IGNACIO CAMACHO-ABC
- Sánchez se abraza al significante populista de ‘la gente’ para fingirse portavoz de una mayoría social que no tiene
‘La gente’ es el sintagma populista por antonomasia. El significante, diría Errejón, el principal discípulo de Laclau en España. Fue el concepto sobre el que Podemos articuló su irrupción –en contraposición dicotómica a ‘la casta’ –y el que preside también la retórica política de todos los dirigentes de la izquierda hispanoamericana. Es curioso que el populismo haya orillado en su léxico la referencia al ‘pueblo’, el sujeto soberano esencial del constitucionalismo, quizá por considerarlo sobado en exceso o simplemente para que no se le vea demasiado el plumero. Hablar de ‘la gente’ edulcora la idea de lucha de clases al diluirla en un enunciado más abierto, más inclusivo por decirlo en el lenguaje moderno. Gente somos o podemos ser todos, pero los que esgrimen el término lo hacen en un sentido apropiativo, identitario, que en realidad sólo se refiere a ellos. Los que están en el lado correcto de la Historia, los progresistas, los buenos.
Ahora es también el paraguas propagandístico de Sánchez, el eje semántico de su operación de autorrescate. Le ha birlado la bandera del ‘gentismo’ a sus socios, cuya menguante relevancia los deja en tierra de nadie, como meros adláteres, y la enarbola para presentarse como portavoz de una mayoría social que le niega la evidencia de unas encuestas declinantes. La necesidad de dar un cierto crédito a la impostura le ha obligado de momento a bajarse del Falcon para ir a Sevilla en Ave, reconocimiento implícito del desgaste que le causa el abuso de los recursos oficiales. El resto de la campaña, la puesta en escena y el discurso, no presentan grandes novedades más allá de un forzado tono sonriente, empático, suave. Él es el paladín de la calle, el benefactor de las capas populares, el gobernante providencial que las protege de la crisis con derramas subvencionales mientras la derecha política y mediática (un saludo, presi) va del ronzal de las eléctricas, los bancos y demás brazos del capitalismo salvaje. La asistencia al mitin en el barrio de Pino Montano fue más bien discreta y las muestras de entusiasmo bastante mejorables. El estado anímico del socialismo andaluz ha atravesado momentos más brillantes.
El punto más débil de esta estrategia –aparte, que no es poco, de sus planteamientos falsos– reside en la dificultad para hacer desaparecer de ella la sombra de sus aliados. Para la ‘gente’ de gran parte de España, Bildu y los independentistas catalanes son compañeros de viaje bastante antipáticos, y por más que el presidente se esfuerce en ningunearlos resulta que en cada votación parlamentaria aparecen a su lado. Quizá muchos ciudadanos estarían dispuestos a olvidarse de ellos en una situación económica más boyante, pero cuando las cosas van mal cobran importancia todos los detalles. Y ése es clave porque no se puede construir un discurso de igualdad sobre la base de privilegios territoriales.