- El año próximo es año electoral. A uno le gustaría votar a quien se comprometa a acaparar menor poder y devolverlo a la sociedad
En la democracia moderna, el ‘gobierno limitado’ es el que, por oposición a la dictadura, tiene un poder relativo y está controlado por contrapesos y otros poderes vigilantes que intentan impedir su tendencia innata al abuso, ya saben. Hablamos mucho de la división de poderes y de los contrapesos, sobre todo por sus fallos; España es potencia de primera en tales fallos, tantos que merece la pena preguntarse si realmente tenemos contrapesos y controles dignos del nombre. Pero tenemos un tanto olvidado el principio liberal-democrático fundamental de gobierno limitado
Volviendo a los orígenes de la democracia moderna
Como es muy saludable volver de vez en cuando a las cuestiones esenciales y los principios, propongo volver a examinar este, en la creencia de que el año próximo de 2023 sería mucho mejor si volviéramos a trabajar por tener gobiernos limitados en vez de Estados paternalistas, invasivos y peligrosamente abusadores. Porque los gobiernos ilimitados tienden a la dictadura e ineptocracia: infalible e inefablemente crean muchos más problemas de los que resuelven, y su único fin acaba siendo mantener el poder, para lo que necesitan aumentarlo sin cesar a costa de las libertades y del Estado de derecho; acaban siendo un peligro, como Sánchez y sus socios demuestran a diario. Invirtiendo la famosa metáfora de Octavio Paz para la dictadura perfecta del PRI mexicano, esos gobiernos todopoderosos quieren parecer filántropos, pero solo son ogros, ogros filantrópicos.
El principio de gobierno limitado surge de premisas sencillas:
1 – Una sociedad madura no necesita un gobierno que la tutele ni vigile más allá de la imprescindible defensa de la legalidad.
2 – Un gobierno ilimitado acabará perpetrando inevitablemente abusos de poder, sean cuales sean sus intenciones.
3 – El funcionamiento espontáneo y normal de una sociedad equilibrada, basada en la libertad personal, soluciona la mayor parte de los asuntos corrientes.
4 – El Estado y la iniciativa pública solo deben sustituir a la privada en los asuntos que implican el monopolio de la violencia legítima (policía, defensa, justicia) o que la iniciativa privada no pueda resolver.
5 – El exceso de poder del gobierno es una amenaza para la libertad personal y los verdaderos derechos sociales, que jamás son concesión del gobierno.
Hobbes y su lobo humano no estarían muy de acuerdo, como tampoco Rousseau por su tiranía de la “voluntad general”, pero es difícil negar que estos principios son esenciales para una sociedad democrática, con todos los matices y correcciones que se crean necesarias, por la simple razón de que sin ellos son casi imposibles la libertad, la igualdad y el pluralismo de ideas, creencias y estilos de vida.
Cómo conciliar individuo y comunidad, público y privado, gobierno y libertad, originó el debate de donde salió la actual Constitución de los Estados Unidos
Como seguramente saben, la teoría del ‘gobierno limitado’ tuvo más cultivo en los actuales Estados Unidos que en Europa, por razones históricas bastante comprensibles. El poder colonial británico representaba la intromisión, la limitación y el abuso; puritanos y cuáqueros huyeron del Reino Unido buscando en América una tierra propia donde pudieran vivir su religión sin cortapisas (la democracia americana tiene profundas raíces religiosas, como observó Tocqueville); por tanto, el camino a la libertad futura pasaba por limitar el poder del propio gobierno para prevenir recortes indeseables de libertades, empezando por la de conciencia. Evidentemente, esto debía conciliarse con un Estado capaz de garantizar esa libertad y mucho más grande y complejo que una sencilla parroquia presbiteriana. Cómo conciliar individuo y comunidad, público y privado, gobierno y libertad, originó el debate de donde salió la actual Constitución de los Estados Unidos, siguiendo las ideas de Madison, Hamilton y Jay (aquí va un pdf de El federalista, su famosa antología de artículos).
La desconfianza americana por el gobierno federal explica muchas peculiaridades de su sistema y mentalidad política, algunos tan serios como los déficits de seguridad social básica o el extendido culto a la libre posesión de armas. Pero la confianza excesiva en la autoridad, usual en Europa, conduce con facilidad al gobierno ilimitado de las dictaduras y, en cualquier caso, a un Estado excesivo, intervencionista, entrometido y burocratizado. De hecho, Europa padece exceso de estatalismo. De nuevo hay razones históricas que explican esta evolución, incluyendo en primer lugar la tendencia de la izquierda europea, sea revolucionaria o socialdemócrata, a confiar al Estado la solución de todo tipo de necesidades mientras se desconfía de la espontaneidad social y se reprueba el individualismo.
De Mussolini a Fidel Castro, una misma lucha contra tu libertad
Nuestra marcada tendencia a aceptar un gobierno ilimitado se nota aún mejor en el autoritarismo conservador o tradicionalista. Fue Mussolini, y no Lenin, quien acuñó la máxima de oro de cualquier estatismo ilimitado que se precie: “Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado”. Por cierto, si se fijan Fidel Castro solo tuvo que sustituir “Estado” por “Revolución” para hundir a Cuba en la miseria dictatorial. Las ideologías de gobierno ilimitado se parecen mucho. La admiración mutua que sentían Hitler y Stalin era genuina, aunque ambos supieran que, a largo plazo, en el mundo del poder absoluto solo habría sitio para uno de los dos (y ganó el georgiano).
Europa, y aún más España, necesita con urgencia redescubrir el principio de gobierno limitado, que es lo mismo que devolver a la sociedad su capacidad de actuar y hacer sin permiso ni control de la autoridad, salvo cuando este es inevitable. Gobierno limitado significa menos leyes estúpidas y restrictivas de la libertad personal, como las de Sánchez (leyes de memoria histórica, transexual, de mascotas y antieducativas…), y menos reglamentos abusivos como los de la Unión Europea, que define exactamente la cría de gallinas o el odio en redes sociales, pero es incapaz de hacer respetar los principios de transparencia a sus instituciones, comenzando por los eurodiputados y sus ingresos incontrolables; la próxima amenaza es la eliminación del metálico para controlarnos mejor, con la excusa de impedir ese posible blanqueo de capitales que usted perpetra cuando paga con efectivo el café o una docena de sardinas.
No hay nada más democrático-liberal que pedir un gobierno limitado en poder, no en inteligencia. El año próximo es año electoral. A uno le gustaría votar a quien se comprometa a acaparar menor poder y devolverlo a la sociedad. Es además la mejor forma de ir contracorriente en esta marea ascendente del populismo rapaz y de librarnos no solo de Sánchez, sino del sanchismo, que es la verdadera enfermedad. Así que, sin demasiadas esperanzas a este respecto (las minorías somos así), les deseo un año 2023 más feliz con Gobierno de poder mucho más limitado.