Ficción, no mentira

EL MUNDO 04/07/17
ARCADI ESPADA

EN LA esquina izquierda de la primera página del Times aún figura el viejo lema: All the news that’s fit to print. Todas las noticias que merecen imprimirse. La expresión más sintética de la principal función de un periódico, que es la legitimación de lo real. A diferencia de twitter un periódico no es un contenedor de hechos, sino su estricta selección. Los criterios que la rigen son una de las discusiones más interesantes del oficio. Y la crisis solo ha hecho que reavivar su interés. Lo más específico del periódico, y la razón principal tanto de que yo defienda su vigencia como de que el pueblo reclame su ruina, es que determina lo que debe ser leído. Como cada día, una esquina del Times advertía ayer All the news… Pero en el zócalo de la primera página había este titular: «Nuevo exabrupto de Trump contra la Cnn». Una de las 19 noticias de primera que el periódico determinaba que debían leerse. El exabrupto de DT era un zafio vídeo, difundido en un tuit, donde el presidente americano daba un puñetazo al logo de la Cnn sobreimpreso en la cara de un boxeador. Ya sabemos que el enfermo que ocupa la Casa Blanca no tiene nada mejor que hacer que evacuar tuits. Pero más inquietante es que lo mismo le pase al Times.

Una incomprensión similar del sentido del periódico se da en España acerca del gobierno desleal de la Generalidad. Su actividad, como la de Trump, merece imprimirse. Pero no toda su actividad. Como con Trump, no deben confundirse sus ficciones, más o menos burdamente provocativas, con la realidad importante o llamativa. Cuando El País publica –ayer– la segunda entrega de un folletón jurídico y político al que llama Constitución catalana y alerta en grandes destacados: «La república independiente puede llegar a proclamarse sin pasar antes por las urnas» –lo que da a entender que puede llegar a proclamarse pasando por las urnas– la ficción se ha convertido ya en realidad. Porque lo que el periódico denuncia no es el carácter ficcional, cursivo, de esa Constitución sino su carácter antidemocrático: como si una ficción pudiera aspirar a esa discusión y a ese estatus.

A la ficción del nacionalpopulismo, como en su momento a la ficción nacionalsocialista, le llena de satisfacción que los periódicos –vieja aduana moral– estén denunciándolos obstinadamente por sus mentiras, porque la mentira ya supone el formidable salto de cualidad que desde su naturaleza irreal buscaban. Y que es el de hacer sus propuestas discutibles y por tanto veraces y por tanto posibles.