IGNACIO CAMACHO-ABC
- Estas elecciones las ganará el que saque más votos que el adversario. En todo el país, no en territorios determinados
Aunque muchas encuestas siguen preguntando por las elecciones generales, dicha proyección de voto quizá no tenga mucho sentido a menos de un mes vista de unos comicios en doce autonomías y la totalidad de los municipios. Ésa es la decisión de voto que los ciudadanos meditan ahora mismo, si bien los dos principales partidos intentan que la temperatura política nacional influya en grado lo bastante decisivo como para interpretar el resultado en términos de plebiscito. En mayo va a ganar el PP, aquí queda dicho, y no es pensamiento mágico sino pronóstico informado, es decir, objetivo. Porque ganar significa quedar por delante del adversario, cosechar más sufragios en todo el país, no en uno o varios territorios determinados, y ese dato mostrará la tendencia que sí cabrá extrapolar, con las precauciones y matices debidos, hacia el futuro inmediato. Sucede, sin embargo, que la propaganda gubernamental intenta desviar el análisis hacia el reparto de poder en comunidades y capitales de alto valor simbólico para minimizar de antemano su previsible derrota a escala de Estado, y esconder de paso la evidencia contrastada de que las municipales suelen anunciar el sesgo de las legislativas cuando coinciden en el mismo año. Lo sorprendente es que ciertos sectores de la derecha, tanto en el ámbito institucional como en el mediático, se hayan avenido a aceptar ese marco: curiosa manera de hacerse trampas en el solitario.
Por supuesto, la continuidad o el cambio de signo político en ciertas plazas destacadas constituirá una referencia de importancia y, en un escenario de mayorías absolutas escasas, permitirá barruntar el peso específico de las distintas modalidades de alianzas susceptibles de repetirse luego en el conjunto de España. Pero ese factor cualitativo distorsiona el cálculo y la percepción de la verdadera correlación de fuerzas, que sólo puede medirse en la suma de votos emitidos en la nación entera. En esta convocatoria hay cinco autonomías que quedan fuera, entre ellas las dos de mayor población y la que más diputados al Congreso distribuye en provincias pequeñas. Además, en Andalucía, Galicia y Castilla y León gobierna ya la derecha. Por tanto sólo el balance de todos los ayuntamientos proporcionará una perspectiva aritmética completa que pueda parangonarse a una especie de primera vuelta. Y con toda probabilidad no va a resultar halagüeña para el PSOE ni para la izquierda al margen de que puedan salvar Extremadura, Aragón, La Mancha o Valencia. Esto no quiere decir en modo alguno que el destino del sanchismo esté sellado ante la inevitabilidad telúrica, imperativa, de un fin de ciclo. Simplemente, que se aproxima una maniobra de confusión diseñada en La Moncloa para convertir en relativo el alcance real de un revés presentido. Y que tal vez el desenlace definitivo dependa de que los vencedores del 28M no caigan en el equívoco.