- Mediante la divulgación de los mensajes entre Sánchez y Ábalos, el exministro quedaba unido otra vez al jefe por el cordón umbilical que enlaza a todo creador con su criatura.
Cuando dije en El Programa de Ana Rosa que “Ábalos y el Gobierno nos están tomando el pelo” porque “los mensajes son una fantasmagoría para tapar la corrupción”, hubo muchos que se encogieron de hombros.
¿’Fantasmago…’ qué?
Como siempre, me aferro a la RAE. La “fantasmagoría” es “el arte de representar figuras por medio de una ilusión óptica”. Y, extensivamente, la “ilusión vana de la inteligencia, desprovista de todo fundamento”.
Como explico en “La Desventura de la Libertad”, la fantasmagoría llegó a Madrid en 1821 de la mano de un belga que se hacía llamar Profesor Robertson. Utilizando la técnica de la linterna mágica, llenó con gran éxito durante diez semanas el Teatro del Príncipe.
Dos años después, reapareció en Sevilla en un teatro habilitado frente a la parroquia de San Pedro, al que concurrían los miembros de las últimas Cortes del Trienio Liberal que se habían replegado allí tras la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis.
No es difícil imaginar la impresión que a estos diputados en fuga les producían las proyecciones, dentro de un lugar a oscuras y forrado de negro, mientras en un pebetero se quemaban plantas aromáticas. Según las crónicas de la época, “de repente un fantasma enorme se aproximaba y desaparecía súbitamente”. Después se veía a “un ateo despedazado por un rayo” o a “Robespierre saliendo de la tumba”.
Tras una pantalla invisible para el público, el Profesor Robertson, con ayuda de su mujer, manejaba el pequeño carromato de madera que servía para mover las lentes de la linterna mágica, mientras sus dos hijos y un criado indio se ocupaban de los efectos especiales. Lo que se veía y oía era lo que ellos querían que se viera y oyera.
Esto es lo que ha venido haciendo Ábalos, al favorecer e impulsar la divulgación de los “whatsapps” de indiscutible valor informativo que ha venido publicando El Mundo: ocupar la pantalla, todas las pantallas, con un relato que, según sus propias palabras, era de “carácter positivo”… para él.
El propio lunes felicité a Joaquín Manso y le pedí que trasladara mi mensaje a Lamet y Urreiztieta, los dos estupendos periodistas que firman esta serie de entregas. No sólo estoy en paz desde hace tiempo con el diario que fundé en 1989 y del que me echaron en 2014 -cómo pasa la vida- sino que veo en su actual equipo directivo una brillante continuidad respecto a aquel cuarto de siglo en el que, partiendo -como ahora en EL ESPAÑOL- de la nada, hicimos historia del periodismo.
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Nadie que no lo haya vivido sabe lo difícil que es obtener documentación tan sensible como los mensajes entre un presidente del Gobierno y su hombre de confianza. Más allá de las similitudes y diferencias con los SMS del “Luis, sé fuerte” que me proporcionó Bárcenas, es bien patente que Ábalos busca ahora lo mismo que el extesorero del PP entonces.
Ante todo quiere demostrar que su intimidad con el jefe y que la confianza del jefe en él, pervivieron tras su caída política y se mantenían indelebles pese al alud de acusaciones que en 2013 ya amenazaban con sepultarle.
Tanto Bárcenas como Ábalos eran conscientes de lo que habían hecho y de que el cerco policial y judicial se estrechaba sobre ellos. Por eso la divulgación de esa intimidad, perpetuada contra viento y marea, se convertía a la vez en el clavo ardiendo al que agarrarse y en un elemento de coacción sobre Rajoy y Sánchez.
La divulgación de esa intimidad, perpetuada contra viento y marea, se convertía a la vez en el clavo ardiendo al que agarrarse y en un elemento de coacción sobre Sánchez.
Era como si la jerarquía en la familia del Padrino se hubiera invertido, de forma que un entenado tarambana se atreviera a chantajear al mismísimo don Corleone.
Bárcenas quería que Rajoy presionara a Gallardón y al Fiscal General para que apartaran del caso a las dos fiscales que le estaban apretando las tuercas. Ábalos pretendía que Sánchez hiciera algo parecido con la UCO, vía Marlaska, y con la propia Fiscalía Anticorrupción, vía Bolaños.
Incluso si no conseguía esos objetivos, el ex número dos se sentía en mucho mejores condiciones para afrontar cualquier eventualidad apareciendo reinsertado en el círculo de confianza de Sánchez, ante el imaginario colectivo y las instituciones.
Ese mensaje en el que el presidente se “solidarizaba” con él ante aquellos primeros “infundios” sobre putas, drogas y juergas, le devolvía la vida. Y no digamos el no muy posterior “He echado de menos muchas veces trabajar contigo”.
