IVÁN IGARTUA-EL CORREO
- Ni en sus peores momentos de desasosiego imaginó el primer traductor al ucraniano de ‘Rebelión en la granja’ el horror que Rusia desataría en su país
El autor de la versión ucraniana, Ihor Shevchenko, había nacido en la aldea de Radość, cercana a Varsovia, en 1922, y en 1946 contactó con Orwell para informarle de su intención de traducir la obra, que había encontrado -tanto en Inglaterra como en Estados Unidos- numerosos obstáculos en su proceso de edición. Orwell, entusiasmado al parecer con la propuesta, le facilitó todos los trámites, aunque desconfiaba de las opciones de difusión. La sátira mordaz, y a la vez extremadamente realista, de la Revolución soviética que alentaba en las páginas de ‘Rebelión en la granja’ había disuadido de la empresa a más de un editor; entre ellos, a alguien tan poco sospechoso de inclinaciones filobolcheviques como era el poeta y dramaturgo T. S. Eliot, por entonces uno de los responsables de la editorial Faber & Faber, que rechazó el manuscrito.
El joven traductor, miembro de un grupo de socialistas polacos y ucranianos que vivían en campos de refugiados tras la Segunda Guerra Mundial, utilizó el pseudónimo de Iván Cherniatinski y el texto ucraniano acabó publicándose en Múnich, en la editorial Prometheus. La primera versión al ruso, tres años posterior, también saldría en Alemania, en este caso en Fráncfort.
En la Unión Soviética la novela de Orwell solo pudo publicarse en 1988, durante el periodo de la ‘perestroika’ de Gorbachov, cuando fueron rescatadas diversas obras largo tiempo silenciadas de autores no suficientemente afectos al régimen o bien directamente opuestos a él. Los censores habían tenido sobradas razones para hurtarle al público soviético durante décadas una ficción como ‘Rebelión en la granja’, en la que el trasunto indisimulado del régimen estalinista era una casta porcina privilegiada y sin escrúpulos que simplemente había sustituido un sistema de opresión -el zarista- por otro que resultaba más despiadado en la medida en que se construía en nombre de los oprimidos (para seguir exprimiéndolos impunemente). A la altura de 1947, alguien presionó a conciencia para que 1.500 ejemplares de la traducción ucraniana fueran entregados a las autoridades soviéticas, cuyo único fin era (y fue) destruirlos. Las dictaduras suelen tomarse muy a pecho la literatura.
La versión al ucraniano de ‘Animal farm’ vino acompañada de un prefacio del propio George Orwell, traducido igualmente por Ihor Shevchenko. De él quedó solo el texto en ucraniano, puesto que el original inglés se perdió en alguna de las mudanzas de Shevchenko, que andando el tiempo acabaría siendo profesor de bizantinística e historia eslava en la Universidad de Harvard, después de haber impartido docencia en otras universidades norteamericanas. En Harvard fue uno de los cofundadores del Instituto Ucraniano de Investigación.
Hacia el final de sus días (falleció en diciembre de 2009), Shevchenko planeó revisar su traducción de juventud, pues era consciente de algunos aspectos que debían mejorarse (como los nombres de ciertos personajes). Así lo relata Olha Luchuk, profesora en la Universidad de Leópolis, que mantuvo correspondencia con Shevchenko a lo largo de 2008. Pero en el interés por reeditar, debidamente corregida, aquella traducción influyó también -posiblemente en mayor medida- el viraje político de Rusia bajo el mando de Putin, quien a la altura de aquel año llevaba ya ocho como presidente. En una de sus cartas a Luchuk, Ihor Shevchenko le dijo que la razón objetiva que justificaba la necesidad de una reedición de la obra de Orwell en su versión ucraniana era el hecho de que, en la era de Putin, ‘Rebelión en la granja’ volvía, lamentablemente, a estar de actualidad.
No cabe duda de que Shevchenko tenía en mente la deriva hacia un férreo autoritarismo que no solo se atisbaba sino que se empezaba ya a padecer en Rusia: el proceso de concentración en torno al Kremlin de un poder omnímodo, sustentado en la restricción de libertades, la remilitarización y el amordazamiento gradual de las voces opositoras (algo que, en realidad, se estaba pareciendo cada vez más al ‘1984’ orwelliano). Por aquellas fechas, sin embargo, aún quedaban seis años para la primera invasión parcial de Ucrania y catorce para la gran agresión. No creo que, ni en sus peores momentos de desasosiego, Shevchenko llegara a imaginar una porción mínima del horror que Rusia iba a desatar en su país. Pero lo cierto es que Napoleón (o el Hermano Mayor) estaba otra vez ahí.