CHAPU APAOLAZA-ABC

  • La ha tenido que hacer muy gorda Sánchez para sacar a la derecha a la calle

A la derecha la calle le sienta como a un monje dos pistolas. Este fin de semana salieron a manifestarse un poco fuera de contexto, como siempre. A la derecha le da alipori la manifestación y va por ahí con el rubor del cántico que sigue sin convencimiento. No sabe si estarse quieta o andar, si aplaudir, si qué. Tú a un sindicalista de 70 años de la federación socialista de Tetuán lo pones en la calle y lo mismo te arma una protesta por la Sanidad que por la subida de las pensiones o por un árbol que quiere cortar Almeida y el alcalde ya parece el asesino de ‘Viernes 13’. La derecha en cambio está inhabituada a la acera, y anda allí extraña y fuera de sitio un poco como Sánchez en un examen de conciencia o como un torero en un restaurante vegano. En el fondo intuye, casi genéticamente, que manifestarse es una cosa ajena a la gente de bien, sea lo que sea lo que signifique, y que el ciudadano donde mejor está un sábado por la noche es en un buen restaurante.

La ha tenido que hacer muy gorda Sánchez para sacar a la derecha a la calle en una mezcla de abrigos de loden y veinteañeros de la que emerge Esperanza Aguirre a cortar la calle Ferraz moviendo los brazos como si espantara las gallinas. Ah, la derecha está descubriendo las manifestaciones en un acto de autoexploración, asombrada y gustosa como el bebé que de pronto se descubre la mano. Y está en su derecho. Nadie sabe cómo ha sido, pero en los informativos anuncian en directo la presencia de peligrosas señoras rubias del barrio de Salamanca que algunos perfilan como una versión del Cojo Manteca con mechas; acaso escondan bajo el abrigo la raqueta de padel y en cualquier momento disparen con el tirachinas de Jaimete unos perlones como rodamientos de camión.

Gritan «Sánchez a prisión». Qué será lo siguiente. Esta imagen de los cayetanos cabreados como de peligrosos militantes de una banda armada la dibuja curiosamente la izquierda para la que la manifestación era la expresión legítima de la voz de un pueblo al que estos no pertenecen porque juegan a golf. Esto cuando hablaban de jarabe democrático. A ver si es que los oprimidos no son Junqueras, Rull y Turull sino los manifestantes de la derecha a los que sueñan con meter en el talego y tengamos que colgar de los balcones banderas que pidan ‘Freedom for the cayetanos’.

A veces, España se presenta en una visión clarísima como el aire de Madrid después de los chaparrones, y el sanchismo identifica como una amenaza para la democracia a unas señoronas de Núñez de Balboa porque cortan una calle mientras pactan la amnistía de los ‘cedeerres’ y los del tsunami, abolladores de cascos de policías que metieron fuego a Barcelona, y te venden un futuro de progreso en una foto con los de Bildu convertidos en hombres de paz. El blanqueamiento del procesismo como socio del Gobierno de un futuro mejor necesita la energía de un cataclismo por el que se invierte la culpa y ya vamos siendo todos golpistas, menos ellos.’