- Dolores Delgado, María Jesús Montero, Adriana Lastra y Anna Gabriel; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
Dolores Delgado
La Lola se va a los puertos, por decir algo. A la chita callando, todos los días ha crecido su poderío de fiscal general. No es que quisiera hacerse la importante hasta romperse (cosas de la columna), pero le hacía ilusión darse pisto. Y si colaba, pues mejor que mejor.
Las Lolas suelen ser mujeres de carácter, y Lola Delgado no es ninguna excepción. Su última iniciativa, la de la evasión por razones de salud, hizo pensar en alguna estrategia diseñada a medias con su novio, el exjuez de voz atiplada que en su día contaba chistes bobos y se fingía amante de las sevillanas, como Mario Conde.
Lola y Baltasar no se parecen mucho entre sí. A ella jamás se le hubiera ocurrido que con el paso de los años su brío se impondría al de los colegas con más ínfulas profesionales. Cosas de la vida.
Antes de conocer a Garzón, Delgado se casó con un tal Jordi Valls, un catalán que trabajaba en el área internacional de unos grandes almacenes cuyo nombre solo se menciona cuando hay publicidad de por medio.
Separada y con dos hijos, del matrimonio con Valls, Lola pasó a la rentable amistad con Baltasar, que le dio buenos frutos profesionales. Y de ahí al amor. Los españoles supimos de la relación del juez y la fiscal por unas fotos robadas en las que la pareja disfrutaba de la noche en un viaje de novios a Italia.
Ahora Lola está hasta el moño de ser la fiscal general del Estado, si bien ha conseguido que le suceda su segundo, Álvaro García Ruiz, un fiscal que sale en las fotos calzando la camiseta del PSOE. Claro que peor es lo de ella, que sale en los audios de Villarejo.
Anna Gabriel
Era aquella chica de la CUP que en febrero de 2018, por los hechos del 1 de Octubre de 1917, huyó a Suiza para no ser menos que Puigdemont. Luego se cortó el flequillo y consiguió que no la reconociera nadie. Mientras era la chica más radical del Parlament, todo el mundo la señalaba por la calle, pero fue quitarse el flequillo cortado con hacha, a lo abertzale, como le decía Dani Rovira a a Clara Lago en Ocho apellidos vascos, y la chica de la CUP se transformó en la princesa de cuento que es ahora, ya reconciliada con el imperio de la ley.
Anna Gabriel, subversiva, de izquierda, indepe y anticapitalista, no se ha visto en otra. Poner un pie en Madrid y llamar a la puerta del Supremo obró el milagro sin pasar por la beatificación del secesionismo. Era la misma chica que cinco años antes había sido declarada en rebeldía por el juez Llarena. Hasta Carlos Lesmes le cedió educadamente el paso en las dependencias del alto tribunal, donde Anna acudió acompañada de su abogado, Íñigo Iruin, exbatasuno, todo hay que decirlo. Allí fue recibida con la normal indiferencia que en Barcelona recibirían a Victoria Federica o a Pipi Estrada. El juez dio la bienvenida a Gabriel y le deseó una feliz estancia en Madrid, en Ginebra o donde le viniera en gana, siempre que quedase a disposición judicial. En caso de necesitarla, el juez se lo hará saber.
María Jesús Montero
La ministra de Hacienda ha cambiado su melena rizada y trianera por un look más actual que rechaza las comparaciones flamencas. María Jesús Montero (nada que ver con Irene Montero), se pasó la pandemia del Covid ejerciendo de portavoz de Moncloa junto a Fernando Simón, que acabó en portavoz de sí mismo. Ahora se pelea con otra pandemia, la de la inflación, que trae a maltraer a todo el Gobierno. Y a partir de ayer mismo, tendrá que pelearse con la patológica tendencia de su partido a creer que el derechazo andaluz del 19 de junio se va a repetir de ámbito nacional en las próximas elecciones generales.
María Jesús Montero (Sevilla, 1966, licenciada en Medicina, dos hijos), “Marisú” para sus íntimos, ya es la número dos del PSOE, donde Sánchez la ha colocado como vicesecretaria general sin dejar el Ministerio de Hacienda. Me presta desear suerte a esta mujer que tan bien parada sale en las comparaciones con el resto de los ministros y que personalmente me recuerda a mi querida Carmen Alborch.
En María Jesús veo carácter, resolución y compromiso con la tierra andaluza y con la causa de los más débiles. Creció políticamente a la izquierda del partido socialista y de ahí sus buenas relaciones con el componente podemita del Gobierno. Muy en línea con su estirpe comunista y cristiana de base, que es de donde venía cuando ejerció como gerente del hospital Virgen del Rocío de Sevilla.
Poco después, Manuel Chaves la rescató para ser viceconsejera de Salud de la Junta de Andalucía. Y desde entonces, la cirujana que acabó sintiéndose más cómoda en el despacho que en el quirófano (se había licenciado en cirugía), ya no se apeó de la política, primero en el ámbito regional (nada menos que dieciséis años en el gobierno de la Junta) y luego, en el Gobierno de España, donde saca nota alta.
Adriana Lastra
Adriana sigue los pasos de María Jesús en los lances de la vida (por ejemplo, la maternidad) y María Jesús hace lo propio con Adriana en los laberintos de la política. Dos eran dos, cada una por su lado.
Adriana nació en Ribadesella, el pueblo en el que murió Menchu A. del Valle, la abuela de la reina, y de ahí saltó a Oviedo, donde adquirió el sello de asturiana que piensa conservar mientras viva. En Oviedo ha fijado su última vivienda, un ático de casi doscientos metros cuadrados en el que ya reside con el hombre de su vida. La pareja no estará sola. Adriana ha confesado que está embarazada, circunstancia por la que se ha acogido a una baja laboral. Y es que los médicos le han recomendado hacer reposo hasta que el bebé nazca.
La ya exvicesecretaria general del PSOE se ha quitado de en medio para desconectar y de paso, resignar el cargo de número 2 del partido. Todo ha venido de golpe, aunque lo prioritario es proteger su deseado embarazo. Después del nacimiento, Adriana retomará la política y si todo va bien, se reactivará como diputada en el Congreso.
Hija de una madre peluquera y un padre taxista (ya fallecido), Lastra ha vivido en el madrileño barrio de Chueca. Su vida, sin embargo, acaba de dar un cambio con el regreso a Asturias para dedicarse a la familia y al hijo. La política deberá esperar, porque Sánchez se le ha empezado a quedar lejos, como Carmen Calvo, José Luis Ábalos, Susana Sumelzo, Juanma Serrano, y tantos otros hacedores del sanchismo fundacional, hoy en franco declive.