JOSÉ F. PELÁEZ-ABC

  • Su asistencialismo es degradante y su manera de pensar en nosotros es un insulto

Ya conocen el aforismo: «Dale un pez y comerá un día. Enséñale a robar y comerá para siempre». Sánchez lo actualiza: «Dale un trabajo y pagará el alquiler un mes. Permítele okupar y vivirá tranquilo toda la vida». Para rematar, llega Yolanda: «No le des un pez; dale una cañita y una subvención». Esa es la medida estrella de Sumar, la ‘herencia universal’, que consiste en dar 20.000 euros a todos los chavales cuando cumplan 18 años, medida que, supongo, tiene como objetivo que los jóvenes dejen de soñar con trabajar, que abandonen cualquier intento de valerse por sí mismos, que tiren la toalla, que renuncien definitivamente a ser dueños de su destino, que pierdan por completo su dignidad y se queden en casa bebiendo latas de cerveza y jugando a videojuegos con un hilillo de vida, el suficiente para votar a Yolanda mientras le da a la manivela de hacer billetes.

Esto es una aberración. Y no solo porque sea irrealizable o porque atente contra la ortodoxia económica más elemental sino, sobre todo, porque, aunque fuera posible, es malo, perverso e inmoral. Y deja entrever la manera en la que ven al ser humano. Esta izquierda tontaina que dice querer a la gente, en realidad la desprecia. Esta izquierda a la que se le llena la boca con palabras como ‘amor’, ‘esperanza’ y ‘ternura’ -que no sabes si son políticas o virtudes teologales- en realidad los trata como ganado, como inútiles y como seres inferiores incapaces de salir adelante.

Su asistencialismo es degradante y su manera de pensar en nosotros es un insulto. Pero, sobre todo, el hecho de lanzarles mensajes diariamente diciendo que si eres mujer, inmigrante o joven no tienes ninguna posibilidad, es una forma de maltrato que hace que se instale en esos grupos el desánimo, la depresión y el miedo mientras tiran su autoestima por los suelos. Y luego nos preguntamos el por qué de las tasas de suicidio, de alcoholismo o de juego. Y luego gastamos millonadas en estudiar por qué viven en esa apatía y en esa falta de esperanza y de confianza.

El único mensaje institucional posible es que en la vida hay que trabajar mucho, mejorar, tener ambición, ganártelo y esperar; que está en tu mano, que eres libre, que si otros lo consiguen tú también puedes; que el ser humano solo alcanza su dignidad cuando consigue valerse por sí mismo sin que nadie le someta con limosnitas; y que, si todo eso falla, el estado no te va a dejar solo porque el resto vamos a ayudarle. Porque, más allá de las fábulas, sabemos que hace falta, que hay gente dependiente, que hay gente que lo necesita, que hay momentos malos y somos un país civilizado. Eso es lo que diría la izquierda sensata, ese es el planteamiento correcto: mejorar las condiciones materiales de la vida de los trabajadores, no convertirlos en zombis. Por eso el mensaje de Díaz es el más peligroso de toda la izquierda, porque no lucha contra la pobreza: la alienta. A veces pienso que solo le falta echarnos pienso a paladas. Supongo que también lo haría con una sonrisa.