Final de etapa

Ignacio Camacho-ABC

  • Si queda algo de inteligencia orgánica en el PP buscará en el fondo de armario una figura de respeto para salir del caos

Hay momentos amargos en que un líder tiene que comprender, como Adolfo Suárez en el 81, que se ha quedado solo o que, en el mejor de los casos, su presencia divide a los suyos y por tanto ha perdido la cualidad esencial del liderazgo. Hernández Mancha, por seguir con ejemplos de la derecha, no lo quiso entender y tuvieron que echarlo en una especie de golpe de mano. Si Pablo Casado no es consciente de su soledad deben ser los barones regionales o los ‘elefantes’ en el retiro quienes le dejen claro que su responsabilidad y su pésima gestión en esta crisis le incapacita para seguir al mando. Que cualquier empeño en aferrarse al cargo sólo va a servir

para aumentar los estragos. Y que no se tiene que ir porque se lo pida la prensa o porque los seguidores de Ayuso le hayan organizado una insólita pero concurrida manifestación de rechazo sino porque es evidente que se ha equivocado y que los votantes le han perdido la confianza como candidato.

A diferencia de los tiempos analógicos de Suárez o de Mancha, en esta época digital hay que actuar rápido. El primer partido de la oposición no puede estar al pairo hasta el verano. Necesita organizar lo más pronto posible un congreso extraordinario -quizá de refundación- y después de este fin de semana desgraciado ya no es Casado ni nadie del aparato quien puede pilotarlo; esa oportunidad la desperdició el sábado cuando fue incapaz de alcanzar con su rival madrileña alguna clase de pacto. Si queda algo de inteligencia colectiva en el PP deberá tirar del fondo de armario y buscar una personalidad de respeto para que al menos ponga algo de paz en el caos. Y aun así existe la amenaza de que un jugador de ventaja como Sánchez decida convocar elecciones anticipadas. Pero ese riesgo era menester haberlo calculado antes de lanzarse a un estúpido cruce de navajas. El PP casi tendrá que darle las gracias al presidente si no aprovecha la circunstancia.

Después de este domingo lo lógico -aunque resulte ilusorio hablar de lógica en este paroxismo de sinrazón- sería abrir una fase de negociación cooptada que conduzca a la elección consensual de una figura de unidad con la ‘auctoritas’ necesaria. Sólo Feijóo reúne actualmente las condiciones apropiadas, pero es hora de que se sepa si tiene ganas. En caso contrario, primarias y a ver qué pasa porque no es seguro que Ayuso, la preferida de la calle, cuente con el mismo respaldo entre la militancia orgánica. Pero es hora de zanjar el conflicto bajo pena de que la formación quede desvertebrada y el electorado se pase a Vox en masa. Fallida la transición tras la caída de Rajoy no hay margen para prolongar una experiencia frustrada. Pero todo pasa por que un hombre honesto como Casado se asome a la ventana, se dé cuenta de que ya no es la solución sino la carga y asuma con un rasgo de nobleza trágica el final inevitable de un proyecto y de una etapa.