IÑAKI EZKERRA-EL CORREO

  • La verdadera macrogranja no sostenible es la que ha creado esta clase política

Hay un aspecto que -creo- no se ha destacado con justicia y la suficiente relevancia en los comentarios sobre el ministro Garzón y su papelón estelar en la prensa británica arremetiendo contra la ganadería de nuestro país: su indiscutible, genuina y carpetovetónica españolidad. Lo que ha hecho el ministro de Consumo no es más que encarnar fielmente el secular y costumbrista prototipo del espécimen patrio, que hace las delicias de sus colegas europeos con su extraordinaria pericia en el arte de arrojar piedras contra su propio tejado. Este fenómeno a los extranjeros les encanta, les entusiasma, les engancha por lo que tiene de desconcertante y de pintoresco. Ellos, que son tan mirados a la hora de maquillar sus cagadas históricas o sus lacras nacionales -los ingleses ocultando sus derrotas, los franceses convirtiéndolas en victorias y haciendo un hito de la Resistencia con la deshonra de Vichy…- experimentan verdadera fascinación e interés científico ante un tipo que no desperdicia la menor ocasión para largar contra sus compatriotas. Experimentan, en efecto, el clásico y proverbial embeleso ante el pringao.

La verdad es que, para cualquier persona que todavía se quiera considerar de izquierdas, tiene que ser doloroso reparar en que una ideología que iba a salvar el mundo haya acabado en esta cruzada ridícula para salvar a las vacas y a los cerdos. La verdad es que cabe preguntarse de qué le puede servir a Yolanda Díaz retocar de forma audaz o tímida la reforma laboral de Rajoy si luego tiene un colega de Gobierno (y de partido) que, para una vez que asoma la cabeza fuera de su ministerio y de su país, lo hace contra los intereses de esos mismos trabajadores a los que ese retoque pretendía defender. Y es que la tontería de Garzón en ‘The Guardian’ no tiene pase. Se ha permitido pegarle una gratuita (o más bien cara) pedrada en la frente a un sector, como el vacuno, que es de los más exigentes del mundo en calidad y en control sanitario. Para mayor escarnio, lo ha hecho en la patria de las vacas locas.

En los años 90 salió una divertida canción de Víctor Abundancia y Los Coyotes cuya letra rezaba: «Soy el típico español. Dime a quién le va bien, que a ése me lo cargo yo». El sector ganadero iba bien hasta que llegó Garzón, que es el típico español de toda la vida, el del chiste racial, aunque haya aprendido a pronunciar la palabra ‘macrogranjas’, que, además de fea, ofrece una obvia dificultad (no apta para dislálicos rotacistas) por su abuso de las erres intercaladas. En realidad la verdadera macrogranja no sostenible es la que ha generado esta clase política o, como le dijo una vez Carrillo a Suárez, «unos políticos de esta clase».