Editorial, EL CORREO, 12/9/12
La manifestación de Barcelona contribuye a tensar las costuras de la España autonómica
La multitudinaria movilización que ayer colapsó el centro de Barcelona tras el lema ‘Cataluña, un nuevo Estado de Europa’ activó la disposición favorable a la independencia mostrada por la mitad de los catalanes en la última encuesta del CIS. Los ciudadanos que participaron en la manifestación viven la tensión nacionalista o catalanista de manera diversa, desde quienes no admiten otro horizonte para los catalanes que un Estado propio a aquellos que demandan un autogobierno más amplio que el que ofrece el Estatut. El presidente de la Generalitat, que fue el único responsable convergente que rehusó acudir a la cita por preservar su papel institucional, insistió ayer en convertir la marcha en la advertencia de lo que podría deparar la negativa del Gobierno Rajoy a aceptar el ‘pacto fiscal’. En el fondo Mas sitúa al Estado constitucional ante una disyuntiva endiablada, porque si el sistema de Concierto y Cupo que la Carta Magna concede a Euskadi y Navarra se extendiera a Cataluña por temor a la deriva independentista de ésta comunidad, el resultado pondría tan entredicho la naturaleza autonómica de la España actual y su cohesión interna que conduciría a una soberanía fáctica en manos de la Generalitat. La creciente polarización entre el cuestionamiento del Estado de las autonomías a favor de la «recentralización» por un lado y el independentismo centrífuga por el otro está tensando las costuras de un modelo que sin duda es perfectible pero que en las tres últimas décadas ha brindado más beneficios que perjuicios al progreso y al bienestar de los españoles. La crisis ha propiciado que el nacionalismo periférico ponga en solfa la solvencia e incluso la viabilidad de España tachando su existencia como lastre para la recuperación económica de Euskadi o Cataluña. Esta visión ventajista y profundamente insolidaria de la realidad estuvo sin duda presente en la manifestación de ayer en Barcelona. Pero es responsabilidad de los partidos y de las instituciones atender el mensaje de la Diada para reconducirlo hacia la moderación y la racionalidad en la expresión de los intereses comunes y en la realización de las aspiraciones legítimas.
Editorial, EL CORREO, 12/9/12