RAFAEL MOYANO – EL MUNDO – 17/06/17
· Como cuarenta años no es una cifra absolutamente redonda cabría pensar que las celebraciones del 15-J responden más que a un homenaje a una necesidad, a una nostalgia reivindicativa. Cuarenta años no es nada, o es mucho, según se mire, pero es tiempo suficiente para que pasen por ellos un par de generaciones. Percibimos que estamos ante un fin de ciclo, el ciclo democrático que se inició con las primeras elecciones, la aprobación de la Constitución un año después, la derrota del golpe de estado y el ascenso al poder del socialismo.
En las rememoraciones que se han sucedido esta semana sobre aquellos primeros comicios que ganó UCD, que ganó Suárez, se han tratado de hacer comparaciones entre la situación política de la España del 77 y la actual, con moción de censura incluida. Hemos intentado buscar paralelismos para acabar jugando a encontrar las diferencias. Lo ha intentado Fernando Ónega y le ha salido un libro cuyo título es ya una declaración de intenciones: Qué nos ha pasado, España. De la ilusión al desencanto.
Franco lo había dejado todo organizado para que su negra sombra se alargara más allá de su muerte pero el invento le sobrevivió apenas dos años. En la España del 77 había ilusión y había un horizonte claro: Europa, queríamos ser europeos. La España del 17 es un país en crisis de identidad que ha encajado, y es protagonista, en una Europa en crisis de identidad. Cuatro décadas atrás, los gobernantes colocaron las urnas temerosos aún de la reacción del pueblo, que a la postre fue ejemplar y apostó masivamente por la libertad, incluso por la libertad sin ira. Ahora es el pueblo el que acude a las urnas temeroso de los denostados políticos que tienen que elegir. Más diferencias. El 23-F, la democracia inaugurada el 15-J salió reforzada del fallido intento de acabar con ella. Por la otra punta, la explosión de los indignados el 15-M hizo tambalearse a los pilares del sistema que ahora les ha acogido.
En la España del 77 el PSOE inició el camino hacia la moderación que le llevó a abandonar el marxismo en el 79 y a ganar las elecciones en el 82. La alternativa de izquierdas pasó a pilotar la modernización del país durante 14 años y el bipartidismo se consolidó cuando la derecha se pudo reconstruir. En la España del 17, este fin de semana, el líder de un PSOE a la baja defiende su plan para «conseguir cuanto antes una amplia mayoría» con la única aspiración de que el socialismo ya no sea el cambio, sino una más de las fuerzas del cambio.
Cuarenta años después, lo que nos queda es la nostalgia de la ilusión.
RAFAEL MOYANO – EL MUNDO – 17/06/17