Francáfrica

RUBÉN AMÓN, EL MUNDO 16/01/13

· Cualquier presidente en aprietos recurre solícito a la emergencia de un incendio exterior para abstenerse de sofocar el fuego doméstico. Podría sucederle a Hollande en el deterioro de su credibilidad y en la abstracción compensatoria de la guerra yihadista, pero también podría ocurrir que la determinación del jefe del Estado francés respondiera a un ejercicio de clarividencia geopolítica.

La hipótesis no parece convencer la movilización de los socios occidentales. Quizá la soledad de Hollande es inevitable porque Francia ha pasado a la acción sin esperar que se eternice el pronunciamiento de la ONU.

Se trata de la política de hechos consumados y del principio de injerencia legítima que teorizó Bernard Kouchner, acaso con la esperanza de incitar sobre la marcha aquella misma alianza que Londres y París concibieron para liquidar el régimen de Gadafi.

Francia interviene por responsabilidad colonial. Interviene para proteger compatriotas e intereses. Interviene porque la multinacional nuclear Areva explota uranio en Níger. Interviene porque se antoja urgente reaccionar ante la gran paradoja geopolítica del momento: las franquicias de Al Qaeda no han desaparecido. Han cambiado de desierto.

Y resulta que el desierto está a las puertas de Europa, como exponía Hollande en la antesala de la intervención. Probablemente esperando que EEUU y los socios occidentales fueran más solidarios y comprometidos de cuanto han demostrado serlo.

Cabe pensar si el Reino Unido, España e Italia dejan hacer a Francia para que las represalias que han anunciado los islamistas se circunscriban al Hexágono. Sería un ejercicio de cinismo que se añade a otras consideraciones ventajistas tan especulativas como la impopularidad de una guerra en tiempos de crisis.

A favor del conflicto, no podrá decirse esta vez que lo ha emprendido un gobierno de derechas. O sí podrá decirse, pues resulta que Dominque de Villepin, el hombre que dijo no a la guerra de Irak y que permanece secuestrado en aquel papel de telepredicador pacifista, acusa al socialista Hollande de haberse contagiado del virus neoconservador.

Ha sido la única y estrafalaria discrepancia. Quizá tenga razón Villepin cuando menciona que se avecina una crisis impredecible -se trata de una obviedad- pero no se le podrá reprochar a Hollande la iniciativa de haber desenmascarado una amenaza terrorista en el Mediterráneo que los aliados occidentales fingían ignorar.

Empezando por EEUU. Fue el difunto Mitt Romney quien mencionó el avispero de Mali en el debate de política exterior que lo enfrentó a Obama, pero no es probable que el presidente americano haya cerrado en falso la guerra de Afganistán para reconocer que Al Qaeda se ha reproducido en el continente donde nacieron sus ancestros.

RUBÉN AMÓN, EL MUNDO 16/01/13