Editorial, DIARIO VASCO, 8/7/11
El polarizado mapa político vasco será imposible de gestionar sin un esfuerzo de entendimiento
El mapa institucional vasco emanado del 22-M se cerró ayer con la elección del popular Javier de Andrés como nuevo diputado general de Álava. La solemnidad y el respeto institucional que debe definir cualquier sesión de investidura se quebró gravemente por el lamentable cruce de acusaciones entre el candidato del PNV a la reelección, Xabier Agirre, y las junteras de Ezker Batua, después de que el primero acusara a la coalición de haber exigido en las negociaciones la colocación de 39 afiliados para dar su apoyo a los peneuvistas y las segundas le amenazaran con llevarle a los tribunales; un vodevil que acabó redondeado por las dudas sembradas sobre la actuación de sus propios compañeros por el coordinador de EB, Mikel Arana. La imputación de Agirre resulta tan escandalosa que no solo precisa algo más que un desmentido por parte de sus interlocutoras, sino que también interpela al propio PNV a aclarar por qué no ha denunciado el supuesto contenido sensible de las conversaciones hasta que su desencuentro con EB ha sido irreversible. En cualquier caso, el modo en que se ha solventado la designación de la principal autoridad alavesa alimenta el descrédito sobre el ejercicio de la actividad política y pública, cuya generalización puede resultar injusta e incluso contraproducente pero cuyas desviaciones más nocivas deben ser erradicadas; con más motivo si cabe en un escenario tan complejo como el que han alumbrado en Euskadi las urnas y la administración posterior de su veredicto. El hecho de que, finalmente, las tres diputaciones y las tres capitales vayan a estar gobernadas por la lista más votada -Bildu en Gipuzkoa, PNV en Vizcaya, PP en Álava- no refleja tanto un escrupuloso respeto al dictamen del electorado, como la imposibilidad de llegar a acuerdos entre diferentes que propiciaran mayorías alternativas. El resultado, al que se añade el liderazgo del PSE en el Gobierno Vasco-, desemboca en un reparto de poder tan legítimo como fragmentado e imposible de gestionar sin un mayor esfuerzo de entendimiento. Entendimiento que requiere de Bildu un posicionamiento indubitado contra ETA mientras ésta perviva y del resto de las formaciones el compromiso de no anteponer sus cuitas postelectorales a la búsqueda del bien común.
Editorial, DIARIO VASCO, 8/7/11