Vladímir Putin ha cometido un grave error estratégico al invadir Ucrania. Puede derrotar a sangre y fuego al Estado vecino, pero otra cosa es vencer a la nación que lo sustenta. La resistencia está siendo heroica. La guerra relámpago se ha convertido en una ocupación mucho más lenta, costosísima en vidas rusas y en esfuerzo bélico. El paralelismo con la guerra de Afganistán es muy revelador: la antigua Unión Soviética se impuso a corto plazo y al cabo de diez años tuvo que retirarse humillada. El dictador ruso, además, ha conseguido convencer a las democracias de todo el mundo de que lucha contra sus libertades y su modo de vida. Impresiona la reacción ciudadana en muchos países, con una defensa sin ambages de la democracia, los derechos fundamentales y la dignidad humana.
Las calles y las redes sociales de medio planeta muestran lo contrario al relativismo post-moderno que suele caracterizar a muchos líderes de opinión europeos y norteamericanos. El boicot de una emergente ciudadanía global a las empresas rusas o las extranjeras que operan en Rusia obliga a repensar cualquier estrategia de comercio e inversión en el país agresor. La solidaridad europea con los refugiados, al menos hasta ahora, indica que algo hemos aprendido de la crisis de 2015, pues abordamos la nueva avalancha de personas con una visión europea de conjunto, enraizada en principios éticos.
Las sanciones llevan a Rusia a una situación económica y financiera muy frágil
Los gobiernos occidentales han dejado a un lado sus diferencias en política internacional y se han puesto de acuerdo en articular una respuesta contundente, que incluye la ayuda militar a Ucrania y las sanciones más duras a Rusia. Comparten dos rayas rojas, la negativa a enviar tropas al conflicto y el rechazo a la zona de exclusión aérea pedida por el presidente Zelenski, por el riesgo de una confrontación directa. Las sanciones están llevando a una situación económica y financiera muy frágil al régimen de Putin, con la bolsa de Moscú cerrada y un gran fondo de reserva como toda defensa ante la amenaza de su aislamiento de la parte más próspera del mundo.
Si Estados Unidos y Europa consiguen pactar esta semana medidas para poder dejar de comprar a Rusia gas y petróleo (con las compensaciones necesarias entre ambos lados del Atlántico), la posición del agresor será todavía más débil. Estamos viendo a diario escenas terroríficas de destrucción de vidas humanas y contemplamos en directo cómo se arrasan ciudades enteras en contra de todas las leyes internacionales. La realidad de esta invasión, no obstante, es que el régimen de Putin puede ganar la guerra, pero perderá la paz.