- Lo seguro es que Macron aparece debilitado y Francia convertida en un riesgo político para Europa
Con tantas noticias como se producen a diario en España, el mismo día de las elecciones andaluzas fue la segunda y definitiva vuelta de las elecciones legislativas francesas -19 de junio-. Y quizá volcados como estamos en nuestra política nacional, nos ha faltado una cierta perspectiva sobre lo acontecido en nuestro país vecino, que ponía broche final a un proceso electoral que comenzó el pasado mes de abril, con las elecciones presidenciales que volvió a ganar Emmanuel Macron.
Era el presidente que ya en la aventura electoral de 2017 ganó por primera vez las presidenciales bajo la advertencia de que buscaba que nunca más se produjera en Francia una segunda vuelta frente a un candidato extremista, Marine Le Pen entonces. Pues bien, cinco años después, en abril de 2022, disputó la segunda vuelta exactamente contra la misma contrincante, que pasó a segunda vuelta con una ventaja de escasos 400.000 votos sobre el líder de la Francia insumisa Jean Luc Mélenchon, hombre populista de extrema izquierda, entre cuyas aspiraciones está la voluntad de poner punto final a la quinta República en vigor desde 1958.
Convocadas las elecciones legislativas bajo el lema de Macron, que suplicó a los electores franceses no añadir un desorden francés al desorden mundial, realmente la noticia no sólo es que Macron no alcanzó la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional; también lo es que nadie dispone de mayoría absoluta.
Veamos: la mayoría presidencial de Macron obtuvo 250 escaños, a 39 de la mayoría absoluta, situada en 289 escaños de un total de 577 sedes.
Por su parte, Nupes –el instrumento electoral del populista de extrema izquierda Mélenchon- quedó en 151 escaños; a su vez, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, extrema derecha, obtuvo 89 escaños. Por detrás, destacan la derecha democrática de los republicanos, que ha obtenido 62 escaños. Hay otros representantes de la derecha democrática, regionalistas, izquierda democrática que no se dejó absorber por Mélenchon, pero suman pocos efectivos en la Asamblea Nacional.
En plena guerra de Ucrania los electores franceses han colocado en posición de fuerza en la Asamblea Nacional a unas formaciones políticas de perfil putiniano claramente marcado
Así las cosas, y con nadie capaz de articular una mayoría absoluta, el quinquenio recién estrenado por Macron tras su victoria en las presidenciales del pasado mes de abril se hace duro en cuanto a sus perspectivas. El Presidente ya ha esgrimido la posibilidad de una coalición entre su grupo mayoritario en la Cámara y otro grupo que no podría ser sino el de los Republicanos. Pues se hace impensable que a extrema derecha o a extrema izquierda –la gente de Le Pen o la gente de Mélenchon- se pueda construir nada parecido a una coalición con Macron. El problema es que los republicanos ya han anunciado que ellos no están dispuestos a formar ninguna coalición con Macron, de tal manera que ese escenario hoy por hoy aparece irrealizable. La otra cuestión lanzada por el propio presidente es la de avanzar a base de pactar ley por ley. Bien, no se sabe a estas alturas lo que eso significa.
Lo seguro es que Macron aparece debilitado y Francia convertida en un riesgo político para Europa por al menos tres razones. La primera razón, porque en plena guerra de Ucrania los electores franceses han colocado en posición de fuerza en la Asamblea Nacional a unas formaciones políticas de perfil putiniano claramente marcado, la Agrupación Nacional de Le Pen de un lado, la Nupez de Mélenchon del otro. ¿Cuánto tiempo podrá la Unión Europea aguantar esta situación? La segunda incertidumbre hace al propio Macron. Asediado por partidos euroescépticos, encorsetado en sus capacidades para dirigir Francia, hasta qué punto el presidente de la Republica puede continuar encarnar una renovación europea. Hoy, más bien un portador de esperanza camino de la jubilación, es seguro que Macron pierde la ocasión de tomar el bastón de líder de Europa disponible desde la marcha de Angela Merkel en diciembre pasado. La tercera preocupación es preguntarse qué reformas estructurales le serán permitidas a Francia en el marco dantesco de su endeudamiento público. En suma, nos encontramos ante una Francia bloqueada. Y más cuando el dinero mágico, ese que se ha mantenido en un entorno monetario extraordinariamente acomodaticio durante años, se ha terminado. El retorno con fuerza de la inflación ha interrumpido prematuramente la lectura de ese cuento monetario encantador. A punto de alcanzar los tres billones de euros de deuda pública, con una economía en neta desaceleración, la economía francesa se prepara para recibir malas noticias.
Tal conciencia de su fragilidad le lleva a rechazar la presentación de una moción de confianza ante el nuevo Parlamento, en tanto Mélenchon anuncia la presentación de una moción de censura
Macron acaba de ratificar a Elisabeth Borne como Primera Ministra. El problema es qué se hace para gobernar al día siguiente en tamaña situación de debilidad. Por de pronto, tal conciencia de su fragilidad le lleva a rechazar la presentación de una moción de confianza ante el nuevo Parlamento, en tanto Mélenchon anuncia la presentación de una moción de censura, que sabe perdedora, pero que le sirve para complicar la vida al gobierno desde el comienzo de la legislatura además de para reforzar su papel de fuerza opositora mayoritaria.
Contemplado de otra forma, así ha dado comienzo realmente el segundo y último quinquenio de Macron, en minoría parlamentaria. De manera que lo que está también en juego es cómo se encauza el postmacronismo, la elección presidencial de la primavera de 2027. El tiempo pasa rápido y es seguro que el liderazgo que necesariamente debe surgir del macronismo va a ocupar crecientemente el debate político de nuestro país vecino. En este momento, ya tres dirigentes de ese campo se postulan como favoritos para en su día: Edouard Philippe, que fue el primer ministro en el período 2017/2020; Gérald Darmanin, actual ministro de interior y Bruno Le Maire, ministro de economía. Pero es seguro también que queda mucho tiempo y muchas posibilidades. No menor debería ser la posibilidad de la formación de una izquierda republicana francesa que acogiera en su seno a la izquierda democrática; en cierto modo, una reaparición o recuperación de un partido socialista hoy en crisis total, que en la primera vuelta de las presidenciales solo obtuvo un 1,7% de votos.
Lo que es seguro es que Francia se adentra en un terreno desconocido, por inestable, a lo largo de toda su quinta República. Terreno al que habrá que prestar la atención que merece el segundo país económico de la Unión Europea.