IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • La fórmula elegida no resulta atractiva a quienes nos ven desde lejos y muchos de los nuestros se van

La noticia del desplazamiento a Madrid del director de Operaciones de Siemens Gamesa echa sal en una herida por la que supuran nuestros anhelos. Su marcha es el último capítulo de una larga serie de traslados, de tantos, que podemos decir sin exagerar que la empresa es madrileña, por más que mantenga aquí su sede social. Llega además en un momento especial, cuando el Gobierno vasco, y en especial el lehendakari, están hipersensibilizados con la acumulación de estudios y declaraciones de líderes sociales y empresariales que han puesto el dedo en la misma llaga y muestran su alarma por la decadencia de Euskadi como centro de localización de actividades económicas.

El enfado de nuestras autoridades es manifiesto, aunque nadie ha sido capaz de oponer argumentos ni negar las cifras ofrecidas para sustentar las críticas. No obstante, creo que el lehendakari hace mal en tomárselo tan a pecho y de manera tan personal. Esto no va de sus legislaturas, ni del trabajo de sus gobiernos. Entonces, ¿lo está haciendo bien? Pues depende de con quién lo comparemos. Si lo hacemos con el resto de las administraciones autonómicas, me parece que lo hace comparativamente mejor que la mayoría y peor solo que algunas que no citaré, por no molestar y porque todo el mundo sabe cuál o cuáles son. Por cercanía, nivel profesional y estrategia, creo que es mejor que la media. Si lo comparamos con regiones europeas o del resto del mundo, es igualmente evidente que estamos muy lejos de la cabeza.

Pero el problema no está en la gestión actual, el problema viene de lejos y se encuentra en el diseño que el nacionalismo dirigente -ese que gana elección tras elección y ocupa hasta la asfixia todos los espacios sociales, incluidos los deportivos, además de todos los políticos-, ha elegido para el País. Ya le he contado alguna vez que ese diseño se sustenta sobre tres pilares: el txoko, el batzoki y las cooperativas. El txoko, esa gran exaltación de la amistad y la buena mesa, como elemento de igualitarismo y fraternidad. El batzoki como centro de decisión y distribución de poder entre los ‘nuestros’. Y las cooperativas como modelo de organización empresarial común y alternativa. Un modelo que pasa por ser más social que las anónimas, aunque pague menos impuestos de Sociedades…

El diseño se sustenta sobre tres pilares: el txoko, el batzoki y las cooperativas

Todo ello unido por la argamasa del localismo y el arraigo, trenzado por una imposición exagerada y contraproducente del euskera como elemento de ‘diferenciación’. Los dirigentes de Siemens Gamesa aducen limitaciones de la oferta de enlaces aéreos para justificar el progresivo, pero interminable, traslado a Madrid de sus operaciones. Pero nadie debería minusvalorar el efecto que produce el hecho de obligar a los hijos de sus gestores a estudiar un idioma que merece el máximo respeto, pero que sirve de poco en el mundo interconectado de hoy. Una cosa es defender y apoyar el euskera y otra, bien diferente, es que para ser cirujano en Osakidetza cuente más el euskera que los doctorados y los años de experiencia internacional.

El modelo es perfecto para quien se encuentre cómodo en él, pero no es muy probable que la lista de los acomodados incluya al señor Tim Dawidowsky, el ejecutivo de Siemens que se va a Madrid. Fomenta el grupo, crea arraigo y proporciona protección a quien se integra. Fuera de él, en Euskadi hace frío. Pero es un modelo que no resulta atractivo a quienes nos ven desde lejos, y por eso no vienen a instalarse entre nosotros, y muchos de los nuestros se van.

Hay más. Hace unos días, Luis Ramón Arrieta hablaba en estas páginas del impacto de ETA. Está bastante bien estimado el costo de los daños producidos, no así el monto de los beneficios perdidos. ¿Cuál es el perjuicio de que Sevilla tenga AVE desde hace ¡30 años! y aquí tardará varios más en llegar? ¿De quién es la culpa, de la opresora Madrid o de las amenazas contra quienes construyen el TAV? Cuando alguien se va, no solo perdemos el importe fiscal de su renta, perdemos sus proyectos y su vida futura. Quienes se han ido fueron calificados de ‘enemigos del pueblo’, pero generaban riqueza y creaban empleos. Hoy lo siguen haciendo… en otros lugares.

Hemos elegido el modelo, ahora tenemos que apechugar con sus consecuencias. Y tendríamos que añadir la variable fiscal, pero se me agota el espacio. Volveremos con ella otro día.