Juan Pablo Colmenarejo-ABC
- La legislatura de la alarma acabará con la vacucación masiva. Por eso, para pasar el rato en la cola de los pinchazos, quizá no había otra cosa que hacer que echar al señor de Murcia
Mientras Pedro Sánchez y su druida jugaban al Tetris de las mociones de censura con Arrimadas, para echar al señor de Murcia como aperitivo de Madrid, la ministra de Sanidad anunciaba más alarma para mayo y la vicepresidenta económica el ya te pagaré, como en el SEPE pirateado. Hasta dentro de otros cuarenta días no tendrá a punto el mecanismo de las ayudas directas, que no rápidas. Si el confinamiento medieval fue por decreto, también debería haberlo sido el mecanismo de pago inmediato que, un año después, el Gobierno todavía diseña para que se alivien los gastos fijos tras la imposición sistemática del cese de la libre actividad. El estado excepcional de alarma se ha convertido en la ‘nueva normalidad’.
Sin haberla revisado el pasado 9 de marzo, tal y como se había comprometido, el Gobierno se ve ya desnudo si no prolonga más allá del 9 de mayo sus poderes extraordinarios.
¿Qué sabrá hacer este Gobierno cuando ya no haya alarma? Se cumple un año del comienzo del encierro de los cien días y el final de la pandemia permanece hipotecado al reparto de las vacunas. Las secuelas saltan a la vista y el dolor se ha repartido entre las 100.000 muertes, de momento, y los supervivientes de la enfermedad. Se ha consolidado un tiempo extraño, dominado por la fatiga y el desistimiento. Lejos de haber dedicado todos y cada uno de los esfuerzos de la alarma a la reducción del drama, se han removido con intención de daño los cimientos del 78, señalando a la Corona y al Poder Judicial. El vicepresidente segundo agita y tensa la cuerda de la oportunidad hecha crisis.
Por si faltaba algo, como colofón y a la vez preludio, la nueva presidenta del parlamento autonómico de Cataluña se mira en el espejo de la sedición del 2017. La legislatura de la alarma acabará más pronto que tarde, en cuanto llegue la euforia tras la vacunación masiva. Debe ser por eso, que no había otra cosa que hacer, para pasar el rato en la cola de los pinchazos, que echar al señor de Murcia.