IGNACIO MARCO-GARDOQUI-El Correo

Al analizar la evolución de la pandemia, el Gobierno asegura que todo se ha hecho bien, incluso que lo hemos hecho como los mejores. Las cifras dicen lo contrario, pero nos insisten en ello. Ahora llegan 30 científicos, de los más acreditados, y piden una auditoría, de las actuaciones del gobierno central y de las autonomías. ¿Para qué, si todo está bien, o es que tampoco ellos se creen la versión oficial? Y por cierto, ¿Cuál es la razón para publicar su petición en una revista del máximo nivel científico, pero extranjera? No se si se trata de salvar su presunta responsabilidad ‘urbi et orbe’ o de presionar para les hagan caso.

En el terreno de la economía también hay una gran discrepancia entre los cerrados aplausos que se prodiga el gobierno autosatisfecho y los diputados que lo sostienen y la tozuda realidad de unas cifras que asustan. El PIB cae en todos los países y el paro sube en todo el mundo, pero aquí cae más el uno y sube más el otro. ¿Estamos seguros de hemos hecho todo bien?

No, al contrario, hay cosas importantes que hacemos mal como jugar al despiste, cambiar de criterio con excesiva frecuencia y explicarlo luego mal. Nos pasó con la derogación de la Reforma Laboral que primero era un compromiso estrella del pacto de Gobierno, que luego fue ratificado en el acuerdo con Bildu, para pasar a ser calificado de absurdo por la propia vicepresidenta Calviño y colocarse ahora en un limbo indefinido. Nadie sabe cuál será su alcance real, ni su calendario de aplicación definitivo.

Esta semana ha sucedido lo mismo con la reforma fiscal. El acuerdo de gobierno preveía un amplio y sustancial incremento de varias figuras impositivas como el IRPF, el ahorro y el impuesto sobre sociedades, la unificación -al alza evidentemente-, del actual desorden en la tributación de la riqueza y la implantación de nuevos impuestos en el ámbito digital, medioambiental y financiero. Bueno, pues Pedro Sánchez ha dicho esta semana que queda postpuesto hasta que alcancemos los niveles de actividad anteriores a la aparición del bicho. Dice que, estos, son tiempos de preocuparse por la inversión y el empleo. Por su parte, la ministra de Hacienda asegura también que una cosa son los programas y otra su aplicación práctica en función de la realidad.

No puedo estar más de acuerdo con estas declaraciones últimas y no pienso criticar una cosa y su contraria. Lo que me disgusta es el razonamiento, no la conclusión. Si no vamos a subir la presión fiscal para cuidar de la actividad y del empleo, ¿qué pasa, que las subidas eran perjudiciales para ambos? ¿Estábamos dispuestos a castigarlos? ¿Por qué razón? La revisión, insisto al alza, de la fiscalidad, junto con la derogación de la Reforma Laboral, eran los dos pilares del programa económico del gobierno. ¿Que ha sucedido desde entonces?

Pues que las propuestas iniciales ya eran peligrosas en un entorno pre Covid y son manifiestamente dañinas en el actual post Covid. No es casualidad de que, en medio, se haya desarrollado la Cumbre europea de los dineros, ni es un secreto que los ‘hombres de negro’ van a actuar esta vez con sigilo y discreción. Pero, ¿Puede alguien imaginar que este cambio radical de posición del gobierno Sánchez sea ajeno a la constatación de que los principales países de la UE están haciendo exactamente lo contrario a lo que antes proponía y caminan en el sentido de lo que ahora sugiere? Alemania e Italia en mayor medida y Francia en menor, todos ellos tienen planes de ingentes bajadas de impuestos para reanimar el consumo y generar actividad. Lo hacen porque piensan que ese es el camino de la reconstrucción. ¿Nos iban a dejar hacer lo contrario utilizando su dinero? Pienso que no, claro y que es, precisamente eso, lo que está detrás del brusco cambio operado en el Gobierno. En resumen, forzado, pero aceptable.