Eran su tesoro oculto y los dedos se le hacían huéspedes para darle a la tecla de reenviar. Como decía James Reston, un buen periodista es el que se las apaña para estar cerca de quien cree que está perdiendo la partida.
Mediante la divulgación de esos mensajes, Ábalos quedaba unido otra vez a Sánchez por el cordón umbilical que enlaza a todo creador con su criatura. Y encima Ábalos pensaba que el creador era él.
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Para el Gobierno los mensajes tenían el inconveniente inicial de que retrataban el carácter de un Sánchez implacable que azotaba con sus insultos y desdén a quienes le contrariaban en el PSOE. Tanto la columna de Cristian Campos del lunes “Si habla así de los suyos…”, como la de ayer de Víctor Núñez “Las flores del mal de Míster Guapo” me ahorran entrar en detalle.
Pero incluso eso tenía su parte positiva, en la medida en que contribuía a acrecentar el temor que, en muy diversos ámbitos sociales y especialmente en el mundo empresarial, inspira el presidente. Además, la filtración ofrecía una oportunidad de oro para repetir el juego del victimismo que con tanta insistencia se practica desde la Moncloa.
Si tras el apagón gritaron “¡Ciberataque!” y tras el bloqueo del AVE “¡Sabotaje!”, esta vez se trataba de una “¡Vulneración de la intimidad!”. Con la ventaja añadida de que se podía señalar no sólo a los sospechosos habituales -la mediática “máquina del fango” y la derecha “carroñera”- sino también a quienes tenían la “obligación de custodia” de esos mensajes: es decir a la UCO.
Permítaseme acotar, por cierto, que el ministro más activo esta vez en la denuncia de la difusión de mensajes “que nada tienen que ver con la causa judicial” fue el jefe de la campaña municipal madrileña de 2007, en la que el PSOE exhibió la foto de una presunta amante del candidato del PP, a partir de unos mensajes expresamente eliminados por el juez del sumario de la Operación Malaya.
Qué mala memoria tenemos: cuando se trata del ministro que reparte el dinero a la prensa impresa, nadie pasa nunca del segundo “argumento”.
Volviendo a donde estábamos, denigrar y desprestigiar más o menos sutilmente a la UCO tenía efectos multiplicadores. La mera sospecha de que dentro de la unidad de élite de la Guardia Civil hubiera topos de la oposición o enlaces con la fachosfera contaminaba también las investigaciones sobre el hermano y la esposa del presidente.
Tres sumarios se tambaleaban -quién sabe si generando ya motivos de nulidad o amparo ante el TC (Tribunal de Cándido)- por el precio de zarandear uno.
La cochambrosa palanca con la que desde TVE y otros medios gubernamentales se trató de hacer rodar este pedrusco era el hecho de que Ábalos decía que los mensajes estaban en unos discos duros que creía que había entregado a Koldo, cuando hizo su última mudanza, y de los que la UCO se habría incautado al detenerle.
La hipótesis ya era de por sí bastante chunga. Máxime cuando convivía con la negativa de Ábalos a desmentir que él mismo fuera la fuente (“Prefiero que se queden con la duda”). Pero Jorge Calabrés la pulverizó al desvelar que dicha mudanza había sido en el verano del 22 y algunos de los mensajes más significativos correspondían al 23.
Ese rayo de luz entre dos cortinas mal ajustadas dejó al gobierno en estado de shock. Era la evidencia de que Sánchez estaba siendo chantajeado por Ábalos y no había filtración delictiva alguna que perseguir, pues quien recibe un mensaje tiene derecho a compartirlo con quien le de la gana.
Era la evidencia de que Sánchez estaba siendo chantajeado por Ábalos y no había filtración delictiva alguna que perseguir, pues quien recibe un mensaje tiene derecho a compartirlo con quien le de la gana.
El exministro, un poco a la desesperada, trató de fabricarse una nueva coartada, alegando que accedió a “contrastar” la veracidad de los whatsapp de 2023 -que debieron escaparse por su cuenta de su móvil y pedir asilo político en la redacción del periódico- y que “no se opuso” a su publicación por ese “carácter positivo” que les atribuía.
Es una lástima que no haya negado a la vez haberse prestado al mismo ejercicio de complicidad en la difusión de los mensajes de los años anteriores, pues nos habría permitido burlarnos con cierta jocunda de los replicantes gubernamentales que enseguida habrían alegado que en realidad hubo dos filtraciones simultáneas y con el mismo destinatario: la de la UCO y la de Ábalos.
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Si Sánchez fuera aficionado al western o al menos seguidor de Garci, seguro que le sonaría uno de los diálogos más célebres de la mítica película de John Ford “Dos cabalgan juntos”. La versión española ya es suficientemente expresiva:
-Sheriff, la viuda de Gómez va a tener un niño.
