Tonia Etxarri-El Correo
Le habían indicado la puerta de salida durante todo el fin de semana. Pedro Sánchez envió multitud de recados a su exministro José Luis Ábalos, quien tanto se esforzó, hace años, por su resurrección política una vez saliera defenestrado, como secretario general, de aquel convulso y bochornoso Comité Federal del 2016, para que entregara su acta de diputado. Le toca dimitir para evitar que la tormenta desatada por su colaborador Koldo, con sus presuntas comisiones ilegales en la adquisición de mascarillas, acabe arrastrando a «esta dirección», como suele llamar Santos Cerdán a la cúpula del PSOE. Un Ábalos acorralado por su propio partido ya no presidirá mañana, miércoles, la Comisión de Interior donde se iba a abordar, ironías de la vida, casos de corrupción. Pero se está resistiendo como gato panza arriba a abandonar el escaño. Y aunque dimita, no se cortará la hemorragia tan fácilmente porque se está extendiendo por tantas ramificaciones (tres ministerios y dos gobiernos autonómicos, de momento: Baleares y Canarias) que, hoy por hoy, la situación está lejos de ser controlada.
Es cierto que el exministro no está imputado directamente en el caso de las mascarillas. Pero las contraprestaciones que necesita Pedro Sánchez para mantenerse en la Moncloa son tantas que necesita cobrarse piezas para eludir sus responsabilidades por culpa ‘in vigilando’. Si no tuviera esa debilidad parlamentaria en donde le colocaron las urnas, no tendría que estar tan pendiente de la aprobación de la ley de impunidad (amnistía para Puigdemont). Y si no estuvieran aguardando otras dos citas electorales, vascas y europeas, este ‘sapo’ se lo habría tragado Koldo en soledad. Y lo que considera el PSOE en los casos del PP («redes de corrupción generalizadas») no se lo habrían aplicado para sí mismos. Les habría gustado poder decir que Koldo es un caso aislado, una oveja negra. Y a otra cosa. Pero no puede ser. Sacrificar al exministro Ábalos tiene su riesgo. Ha acumulado mucho poder en estos años. Y mucha información. Pero tendrá que dejar de ser diputado del PSOE.
La imputación por cohecho, tráfico de influencias, blanqueo de capitales y participación en organización criminal tiene tantas ramificaciones que Pedro Sánchez va a necesitar muchos diques de contención. Se le ha quedado desbordado su ‘Manual de Resistencia’. Esta es una situación comprometida también para sus socios y sus aliados nacionalistas
¿Qué hará el PNV? Cuando Pedro Sánchez tumbó a Rajoy aprovechándose de un párrafo introducido por el juez De Prada en la sentencia que condenaba al PP como partícipe a título lucrativo de la supuesta ‘caja B’ de ‘Gürtel’, para presentar su moción de censura, el PNV cambió de bando. Por la conciencia «anticorrupción» y esas cosas. ¿Y ahora? ¿Le conviene al PNV seguir apoyando a Sánchez? ¿Tendría que volver a cambiar de bando para huir de la corrupción, ahora anidada en el entorno de la Moncloa? Cuando la coherencia choca con los intereses electorales se presenta el dilema.