre una clara hemorragia de votos por su flanco derecho, donde el partido de Abascal no para de comerle terreno. El margen de crecimiento de los populares se extiende hacia el centro, el espacio que el desplome de Ciudadanos ha dejado huérfano y en el que el nuevo -o más bien futuro- líder liberal-conservador goza de bastante crédito. Pero es dudoso que esa masa crítica potencial resulte suficiente para alcanzar mayoría en solitario mientras Vox se mantenga fuerte. A priori sólo Ayuso ha demostrado capacidad para captar electores de las siglas verdes y esa evidencia va a plantear a Feijóo una comparación permanente, máxime cuando para una cierta derecha su figura aparece caricaturizada como la de un criptosocialdemócrata, filonacionalista, melifluo y blandengue. Un heredero del marianismo, una especie de alfeñique globalista de ideología flexible y principios endebles.
Su perfil es una percha perfecta para que los partidarios del discurso bizarro y las batallas culturales le cuelguen la etiqueta de «derechita cobarde». Lo sabe y no parece dispuesto a amilanarse porque lo peor que podría hacer es impostar estilos y actitudes que no comparte. El partido ha hecho una apuesta por su carácter de hombre de consenso y sentido responsable y el elegido -o cooptado- no puede traicionarla inventando otro personaje. Además, encuesta de Michavila al canto, su ascenso al liderazgo complace a la mayoría de sus votantes. El objetivo es armar un proyecto para ganar a Sánchez y dejar el debate de Vox sí o Vox no para más tarde. Por eso la negociación de la investidura de Mañueco es decisiva: lo que ocurra en Castilla y León va a condicionar de entrada toda su estrategia política. El problema es que no tiene buenas cartas con las que jugar esa partida y puede tener que empezar el mandato remando cuesta arriba. La primera pista sobre el rumbo de su gestión estará en esa difícil elección de compañías. Y si se escabulle resignando la solución en manos de un Casado interino será un mal síntoma.
En estos días turbulentos se han oído voces que sugieren una etapa de recomposición interna para decidir luego, cuando Ayuso pase su reválida en la autonomía madrileña, quién ocupa la cabeza de la cartelera. Mala idea: salvo en el PNV no hay antecedentes estables de direcciones bicéfalas. Eso nunca funciona y Feijóo no va a abandonar una presidencia regional cómoda para acabar cediendo el paso a otra persona. Su oportunidad, su ‘momentum’, es ahora. Otra cosa es que vaya a pasar dos años perseguido por una sombra.