-Dele mi enhorabuena a Gómez.
-¡Pero, Sheriff! Gómez murió hace más de un año…
-Siempre dije que Gómez era uno de esos tipos que siguen dando guerra después de muertos.
Pero esa última frase es aun más certera y ajustada a lo que quiero decir en la versión original en inglés:
“Well, there are some men you just can’t trust to stay where you put ‘em”. O sea que “ hay algunos hombres en los que no puedes confiar que se queden donde los pones”.
Eso es lo que una y otra vez viene pasándole a Sánchez con Ábalos. Lo puso en el dique seco en julio del 21 –todavía no nos ha contado por qué– y, en cuanto le dejó el menor resquicio, otra vez se lo encontró subido a la chepa del halago. Fue entonces cuando primero le correspondió con discretos arrumacos y enseguida le rehabilitó poniéndole en las listas.
¡Qué equivocado estaba Sánchez si creía que de esa manera enterraba todo lo anterior y volvía a poner a su ex número dos en la acotada estantería del grupo parlamentario para tenerlo a mano! La detención de Koldo le obligó a tener que enviarlo pocos meses después al ostracismo del grupo mixto y al congelador de un expediente de expulsión sin desenlace.
Pero si pensaba que Ábalos se iba a quedar ahí aparcado, calladito a la espera del procesamiento, el juicio, la condena y el indulto, Sánchez volvía a demostrar que seguía sin cogerle la medida. No hay cornada de la que un “Carbonerito” no se reponga y este penúltimo regreso pretendidamente triunfal tenía que ser al ruedo de los “whatsapp”.
La cosa no le estaba saliendo nada mal hasta que resultó que el lote incluía también mensajes sobre Air Europa. Vade retro. Eso ya suponía entrar en el territorio comanche en el que coincidencias y conjeturas ya judicializadas mantienen a la propia Begoña Gómez como rehén.
Ábalos debió pensar que si la divulgación de lo que él describe como “reencuentro en el contexto de una nueva etapa del PSOE” le beneficiaba, no era cuestión de quedarse a medias.
Ya puestos, la fantasmagoría bien podía incluir mensajes que reflejaran a un Pedro Sánchez dubitativo sobre el rescate de Air Europa, a una Nadia Calviño obligada a “correr” por la presión de los acreedores y al propio Ábalos como un interlocutor neutral y desinteresado.
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Pero el viernes Calabrés y Arturo Criado encendieron la luz. El testimonio minucioso, detallista, coherente y espontáneo de la ex novia de Aldama -corroborado por otras dos fuentes de EL ESPAÑOL- ha vuelto a poner el foco dónde estaba antes de que comenzara la sesión de la linterna mágica.
Justo en el momento en que, según el juez instructor Leopoldo Puente, el ministro y su asistente “abrían puertas” para “agilizar trámites”, a cambio de “determinados beneficios económicos”.
La UCO había incluido en ese capítulo las vacaciones pagadas a Ábalos en una lujosa mansión de Marbella. Habrían sido la “contrapartida” por la nota de prensa del ministerio de Transportes dando alas -claro- al rescate de Air Europa.
Una elemental regla de tres avala el relato de Leonor González Pano. Cuando llegó el aterrizaje -mediante la firma gubernamental que consumaba el trato- los ilustres pasajeros bajaron del avión con una bolsa de deportes con medio millón de euros en billetes como equipaje de mano.
¿Cuál fue el precio total? ¿Pagaron los Hidalgo por algo que era de justicia que obtuvieran y que en definitiva no era sino un préstamo a interés bastante alto? ¿Perdieron los nervios acuciados por la urgencia que imponían las circunstancias? ¿Se refería a eso el patriarca del clan cuando, según nuestras nuevas revelaciones, clamó contra Koldo con un exagerado y exasperado “¡Me vais a costar más de lo que voy a recibir!”? ¿Cobró alguien más aparte del “binomio” formado por Ábalos y Koldo?
Son preguntas que tendrá que contestar antes o después el Tribunal Supremo. Tanto si el actual instructor amplía la investigación, como si el juez Peinado deduce testimonio haciendo caso a la Audiencia, como si alguien presenta otra demanda y se abre una nueva causa destinada a tropezar con aforados. No sabemos cuál será el camino, pero todos conducen a la Sala Segunda.
Lo que parece claro es que, de película en película, Ábalos está llevando a Sánchez por un “Camino de perdición”. Pretendía que viéramos las escenas de camaradería idílica de “Dos cabalgan juntos” y cada vez le empuja más hacia el final de “Dos hombres y un destino” cuando, cercados por un ejército boliviano de togas y puñetas, sólo les queda salir disparando a diestro y siniestro mientras fantasean con irse a vivir a Australia. Lejos me lo fiáis.