ABC 10/01/14
· Mueren los tres terroristas en dos asaltos simultáneos de la Policía
· Las fuerzas de seguridad ponen fin a tres días de tragedia tras una oleada de sangrientos ataques islamistas
Los hermanos Kouachi intentaron morir matando, pero fueron abatidos limpiamente por la Policía Antisemita Amedy Coulibay quiso dar una dimensión antisemita a su toma de una tienda de comida judía situada junto a una escuela hebrea
El asesino de una policía de París asaltó una tienda judía en la que mató a cuatro rehenes y fue posteriormente abatido
El Estado francés no quiso dar ninguna opción a los yihadistas. No quiso negociar con ellos ni darles tiempo para mantener la tensión. Y ni mucho menos darles la oportunidad de glorificar su imagen o intentar buscar la emulación de sus acciones. Los dos terroristas que perpetraron el ataque contra la redacción de la revista «Charlie Hebdo» se habían atrincherado en una imprenta al noreste de París con un rehén. Un tercer yihadista se había apoderado de un supermercado de comida judía (kosher) en la capital francesa con un número indeterminado de rehenes. Tras una primera toma de contacto y tras instarles a la rendición, el Gobierno dio la orden de asalto. En las acciones murieron los tres terroristas. Cuatro de los rehenes del supermercado habían muerto también, pero la Fiscalía de París aclaró horas después que fueron asesinados por el yihadista en los primeros instantes del secuestro, por lo que no habrían caído durante el asalto. Una doble operación relámpago que ayer fue aplaudida por la opinión pública.
Tras el asalto, el presidente, François Hollande, y el primer ministro, Manuel Valls, pronunciaron un mensaje de unión nacional en la defensa de la democracia y la tolerancia. Hay que remontarse a la guerra de la independencia de Argelia, durante los años 60 del siglo XX, y a la gran crisis de los suburbios del invierno de 1985, para encontrar paralelismos con estas matanzas.
En otros casos de secuestros terroristas, las fuerzas de seguridad francesas habían comenzado con laboriosas negociaciones prolongadas durante horas. En esta ocasión, ayer, los equipos de los ministerios de Interior y Defensa habían presentado al presidente de la República varios escenarios posibles. Se puso en marcha el más expeditivo y determinante. A las cinco de la tarde, los hombres del Groupe d’Intervention de la Gendarmerie Nationale (GIGN), en Dammartin-en-Goële (Seine-et-Marne), al norte de París, y las Brigades Rapides d’Interventions (BRI), en la Puerta de Vincennes, al este de la capital, intercambiaron sendas llamadas de OK. La ejecución de ambos asaltos podía comenzar.
Asalto a la imprenta
En la pequeña imprenta de Dammartin-en-Goële, los hermanos Said (34 años) y Chérif Kouachi (32 años) se vieron forzados a salir de la «madriguera» donde habían intentado atrincherarse catorce horas antes. Las fuerzas de seguridad utilizaron recursos clásicos (gases lacrimógenos, granadas especiales). Esperando caminar hacia el «paraíso», los Kouachi salieron creyendo que podrían morir matando, esperando ser glorificados como «combatientes de Alá».
Siguiendo las instrucciones precisas de la jefatura del Estado, las fuerzas de seguridad peinaron y acordonaron la pequeña empresa donde se habían refugiado los asesinos. La prensa estaba convenientemente alejada, por razones de seguridad y de «comunicación visual». Los Kouachi fueron abatidos en unos instantes, acribillados por un número considerable de tiradores de élite. El rehén quedó en libertad, ya que al parecer permaneció escondido en la empresa y los yihadistas desconocían su presencia. Las 72 horas de frenética huida de dos asesinos terminó sin gloria.
La Policía pudo descubrir rápidamente su identidad,porque uno de los hermanos había dejado olvidado su carnet de identidad en uno de los coches que utilizaron para huir. Con una impericia propia de criminales temerarios, los Kouachi se dejaron ver en varias gasolineras, sin ocultar que viajaban con fusiles de asalto kalashnikov y lanzagranadas, dando muestras de un exhibicionismo suicida.
Los cursillos de formación militar adquiridos por uno de los hermanos en el Yemen, la «educación religiosa» seguida en varias prisiones, la complicidad con bandas de delincuentes comunes, en la periferia de París y en el Yemen, no les sirvieron para gran cosa. Fanatizados, errantes en el microcosmos yihadista, los Kouachi fueron capaces de planificar y ejecutar una matanza atroz. Pero fueron perseguidos y abatidos con precisión en poco más de 72 horas.
Bombas trampa
A los pocos minutos del comienzo del asalto del refugio de los Kouachi, al norte de París, los especialistas de las BRI entraron en acción en el supermercado judío del que se había apoderado el tercer terrorista, Amedy Coulibaly, amigo y «colega» de los hermanos Kouachi. Coulibaly se había atrincherado en el interior del supermercado con varios rehenes, de los que asesinó a cuatro en los primeros instantes. Tanto este yihadista como los dos hermanos Kouachi habían preparado bombas trampa en la tienda y en la imprenta.
Este tercer terrorista también fue abatido con gran rapidez. Varios medios aseguraron que, en su trayectoria criminal de estos días, Coulibay estuvo acompañado por su novia, una joven musulmana que pudo huir horas antes del asalto.
La operación de Dammartin-en-Goële fue una acción policial casi militar, «limpia» e implacable. La operación de la Puerta de Vincennes fue más compleja. Desde el primer momento fue evidente que el secuestro del supermercado de comida kosher tenía una fuerte dimensión antisemita. Amedy Coulibay deseó dar a su crimen una connotación racista, antisemita, en las inmediaciones de una escuela judía. Dimensión étnica que precipitó una ola de inquietud en un barrio donde viven muchas familias judías.
