Francesc de Carreras: «Ninguna nación civilizada reconocerá a Cataluña»

Entrevista a FRANCESC DE CARRERAS – EL MUNDO – 21/09/15

Francesc de Carreras
Francesc de Carreras

· Catedrático de Derecho Constitucional. Ha sido la autoridad de prestigio académico que con más claridad se ha enfrentado desde dentro de Cataluña al poder político independentista. Vinculado a C’s, advierte a los partidos nacionales de que sólo recuperarán credibilidad allí con medidas de regeneración política.

Pregunta.– ¿La sentencia del Estatut es un detonante suficiente para explicar la deriva rupturista de CDC?

Respuesta.–En absoluto. Dentro de CDC, buena parte de la dirección ya era independentista en 1980, empezando por Jordi Pujol. Pero no era el momento. Entre 1999 y 2003, el PSC comete la torpeza de pactar con ERC la elaboración de un Estatut. Ahí comienza una carrera con CiU por el voto independentista. Y desde 2007 se crea un clima contra el Constitucional (TC), un clima contra la legalidad, que cristaliza en 2010 en la manifestación contra la sentencia. Entonces hay una grave crisis en España y CDC cree que es el momento.

P.– ¿Y qué fue de las bases moderadas de CDC?

R.– Las capas medias están entusiasmadas. Pero los que saben que no es cierto, la alta burguesía, los empresarios, el que tiene una tienda… están desesperados. No se habían enterado de que iba en serio y además han visto que la Cataluña independiente será muy de izquierdas.

P.–¿Es posible que la izquierda de Junts pel Sí traicione a Artur Mas y se una a Podemos y la CUP?

R.– Absolutamente. La CUP ha dicho que nunca votará a Mas. Catalunya Sí que es Pot, cuya postura va a ser clave, también. Y Romeva ha recordado que el acuerdo para investir president a Mas no está escrito.

P.– Unió propone una reforma constitucional para incluir la «identidad nacional» y los «hechos diferenciales». ¿Qué le parece?

R.– Los hechos diferenciales ya están reconocidos en los estatutos, admitidos por la Constitución. La lengua, los derechos históricos, la consideración como nacionalidad… Si lo que quieren es una cláusula como la que reconoce a Quebec como una «sociedad diferenciada», al sector independentista le va a saber a nada.

P.– ¿Se corre además el peligro de alentar una carrera entre territorios?

R.– Claro. Ninguna comunidad, singularmente Andalucía, va a permitir que le digan que es menos.

P.– Usted lo que ha propuesto es una consulta sobre los principios establecidos por el Supremo canadiense para Quebec. ¿En qué consiste?

R.–Eso lo hice en 2012. Ahora, las elecciones del 27-S son autonómicas, pero los resultados serán leídos en clave de independencia sí o no. Y lo que hay que contar son los votos, no los escaños. El Supremo canadiense dijo que, si una parte de un Estado quiere, de una forma clara y muy mayoritaria, constituir un Estado propio, hay que sentarse a hablar. Para saber cuál es la voluntad de esa parte, además de las elecciones, en las que se juegan otras cosas, se puede hacer un referéndum consultivo con una pregunta pactada con el Estado que sea clara. Un referéndum consultivo sólo en Cataluña se puede hacer, el artículo 92 de la Constitución lo permite siempre que lo convoque el Gobierno de España.

P.–Esa propuesta implica admitir que hay una demanda social real por encima de intereses partidistas.

R.– Existe una demanda social, pero en absoluto es mayoritaria. Y los independentistas siguen mintiendo, diciendo que no les van a expulsar de la UE. Eso no es debate.

P.– ¿Habría sido entonces más inteligente el Gobierno de España si hubiese pactado una consulta?

R.– Desde luego. Como hizo David Cameron en Escocia. Encargó estudios a expertos, los explicó, generó debate y ganó el referéndum.

P.– ¿Sería solución a largo plazo?

R.– Yo creo que sí, que no volvemos a plantearlo en 20 años.

P.–¿Qué mayorías se exigirían?

R.– Es el Congreso quien debe fijar el quórum y la mayoría. En Montenegro se estableció un quórum del 50% y una mayoría del 55%. Y los serbios lo respetaron. Este país está lleno de fanáticos, pero mucho más lleno de personas que, si se lo explicas bien, entienden las cosas.

P.–¿Con qué armas cuenta el Estado contra una declaración unilateral de independencia?

R.–Con armas absolutas. Primero, la reforma del TC me parece adecuada. Aunque si hay un movimiento insurreccional, no bastará. Luego está el artículo 155.

P.– El ministro Margallo cree que eso sería una «bomba atómica».

R.–Eso es absurdo. Claro que puede haber traumas, aunque en el fondo no es la suspensión de la autonomía. El 155 lo que hace es colocar al Gobierno del Estado en la cúspide jerárquica, con autoridad sobre el Ejecutivo autonómico, para hacer cumplir la ley y, si no, recurrir a métodos coactivos. Y hay otra opción.

P.– ¿Cuál es?

R.– Es todavía más traumática, el estado de sitio. Procedería si el enfrentamiento se lleva a las últimas consecuencias, por ejemplo si los jueces se niegan a aplicar lo que resuelva el TC. El Gobierno nombraría un delegado que impondría la ley.

P.–Tras las intervenciones de Obama y de los principales líderes de la UE, ¿es posible la independencia?

R.– No tiene nada que ver, un Estado independiente se crea por la vía de los hechos. Si en un territorio se establece un poder y no hay otro que se enfrente, ahí hay un Estado que adquiere personalidad jurídica. Otra cosa es que sea reconocido por la comunidad internacional. Si Cataluña llega a esa situación vulnerando las normas del Derecho, no será reconocida por ninguna nación civilizada. Quizá Venezuela. No tendrá relaciones diplomáticas y puede enfrentarse a un boicot en sus relaciones comerciales.

P.– ¿En qué deja esa reflexión el debate sobre la pertenencia a la UE?

R.– Los Estados que forman parte de la UE están enumerados taxativamente en los tratados. Si Cataluña se ha declarado independiente y, aunque no sea reconocida por la comunidad internacional, se ha constituido como un Estado, no es que sea expulsada, es que se habrá autoexcluido. El acceso tiene que ser aprobado de forma unánime por los 28 miembros, pero antes hay otro paso, el de la solicitud de admisión, que también requiere unanimidad.

P.– ¿Qué parte de culpa tiene el Gobierno en esta situación?

R.–La de no enfrentarse al problema más allá de interponer recursos. Ha esperado a que se enfrentara el independentismo de derechas con el de izquierdas para que el asunto se resolviese solo y eso no ha ocurrido.

P.–¿Está aún a tiempo?

R.– Siempre se está a tiempo. Ha llegado la hora de pasar a la acción política. Y eso pasa por que se hagan reformas en el plano político institucional con voluntad regeneradora de la vida pública. Es lo único que puede devolver la credibilidad a los partidos nacionales. En Cataluña hay gente nacionalista, pero hay muchos que se han sumado por un exceso de pesimismo hacia lo que sucedía en España con la corrupción.