Ignacio Camacho-ABC
- Este Gobierno produce escándalos por encima de sus posibilidades y los combate a base de fugas hacia adelante
Una cosa es la propaganda y otra la propaganda barata. Propaganda es, por ejemplo, vender como inminente la llegada de una vacuna anti-Covid que no sólo no tiene fecha exacta de distribución sino que ni siquiera está verificada ni aprobada por las autoridades sanitarias. Propaganda barata es anunciar que habrá trece mil puntos de vacunación, como si fuera un despliegue de musculatura logística extraordinaria, siendo así que esa cifra corresponde simplemente al número de centros de salud que hay en España. Estas dos vaguedades fueron el núcleo del improvisado «Aló presidente» del último fin de semana, tres cuartos de hora de pura logomaquia cuyo contenido novedoso se resume en una palabra: nada. Aire, mero autobombo hueco, farfolla publicitaria para tratar de achicar espacio informativo a las concurridas marchas dominicales contra la «ley Celáa».
La ansiada vacuna, a la que no es posible atribuir ahora mismo un plazo concreto ni un consenso científico sobre su efecto, se ha convertido en el nuevo señuelo político de un Gobierno que se ha autosaboteado la operación de marketing de los Presupuestos. Sánchez no logra abrirle paso en la opinión pública a lo que considera su gran logro estratégico, opacado por el ruido de la norma educativa, el pacto con Bildu, la oleada de pateras y los roces internos entre los ministros socialistas y los de Podemos. El debate se le ha ido de las manos y su ejército de asesores se ve impotente para encauzarlo. No funciona el intento de esconder el acuerdo con los testaferros de ETA bajo un velo de silencio, entre otras cosas porque Otegi se jacta de su éxito; la crisis migratoria ha convertido a Canarias en un polvorín humanitario como el de Lesbos y la Lomloe -Ley Orgánica de Modificación de la Ley Orgánica, la parte contratante de la primera parte- ha multiplicado el revuelo con una oleada de descontento que sacude los colegios y hasta altera el reflexivo sosiego de los académicos. De modo que los spin doctors de Moncloa han echado mano de un placebo: la expectativa de un antídoto para la pandemia en enero. Ya encontrarán una excusa si no se cumplen los tiempos; en este momento sólo les importa salir del aprieto.
Veremos si pueden y si saben. Cuando se gobierna para los telediarios, la realidad cobra un peaje implacable y no acepta la calderilla de prioridades triviales con que la política adolescente pretende pagarle. La ansiedad intervencionista de este Ejecutivo produce escándalos por encima de sus posibilidades y la única fórmula que encuentra para contrarrestarlos es la vieja táctica de la fuga hacia adelante, en la que cada presunta solución acaba desembocando en otro problema más grave. En esa dinámica irresponsable era evidente que a Sánchez lo iban a atropellar más pronto que tarde sus manejos sectarios, su ego insaciable… y la evidencia de que la dirección del Estado le viene más que grande.