Ignacio Camacho-ABC
- Despropósito clamoroso o virguería diplomática. El tiempo aclarará la verdad porque de Sánchez no cabe esperarla
Salvo que las apariencias engañen más que el propio Sánchez, el momento elegido para cerrar el conflicto con Marruecos y reconocer de facto su soberanía sobre el Sahara no parece el más aconsejable. Ni las formas: ocultándoselo a la opinión pública española, al Parlamento, al socio de coalición y a Argelia si la versión de su gobierno es sincera. Tampoco se antoja una buena idea enemistarse con el segundo proveedor de gas en plena crisis energética y cuando España está en condiciones de convertirse en la principal plataforma de distribución gasística europea. Sin embargo en La Moncloa cunde la euforia ante una operación diplomática que los portavoces oficiales califican con el manoseado objetivo de ‘histórica’. Dejando de lado la ignominiosa renuncia a los compromisos -esos sí históricos- asumidos tras el precipitado abandono de la colonia y la flagrante traición a sus habitantes, que tarde o temprano iba a producirse de todas formas, el pragmático giro sanchista de última hora deja serias dudas sobre si se trata de una jugada maestra o de una pifia clamorosa.
La primera hipótesis cabría considerarla si la decisión se ha producido como consecuencia de una negociación a cuatro bandas: Estados Unidos como potencia supervisora, Marruecos, la propia España y una Argelia interesada en camuflar su adaptación a las circunstancias con una indignación sobreactuada. No es posible saberlo hoy porque el presidente desdeña, como de costumbre, el respeto a la transparencia democrática. De ser cierto el acuerdo multilateral se trataría de una interesante maniobra de reequilibrio geoestratégico en la cuenca occidental mediterránea aprovechando la convulsión general de la guerra de Ucrania. Pero si el país argelino ha quedado al margen, como sostienen sus dirigentes, el presunto encaje de bolillos resultaría una ocurrencia deplorable y la ‘diplomacia de precisión’ se quedaría en un disparate susceptible de provocar un colapso en el suministro de una energía clave. Amén de que el ‘statu quo’ acordado con un régimen tan poco fiable como el alauita podría quebrarse en cuanto Mohamed VI necesite recurrir de nuevo a la presión migratoria para solventar sus propias dificultades. Nada que no haya ocurrido antes, con la diferencia de que España ha renunciado al arma de contraataque que suponía su teórico respaldo a la causa saharaui.
El tiempo aclarará la verdad porque de Sánchez no cabe esperarla. Sólo el devenir de los acontecimientos puede desvelar si estamos ante un despropósito disfrazado de sofisticación táctica o ante una inteligente apuesta de ventaja. Como dice un amigo uruguayo acostumbrado a los desastres de la política latinoamericana, la estolidez de ciertos personajes suele despertar un hechizo inesperado, una suerte de fascinación mágica que siempre deja abierta la puerta a la expectativa de una genialidad… aunque sea involuntaria.