Alberto Pérez Giménez-El Confidencial
Igual que en el País Vasco saben que el PP no se juega nada, sobre la victoria de Feijóo se pretende levantar la reconstrucción del centro-derecha
Pase lo que pase en Galicia el próximo 5 de abril «tendrá consecuencias para el centro derecha. Y parece que no nos damos suficiente cuenta de lo que está en juego». Esta afirmación de un diputado del PP en el Congreso muestra a las claras lo que se dirime en las urnas gallegas: la mayoría absoluta de Feijóo (y con ella, el punto de apoyo desde el que Génova pretende comenzar la ‘reconquista’); la posibilidad de que fragüe el modelo de alianza PP-Cs para seguir replicándolo por toda España y, por último, la posibilidad de que en la primera cita electoral a la que acuden PSOE y Unidas Podemos como socios acabe por darles el Gobierno gallego y, con ello, afiance el ‘pacto del insomnio’ y a Pedro Sánchez en La Moncloa.
Alberto Núñez Feijóo, el mismo que al comienzo de su primera presidencia era partidario de limitar los mandatos a dos, intenta revalidar su cuarta mayoría absoluta e igualar con el padre fundador del galleguismo político, Manuel Fraga. Las encuestas se mueven en una horquilla que va entre los 37 y los 39 escaños para el PP. Es decir, uno abajo o arriba de la mayoría absoluta, esos 38 escaños que marcan la diferencia entre el cielo y el infierno no solo para Feijóo, sino para el actual PP. Porque igual que en el País Vasco saben que no se juegan nada -el PNV va a ganar y gobernará con el apoyo del PSE-, sobre la victoria de Feijóo se pretende levantar la reconstrucción del centro-derecha.
Feijóo está convencido de poder mantener el Gobierno gallego sin el concurso de Ciudadanos. «¿Cómo se pretende negociar una coalición, renunciando a las siglas, entre una formación que ha sacado 41 escaños con una que ha tenido cero?», se preguntan retóricamente en el PP. Ciudadanos, efectivamente, es hoy una ficción en Galicia: obtuvo el 3,4% de los votos en 2016, cuando para poder entrar en el Parlamento regional necesita superar el 5%. La encuesta de Metroscopia que publicamos este sábado en El Confidencial le asigna apenas un 1,1%. Sin embargo, Inés Arrimadas lo tiene claro: «Nosotros respetamos al PP de Cataluña aunque saque muy poquitos votos…». Es decir, si quieren coalición en Cataluña, tendrá que haberla en Galicia.
Sin embargo, Feijóo no está dispuesto a ello. Y no le falta razón. Expertos en encuestas consultados aseguran que «la marca PP es todo en Galicia». El ‘tirón’ es tal que es capaz de atraer en las autonómicas a votantes que en las generales se decantan incluso por el PSG o el BNG. «¿Cómo va a renunciar Alberto a una papeleta que es una máquina de mayorías absolutas a cambio de apenas unos miles de votos?», insisten en el PP. Eso es lo que deben negociar el propio Feijóo y el secretario general de la gestora de Ciudadanos, José Manuel Villegas, que ante el primer encuentro fallido entre Teodoro García Egea y José María Espejo en el Congreso, intentarán desatascar la negociación antes del próximo jueves, que acaba el plazo de las candidaturas.
La solución, en las papeletas
En la gestora de Ciudadanos insisten en que «esto es una negociación a tres: Cataluña, País Vasco y Galicia», y en que no renunciarán a sus siglas en ninguno de esos territorios. Feijóo -tal y como están los sondeos- no puede despreciar ni un voto, y está dispuesto a abrir huecos de salida a Ciudadanos en sus listas, sin renunciar a la papeleta del PP y a la gaviota (o charrán). Ciudadanos sabe que, por separado, no tiene ninguna posibilidad de entrar en el Parlamento y debe buscar una fórmula que satisfaga a todos. Y que puede pasar, según apunta una fuente naranja, por «rebajar la marca en Galicia a cambio de un mayor protagonismo en Cataluña«. Aún hay tiempo para negociarlo.
Si finalmente se llega a una fórmula de alianza preelectoral, bajo el nombre del PP en Galicia, de País Vasco Suma o Cataluña Suma o de «Mejor Unidos» para el resto, la marca registrada ya por Cs, las elecciones gallegas serán la prueba de fuego para saber si, finalmente, esta alianza que se probó con éxito en Navarra debe extenderse al resto de España. Si es así, y Feijóo logra la mayoría absoluta, el centroderecha habrá conseguido «la fórmula electoral que, por un lado, permita al PP acometer el asalto al poder optando por la moderación y separándose de Vox» -dice un dirigente regional popular- y, además, permitiría a Cs conservar su marca sin ser fagocitado por el PP.
Si se fragua la alianza PP-Cs y ella le permite a los populares mantener el Gobierno de Galicia, Feijóo podrá presumir de mantenerse sin tener que necesitar apoyos de Vox, algo que sí han precisado en Madrid, Andalucía y Murcia. El líder gallego ha sido especialmente crítico con ese apoyo –«Vox es el juguete de Sánchez para dividir a la derecha», «Vox se dedica a decir ¡Viva España!, pero después ¿de qué coño sabe Vox?», son algunas de sus frases- y, sobre todo, se niega a que entre en el Gobierno.
Las encuestas discrepan en Galicia sobre el papel del partido de Abascal. Muchas dan por seguro su entrada en la Cámara con entre uno y cuatro diputados, aunque Metroscopia le deja fuera del Parlamento gallego con solo un 2,7% de los votos. En las generales de noviembre, Vox obtuvo 114.834 votos. Parece difícil que, por mucho voto útil que logre aglutinar la marca PP, la extrema derecha se quede fuera. Y, entonces, le hará pagar a precio de oro su apoyo a Feijóo.
Sánchez-Iglesias, campaña y presupuestos
Por último, a nadie se le escapa que, para terminar de complicar el panorama en Galicia, estas elecciones serán las primeras -junto al País Vasco- en las que PSOE y Unidas Podemos irán de la mano y con los Presupuestos en la otra. Moncloa sabe que arrebatar el Gobierno a Feijóo supone eliminar a un peso pesado popular, quitar la única administración autonómica que gobiernan en solitario los populares y, además, el mejor escaparate electoral para demostrar que la fórmula de Gobierno roji-morada funciona, es capaz de ganar hasta en Galicia y de apuntalar a los inquilinos actuales de La Moncloa.
Con Iván Redondo en retaguardia, Sánchez e Iglesias en tierras gallegas haciendo campaña al unísono y los presupuestos para prometer inversiones -el BNG ya pidió esta semana 2.000 millones de euros para recuperar los niveles de inversión presupuestaria de 2009- la de Galicia se anuncia sin duda como la madre de todas las batallas.