IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Desde el punto de vista de la economía, las secuelas más importantes de la pandemia del Covid-19 han sido provocadas por las restricciones a la movilidad y la prohibición de aglomeraciones que las autoridades sanitarias se han visto obligadas a imponer para acabar con ella. En otros muchos sectores eso se ha traducido en pérdidas de demanda, en el fútbol en una minoración de ingresos inducida por la imposibilidad de contar con los procedentes de las audiencias y la obligación de compensar a los socios. En el caso del Athletic esta situación se traduce en pérdidas importantes de 20,8 millones en la temporada 19/20 y de 14 millones en la 20/21, como consecuencia de la peculiar distribución de los derechos televisivos. Unas pérdidas muy importantes que hubieran sido aún mayores de no haber contado con la ‘hucha’ del club que ha permitido destinar 43 millones, en dos años, a amortizar los fichajes de ejercicios anteriores.

¿Cómo enfrentarse a esta situación? Pues dado que el aumento de los ingresos no parece muy viable, no queda otra que rebajar los gastos, máxime cuando los socios esperan, con razón, que se les alivie de la carga de unas cuotas cuya contrapartida principal, la asistencia al campo, no disfrutan. Y con la espada de Damocles de unos ingresos por televisión cuyo monto no está asegurado en el tiempo, ni de lejos. Esto nos lleva a la obligación inexcusable de retocar el principal capítulo de gastos, que es la nómina de los jugadores a quienes la afición considera -pienso que con razón-, los principales beneficiarios de una filosofía tan particular como difícil de acomodar a los tiempos.

Y así aterrizamos de lleno en los temas centrales, dado que por encima de los efectos coyunturales causados por la pandemia es un buen momento para reflexionar sobre la estructura de gastos y colocarla enfrente de los resultados deportivos. Es evidente que sin unos buenos y sostenibles resultados deportivos no podremos mantener unos presupuestos tan abultados. No es posible ni coherente mantener en el tiempo unos presupuestos de Champions para ocupar luego el puesto 14 en la Liga. Máxime cuando partimos de una situación de déficit crónico si aislamos las cuentas de los siempre imprevisibles vaivenes de las ventas/compras de jugadores. Parece que nunca es buen momento para hablar de ello y nunca se dan las condiciones adecuadas, conscientes todos de que se abrirían grietas profundas en el alma en el club. Pero quizás la pandemia nos da una buena excusa para iniciar el debate y, a poco que dure, quizás nos obligue a hacerlo.

Si Bilbao tiene mejor economía que Sevilla, mejores empresas, mejor Puerto, mejores orquestas y mejores temporadas de Ópera, ¿No podemos aspirar a tener un mejor equipo de fútbol? A pensar…