En un principio, durante la trágica jornada del jueves, se puso en duda la posible relación de la matanza de los caricaturistas de «Charlie Hebdo», perpetrada por los hermanos Kouachi, y el ataque lanzado en una autopista en Montrouge por Coulibay. La trágica sucesión de acontecimientos reveló que los tres terroristas actuaban conjuntamente.
Los hermanos Kouachi y Amedy Coulibaly se conocieron en prisión, y fraternizaron en la periferia de París.
Los tres pertenecían a una suerte de banda que se «entrenaba» muy llamativamente en unos jardines públicos, las Buttes Chaumont, donde hacían «gimnasia militar» y se calentaban los cascos colectivamente con proyectos entre enloquecidos y criminales. AFP
Zoco de armas en los suburbios Los Kouachi se exhibieron con fusiles de asalto, pistolas y chalecos antibala que se pueden comprar con facilidad en mercados suburbanos Convocatoria de Hollande Se espera que a la manifestación de mañana en la capital francesa, convocada por el presidente Hollande, acuda más de un millón de parisinos
Los Kouachi y Coulibaly se exhibieron con chalecos anti balas, esgrimiendo fusiles de asalto y pistolas automáticas. Se trata de un armamento de tipo militar que se compra y se vende en oscuros «mercados» suburbiales.
La compra–venta de ese tipo de material en Francia también pone en evidencia las fallas del Estado puestas al descubierto por la tragedia de estos días. Por vez primera en la historia, una banda entre fanática, iluminada, criminal y mafiosa, ha sembrado el terror en la capital con inquietante impunidad durante tres jornadas.
El vespertino Le Monde y otros medios han hablado de un 11-S francés. Más allá de las fórmulas periodísticas o publicitarias, las matanzas de «Charlie Hebdo» y Montrouge han puesto de manifiesto que las semillas del terror están proliferando en los suburbios franceses con una rapidez letal.
Y anoche, el líder relisioso de Al Qaida en la Península Arábiga (AQPA), Harith al Nadhari, avivaba la llama desde Yemen con una amenaza de nuevos atentados en Francia, lanzada a través de un vídeo difundido en las redes islamistas.
Las llamaradas terroristas islámicas de los últimos años son contemporáneas de la profanación de cementerios, cristianos, judíos y musulmanes, de ataques con bombas artesanales contra escuelas judías y musulmanas, de las guerras religiosas entre musulmanes fanáticos y conservadores, de las tensiones étnicas que enfrentan a franceses de diversa formación cultural y religiosa en más de 700 suburbios, en toda Francia.
Una vez concluida la doble operación, Hollande hizo un primer balance de estas tres jornadas en una alocución solamente a través de todas las cadenas de radio y televisión. Comenzó dando una noticia: «Estaré personalmente al frente de la gran manifestación de solidaridad nacional. Todos los franceses están invitados a participar en esa u otras manifestaciones, en toda Francia». Se espera que más de un millón de parisinos participen en una gran marcha de unidad, a la que están invitados todos los ciudadanos de todas las sensibilidades políticas, culturales y religiosas.
Unidad política
Antes de hacer ese anuncio, Hollande había recibido a todos los líderes políticos de la república, de Nicolas Sarkozy a Marine Le Pen, con el fin de dar una dimensión nacional a una respuesta cívica de fondo.
A continuación, Hollande deseó tranquilizar y dar serenidad a una opinión pública amedrentada, víctima del angustioso seguimiento de tres pavorosos baños de sangre. «La religión musulmana no tiene nada que ver con los fanáticos criminales», continuó el presidente, instando a la unidad nacional a todas las sensibilidades culturales y religiosas. Horas antes, los representantes de los imanes de Francia habían invitado a los musulmanes a participar en la gran manifestación.
Hollande terminó su mensaje a la nación anunciando el refuerzo de unas medidas de seguridad que ya están en estado de alerta máxima, recordando otro dato capital: «Estamos en guerra. Francia cumple con su deber, luchando militarmente contra el terrorismo, en África y Oriente Próximo. Esa determinación nos convierte en un blanco para los fanáticos extremistas. No debemos bajar la guardia. Hemos neutralizado a unos criminales, pero no debemos confiarnos».
A los pocos minutos de la intervención de Hollande, Manuel Valls, jefe de gobierno, se apresuró a ampliar el mensaje presidencial: «Francia debe afrontar un desafío y amenazas sin precedentes. Hemos neutralizado a unos criminales. Pero otras amenazas nos acechan». «Francia no ha sufrido jamás ataques criminales tan temibles como los que acabamos de sufrir y neutralizar», continuó Valls, insistiendo en que la lucha contra el terrorismo será larga y difícil: «Hemos conseguido neutralizar otros atentados, en el pasado reciente. Pero no podemos bajar la guardia. Seguimos estando amenazados, como nunca. Debemos reforzar nuestro arsenal policial, judicial y moral. Todos los franceses están invitados a participar en las manifestaciones de solidaridad del domingo. La unidad y determinación nacional es muy importante».
Horas antes, Hollande había convocado una reunión de crisis, acompañado de Valls y sus ministros del Interior, Defensa, Justicia y Asuntos Exteriores. Esa reunión duró dos horas cortas. Hollande y su equipo fijaron una «doctrina de acción» expeditiva, que se aplicó con extrema celeridad, precisión e implacable rigor militar.