- La izquierda ha asumido como propio el indigenismo socialista, ese nuevo el peronismo ladronzuelo revestido de victimismo y superioridad moral
La izquierda española critica que el Rey no se haya levantado al paso de la espada de Bolívar, y aplaude que Gustavo Petro, nuevo presidente de Colombia, elogiara en su discurso al grupo terrorista Movimiento 19 de abril. Nada nuevo. Son los mismos que prefieren a Otegi antes que a Feijóo.
Es esa izquierda que ha asumido como propio el indigenismo socialista, ese nuevo el peronismo ladronzuelo revestido de victimismo y superioridad moral. Hablo de esa ideología que une biología, comunitarismo y colectivismo, con la vuelta a la naturaleza, xenofobia y anticapitalismo, alimentado por el populismo y el dinero de la droga o el petróleo. Es un nacionalismo patriótico y excluyente en el que los judíos son la derecha, los españoles que admiten serlo, los estadounidenses o cualquier capitalista. Vienen a destruir para construir algo nuevo sobre lo que mandar para siempre, como Bolívar.
Es ese izquierdismo de millonarios que palmea en la espalda al indígena para animarle a robar a “los ricos” y engordar el Estado; eso sí, con buenas mordidas entre medias. Es ese cuento para memos en el que el pasado justifica la negligencia y el latrocinio de los dirigentes actuales. Porque todo populismo debe tener un enemigo, y si es España, que nunca se defiende, mejor.
Poco importa la verdad. No había un paraíso hasta que llegaron los españoles en 1492. Lean algo, aunque escueza. Por ejemplo, a Charles C. Mann y su “1491. Una historia de las Américas antes de Colón”, que no es precisamente un neoliberal tabernario.
La izquierda ‘woke’ ya no puede ocultar que hubo tribus que se masacraron mutuamente, con canibalismo, sacrificios, violaciones y mutilaciones incluidas, que asolaban el paisaje natural, como el Amazonas, para plantar árboles frutales. Todo un conjunto de imperios y pueblos sometidos, subdesarrollados para la Europa de su tiempo, que vieron en los españoles unos aliados convenientes para acabar con sus vecinos. Las civilizaciones nacen, se desarrollan y palman tarde o temprano. Que ahora toda esta izquierda ágrafa e ignorante mitifique aquello para sacar hoy un rédito político da nauseas.
La izquierda ‘woke’ ya no puede ocultar que hubo tribus que se masacraron mutuamente, con canibalismo, sacrificios, violaciones y mutilaciones incluidas
¿Y Simón Bolívar? En Madrid hay una estatua suya, como en otras ciudades españolas. A nadie se le ha ocurrido derribarla para cancelar el pasado bochornoso de dicho personaje. ¿Vd. tendría en su casa la imagen o el busto de un genocida? Pues en España sí porque tenemos la colección completa de complejos.
Bolívar fue un genocida. Normal que el rey de España no se levante al paso de su espada. Pablo Victoria publicó en 2019 el libro “El terror bolivariano”. No es un conjunto de opiniones ni un discurso político, sino el resultado de una investigación de doce años.
El endiosado “libertador” fue un dictador que concentró más poder que cualquier rey absoluto de su época. Tras la guerra, y con la independencia en la mano, puso en marcha un plan para la eliminación física de los españoles. Posiblemente copió el plan del general Dessalines, de Haití, negro, que asesinó a la población blanca de su país, un total de 5.000 personas entre 1804 y 1805.
Es lógico que el Rey salude a la bandera de Colombia, un símbolo que une, y a su nuevo presidente salido de las urnas, pero no tendría dignidad si saludase la espada de un dictador genocida de españoles
El llamado “genocidio bolivariano” fue una carnicería fuera de combate contra los españoles que quedaron en Nueva Granada y Venezuela. Bolívar y los suyos se ocuparon de acabar con la “malvada raza de los españoles”, y los mataron dónde y cómo estuvieran, ya fuera en prisión, heridos o en libertad. Los persiguieron y los aniquilaron de forma oficial. Fue un genocidio planeado y ordenado por Bolívar.
No fue tampoco una guerra contra el invasor, porque no había invasores más de 300 años después. Fue una guerra civil para la imposición de un régimen propio, a los pies de Bolívar, que quiso ser Emperador. Por eso lo apoyó el Reino Unido, para tener un títere en América. Al poco tiempo, el Continente donde había magníficas ciudades, con universidades antes que en la América del norte, con hospitales y escuelas, se vino abajo para enriquecer a cuatro dictadorzuelos.
El desastre fue tal que hasta un tipo cruel y traidor como Simón Bolívar, un enemigo de las libertades, un dictador sin tapujos, se arrepintió en sus últimos días y escribió que se vivía “mejor con los españoles”.
¿Cómo levantarse ante la espada de este personaje por mucho que el relato indigenista, populista e izquierdista que campea por América lo haya endiosado? El rey de España es coherente en su defensa de los derechos humanos, no como esta izquierda ramplona. Es lógico que salude a la bandera de Colombia, un símbolo que une, y a su nuevo presidente salido de las urnas, pero no tendría dignidad si saludase la espada de un dictador genocida de españoles.