Frente a los violentos

¿Cómo se debe cubrir, cómo se deben contar las historias, cómo se debe hacer periodismo de un fenómeno, de un grupo de personas al margen de la ley que, si pudiera, terminaría con el periodismo que uno quiere hacer? La pregunta no es nueva en el mundo; para nosotros la respuesta es urgente.

¿Cómo se debe cubrir, cómo se deben contar las historias, cómo se debe hacer periodismo de un fenómeno, de un grupo de personas al margen de la ley que, si pudiera, terminaría con el periodismo que uno quiere hacer?

La pregunta no es nueva en el mundo; para nosotros la respuesta es urgente.

En Estados Unidos se la plantearon el 11 de septiembre de 2001 y con más crudeza cinco meses después cuando el periodista Daniel Pearl, de The Wall Street Journal, fue secuestrado en Pakistán y asesinado un mes después tras una serie de demandas no cumplidas por parte del gobierno estadunidense.

Se lo plantearon también en Estados Unidos cuando Ted Kaczynski, el asesino llamado el Unabomber, exigió la publicación de un manifiesto en la prensa nacional con la amenaza de seguir matando.

Se la plantearon los periodistas en Colombia cuando los cárteles de la droga enfocaron su violencia contra periódicos y periodistas. Cuando mataron a Guillermo Cano, destrozaron El Espectador o secuestraron a Francisco Santos, por nombrar sólo algunos de los casos más relevantes.

Se la han planteado los periodistas en la España democrática, donde la violencia de ETA ha atacado e intimidado a medios de comunicación y periodistas que no le son afines, que no cuentan “su historia oficial”. Cuando el grupo separatista ha atacado a la televisión pública vasca o a la Universidad de Navarra. Cuando han enviado paquetes bomba a periodistas de medios no vascos en el País Vasco.
Los periodistas de estos tres países enfrentaron una nueva circunstancia y tenían viejos cánones; con añejas certezas y axiomas inservibles para los nuevos fenómenos. Sometieron sus verdades de manual al escrutinio de las nuevas realidades y llenos de dudas fueron construyendo nuevos paradigmas.

Convengamos lo siguiente: las acciones de violencia contra el periodismo buscan despojarlo de su más importante poder: ejercer todos los días en plena libertad su oficio, sobre todo decidir, con base en criterios profesionales, qué y cómo contar las historias de interés público. No existen para los violentos las armas cotidianas del oficio, la de la información verificable, la crítica o el escrutinio. En el México de hoy es comprobable que ahí donde reinan los violentos y sus reglas, el periodismo ha muerto.

La situación extrema que hoy viven regiones del país se ha topado, lamentablemente, con un gremio desunido y poco solidario. Confundido entre el recelo, la mezquindad y la sana competencia. Ambiente propicio para quien viene intimidando hace años con una llamada amenazante, una bombita casera, algún asesinato aislado en una población alejada, un secuestro, una extorsión.
Ante las cabezas sin cuerpo, las mantas sin autor verificable, las matanzas, las presentaciones cotidianas de presuntos “capos”, la violencia que nos invade, pues; cada medio, cada periodista, viene actuando y decidiendo sólo. A veces con argumentos de rancio academicismo, a veces por la búsqueda desesperada de audiencia disfrazada de servicio al público.

Cada uno desde su trinchera. Aislados.

El agua está llegando a los aparejos.

Hoy en día, el grupo de profesionales con el que trabajo todos los días, los colegas con los que hablo, tenemos más dudas que certezas; la única, tal vez, es que no sirven las viejas respuestas, y que es hora de pensar y repensar cómo hacemos lo que hacemos.
35 directores de medios colombianos, más cercanos a nosotros y nuestro dilema, después de muchos muertos, muchos silencios, decidieron en noviembre de 1999 firmar el Acuerdo de la Discreción que reproduzco.

Conscientes de la responsabilidad social de nuestro oficio, los profesionales de los Medios de Comunicación de Colombia nos comprometemos con este Acuerdo por la Discreción, porque queremos contribuir al logro de la paz, al respeto de la vida y a la búsqueda del bien común.

1. El cubrimiento informativo de actos violentos —ataques contra las poblaciones, masacres, secuestros y combates entre los bandos— será veraz, responsable y equilibrado. Para cumplir con este propósito, cada medio definirá normas de actuación profesional que fomenten el periodismo de calidad y beneficien a su público.

2. No presentaremos rumores como si fueran hechos. La exactitud, que implica ponerlos en contexto, debe primar sobre la rapidez.

3. Fijaremos criterios claros sobre las transmisiones en directo, con el fin de mejorar la calidad de esa información y evitar que el medio sea manipulado por los violentos.

4. Por razones éticas y de responsabilidad social no presionaremos periodísticamente a los familiares de las víctimas de hechos violentos.

5. Estableceremos criterios de difusión y publicación de imágenes y fotografías que puedan generar repulsión en el público, contagio con la violencia o indiferencia ante ésta.

6.Respetaremos y fomentaremos el pluralismo ideológico, doctrinario y político. Utilizaremos expresiones que contribuyan a la convivencia entre los colombianos.

Preferimos perder una noticia antes que una vida.

Aquí ¿qué hacemos? ¿Quién convoca? ¿Cómo debatimos? ¿Qué firmamos? ¿Cómo aseguramos que nuestro oficio siga siendo nuestro?

masalla@gmail.com

Carlos Puig, MILENIO (México)