Antonio Casado-El Confidencial
Sostiene el expresidente que si la UE no asume su responsabilidad, «seremos pasto para los populismos e irredentismos que galopan por nuestras realidades»
Mientras esperamos el aplanamiento de la curva como los campesinos las lluvias de abril y el sol de mayo, los prisioneros del Covid-19 buscamos sin éxito voces creíbles que nos hagan más llevadero el encierro.
Antes de reclamar una respuesta común europea, en su artículo de ayer en ‘El País’, el expresidente del Gobierno, Felipe González, se remite a los tres pilares fundacionales de la UE: derechos humanos, democracia y ley. «A veces se olvidan y se traicionan», escribe. Sugiere que no está a la altura de las circunstancias frente a la crisis del coronavirus, como no lo está en el reto migratorio ni lo estuvo en la pasada crisis económica.
Revive así la potente metáfora sobre la Europa de las tres colinas: el Gólgota (Cristianismo), la Acrópolis (Democracia) y el Capitolio (Derecho). Potente pero malograda en una región del mundo envejecida y carente de liderazgo.
«La idiotez, como el virus, no tiene fronteras. Solo los tontos se empeñan en trazarlas. Y a eso responden los que quieren aislar Cataluña»
La resultante es el visible fracaso en el objetivo de una ciudadanía europea por encima de los egoísmos nacionales. Es el riesgo señalado por el histórico dirigente socialista: que el repliegue hacia intereses nacionalistas impida la remada conjunta contra un virus que no se va a parar ante ninguna frontera. Ni interior ni exterior.
En este punto levantamos acta de que la idiotez, como el virus, tampoco tiene fronteras. Solo los tontos se empeñan en trazarlas. Y a eso responde el pataleo de los dirigentes independentistas reclamando de Sánchez el total aislamiento de Cataluña. Torra ha ido a quejarse a la BBC mientras la voz de su amo, Puigdemont, se mofa del Gobierno por su resistencia a levantar esa frontera profiláctica: «Antes infectada que rota», escribía el ‘expresident’ sobre el maquiavélico plan de Moncloa de ahogar el ‘procés’ aprovechando la catarsis del coronavirus.
A la parte más grotesca del pataleo se ha sumado el consejero de Interior de la Generalitat, Miquel Buch, convencido de que el virus respetaría a los catalanes así se cerrasen sus fronteras con el resto de España y el resto del mundo. Así, «a más a más», no habría necesidad de pasar un mal rato viendo a los militares de la UME hacer solidarias tareas de desinfección en estaciones, puertos y aeropuertos.
Toda la artillería verbal del independentismo contra la política del café para todos en la lucha del Gobierno central contra el Covid- 19. Hasta el punto de interpretar el eslogan, «este virus lo paramos unidos», como un ataque a la pluralidad del Estado. El mismo vicepresidente del Parlament, Josep Costa, va de ocurrente con la frase: «El centralismo es peligroso para la salud», escrita en las redes. Y la consejera de Empresa de la Generalitat, Ángeles Chacón, acusa al Gobierno de utilizar el virus como pretexto para acabar con la pluralidad territorial. Manda huevos.
«Los dirigentes independentistas sostienen que la presencia de la UME en Cataluña va de exhibición militarista y no de ayudar en una emergencia»
También la trama civil del golpe al Estado dispara en la misma dirección. En un comunicado de la ANC se acusa a Moncloa de aplicar un 155 encubierto. Ya de paso, sostiene que la presencia de la UME en Cataluña va de exhibición militarista, no de ayudar en una emergencia sanitaria. Mejor escupir a los militares a la cara, para que no vuelvan, como ha dicho un concejal de Vic, Joan Coma (Cup), que los dioses confundan.
Demostrado queda que se hace necesario protegerse tanto del coronavirus como de estos tontos con fronteras. Felipe González también nos previene contra ellos. Pero de una forma más sutil, más académica y, por supuesto, mucho más educada. En su artículo de ayer escribe que si en esta hora difícil la UE no sabe estar a la altura de sus responsabilidades, «seremos pasto para los populismos e irredentismos que galopan por nuestras realidades».