Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 4/1/12
Había que contar con el déficit oculto tras las experiencias de Catalunya y Castilla-La Mancha
La diferencia de gobernar en tiempos de vacas gordas o hacerlo en los de vacas flacas es grande, tal como puede comprobarlo el PP de Mariano Rajoy en estos días. Ahora, gobernar es, básicamente, cabrear a diestro y siniestro. En los buenos tiempos, los gobernantes son como los Reyes Magos, que pasan haciendo regalos a su alrededor: un aeropuerto por si vienen aviones, un tren de alta velocidad haya o no pasajeros, palacios de congresos por doquier, facultades universitarias en cada pueblo, las subvenciones, como las hipotecas de las viviendas, por el cien por cien del proyecto y con un dinero extra para redondear.
Pero cuando cambian las tornas, nos encontramos con aeropuertos vacíos, trenes sin clientes y palacios que no hay quien pueda mantener abiertos. Si existiera una máquina del tiempo para dar marcha atrás podríamos corregir los excesos cometidos y ser más austeros, pero como todavía no la han inventado, sólo nos queda rezar para que la OTAN nos alquile alguno de esos aeropuertos en desuso.
Al PP le ha tocado gobernar en tiempos de vacas flacas y le han caído encima las facturas de los fastos pasados; facturas generadas por toda clase de administraciones y por gobernantes de todos los colores, incluidos los propios populares. Los de Mariano Rajoy han mostrado capacidad de decisión en los primeros días de gobierno, porque de un plumazo han resuelto la ubicación del almacén de residuos nucleares que andaba como alma en pena desde hacía años por los despachos de la administración y anuncian la prórroga de la central nuclear de Garoña, en Burgos. Y también porque han adoptado unas políticas económicas de recortes y subida de impuestos que han cabreado a propios y extraños.
El rechazo de los partidos de la oposición a las medidas del Gobierno estaba descontado, de la misma forma que el PP se opuso a las decisiones de José Luis Rodríguez Zapatero. Sin embargo, la subida de impuestos ha provocado un notable malestar en amplios sectores de votantes del PP que tienen todavía fresco el recuerdo de las promesas de no aumentar los tributos. Ese malestar no se atenúa por mucho que se invoque el déficit oculto que se han encontrado debajo de las alfombras. Había que contar con eso después de las experiencias del traspaso de poder en Catalunya y Castilla-La Mancha y de lo que se hubiera encontrado si hubiera habido cambio de partido en la Comunidad Valenciana, por ejemplo.
El Gobierno de Rajoy sabía el malestar que iba a ocasionar la subida de impuestos y, a pesar de ello, la aprobó, por lo que se supone que tiene buenas razones económicas para adoptar medidas tan impopulares. Es preciso que el presidente en persona comparezca para dar explicaciones. No está de más recordar que los ciudadanos son conscientes de las dificultades del momento y están dispuestos a aceptar sacrificios, pero necesitan que los gobernantes justifiquen como es debido esos sacrificios. El gran error de Zapatero fue, precisamente, no haber dado suficientes explicaciones.Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 4/1/12