Finn Fuglestad: «El Gobierno de Noruega ha comprado la versión de ETA»

Entrevista a FINN FUGLESTAD, Profesor emérito de la Universidad de Oslo, EL MUNDO 21/07/13

 

Finn Fuglestad
Finn Fuglestad

· Finn Fuglestad es el autor de la única obra sobre Historia de España y Portugal escrita en noruego, una especie de «manual» dirigido a instruir a los ciudadanos de su país en lo que ellos ven como un mundo lejano.

· Profesor emérito de la Universidad de Oslo, reside en España desde 2001 y asiste absolutamente impactado al papelón que está haciendo el Gobierno de su país con la izquierda abertzale y con el terrorismo etarra.

Escribió una carta en un periódico noruego cuando se firmó la Declaración de Ayete en San Sebastián, escandalizado porque sus compatriotas «se habían dejado manipular como niños por la izquierda abertzale» en una escenificación bendecida por el ex secretario general de la ONU, Kofi Annan, y por la que fuera primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland. Ha escrito otra para quejarse de que, como reveló EL MUNDO, el ministerio de Educación noruego haya destinado más de un millón de euros a tres proyectos entre los que se encuentra uno sobre el derecho a decidir del pueblo vasco protagonizado por la izquierda abertzale.

Sobre que su país haya dado cobertura a la dirección de ETA –Josu Ternera, David Pla e Iratxe Sorzabal– durante más de un año, no da crédito. «No lo he asimilado, me parece absolutamente increíble». Se muestra escandalizado porque el embajador noruego en España no se «dignase» a responder a las cartas abiertas que esta noticia provocó, y está totalmente convencido de que sólo hay una respuesta a una situación semejante: «En primer lugar, el Gobierno español tiene que enfadarse en serio con el noruego».

«El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, tenía que haber convocado al embajador noruego pidiendo explicaciones, tenía que haber provocado una crisis diplomática. ¿Por qué no?», se pregunta.

El profesor Fuglestad tiene argumentos para sostener una posición que, inicialmente, pudiera parecer maximalista, argumentos basados en el profundo conocimiento del carácter de sus compatriotas.

¿Por qué no sería mejor enfrentarse al problema con una actitud didáctica? «Porque para los noruegos España es sol, playa, el Barcelona, el Real Madrid y el flamenco. Yo soy profesor de Universidad y mi ignorancia de España era abrumadora, de modo que es mucho mayor en otros estratos sociales. Es un asunto muy periférico, lejano, que no les interesa nada», explica.

«Los noruegos están muy satisfechos consigo mismos, piensan que su país es el mejor y que son moralmente superiores. Ésta es la cuestión. Si ven que el Gobierno español deja en evidencia al noruego [que cambia en septiembre] porque se ha puesto al lado de los verdugos, los ciudadanos reaccionarán. Allí se fraguaron los acuerdos entre palestinos e israelíes, se avanzó en el conflicto de Sri Lanka y se ha intervenido en Colombia; la política exterior noruega es contribuir a la paz en donde sea y ese es el modo de adquirir buena reputación. Si el Gobierno español sostiene que se ha hecho algo moralmente condenable, su denuncia puede ser efectiva. Pero, por ahora, no ha hecho nada».

De algún modo, Fuglestad reprodujo hasta su llegada a España los mismos prejuicios que sus compatriotas. La imagen de España en su juventud era Franco, «el enemigo ideal: un dictador fascista, todavía en Europa», cuya presencia concitó todos los rechazos –y en este punto, el de la repulsión a Franco, el profesor se manifiesta, como es obvio, batalladoramente contrario a cualquier tesis revisionista–. Desde la muerte del dictador, los noruegos se afianzaron en la creencia de que,«sin el Rey Juan Carlos, no se hubiera construido la Transición», un periodo que no entendieron y que les ha hecho pensar que hay que lograr la paz desde una posición de superioridad.

Parecen haberse quedado anclados «todavía en la época de Franco». «Es una especie de nosotros los buenos queremos ayudaros porque los españoles no podéis solos», dice. «Creo que es desconocimiento, no entienden lo que pasa en el País Vasco, para que haya paz ha de haber guerra y no tenemos guerra en el País Vasco», insiste.

Los argumentos empleados por este profesor de universidad, prestigioso africanista, con libros sobre Hispanoamérica y sobre el etnocentrismo, que un día se dejó atrapar por una historia que le pareció «extraordinaria, especial, distinta a la de cualquier país que yo conozco», son intelectuales, éticos y políticos y, en cuanto que lo son, también son económicos. «No quiero que mi dinero de contribuyente vaya a algo tan turbio». Se refiere al proyecto del Ministerio de Educación de su país protagonizado por la izquierda abertzale que cuenta con un presupuesto superior al que la organización terrorista se gasta ahora en un año. Pero también a otros aspectos: «¿Quién ha pagado la estancia de la dirección de ETA en Noruega? Los ciudadanos noruegos», se lamenta.

La escenificación de Ayete, realizada pocos días antes de que ETA anunciara el cese definitivo y como una concesión para que este anuncio se realizara, le parece un error. «Hay que ser de muy buena pasta para encontrar una explicación a la presencia en Ayete. Lo que ellos no entienden es que la izquierda abertzale está manipulándoles y han caído en la trampa como tantos otros. Ellos, que presumen de ser listos, se han dejado manipular como niños. No lo entiendo».

Le subleva que sus compatriotas hayan endurecido la leyes para que no vuelvan a ocurrir asesinatos masivos como el perpetrado por Breivik y sean más flexibles con la salida de prisión de etarras que han asesinado a 25 personas. «Es que parece que ellos no los ven como asesinos, sino combatientes por la libertad. Han comprado la versión abertzale y de ETA. Es muy fácil resolver problemas lejanos», critica.

Fuglestad contempla con cierta amargura cómo los noruegos han hecho de su país un «gran museo de la paz», al tiempo que pertenecen a un Estado «excéntrico, que se ha negado dos veces a entrar en Europa», que «no quiere mezclarse con el sur» y que se limita a establecer «principios», pero que se resiste a «asumir responsabilidades».

Naturalmente, ni siquiera puede imaginar qué harían las autoridades de su país si Noruega hubiera tenido un problema de terrorismo y España se dedicara a financiar cuestionamientos territoriales, dar cobertura a jefes terroristas y a escuchar receptivamente los planteamientos de su brazo político.

Entrevista a FINN FUGLESTAD, Profesor emérito de la Universidad de Oslo, EL MUNDO 21/07/13