Va a llover barro

Ignacio Camacho-ABC

  • La izquierda ha subestimado a la presidenta madrileña. Una cosa es montar una campaña contra alguien y otra creérsela

Los gurús de Moncloa, acaso ebrios de infalibilidad por sobredosis de la adrenalina del poder, han olvidado estos días que una cosa es montar una campaña de propaganda contra alguien y otra creérsela. La izquierda y sus terminales de opinión han cargado tanto contra Isabel Díaz Ayuso en los últimos meses (lo más suave que le han dicho es IDA, un malvado juego de palabras con su acrónimo) que han acabado por subestimarla, error fatal en política al que han añadido el de fiarse de unos aficionados, los de Cs, para una tarea que requería profesionales curtidos como Luca Brasi. La idea de escalonar las mociones de censura empezando por Murcia sólo se le podía ocurrir a alguien que de verdad crea que Ayuso está enajenada o es tonta y se iba a quedar esperando su derrocamiento con el aire ensimismado de Juana la Loca. Por mucho éxito que tenga un embustero nunca debe tomar en serio sus propias trolas.

El órdago de la presidenta madrileña ha roto por ahora la estrategia sanchista de laminar al PP partiéndole el espinazo de sus gobiernos regionales. Ciudadanos sólo era el instrumento ocasional de la segunda fase -la primera fue el desalojo de Rajoy- de la operación Frankenstein, esa suma de elementos variables con la que el presidente pretende dominar todo el espacio político dejando a Vox como único adversario relevante. La jugada se estropeó porque Arrimadas y su círculo carecen del necesario instinto asesino y de la experiencia para manejar ese tipo de ambiciones personales que anidan en el seno de todos los partidos. Una conspiración exige frialdad y coordinación a la hora de clavar los cuchillos; o se pilla a las víctimas inadvertidas atacándolas en el momento preciso o el asunto puede desembocar, como el sainete murciano, en un espantoso ridículo.

Al dejar viva a la pieza principal de la cacería, la toma de Madrid se le ha puesto a Sánchez cuesta arriba. Las elecciones tienen mala pinta para los socialistas, y además ha quedado de manifiesto la irresponsabilidad frívola con que el líder del Ejecutivo enreda en intrigas de poder mientras el país atraviesa una situación crítica. Ahora ya no tiene otro remedio, salvo sorpresa judicial, que caerle a Ayuso encima con todo lo que tenga a mano el aparato monclovita. Los sabotajes del Zendal van a parecer rezos de ursulinas: cada muerto del Covid -y habrá repunte en abril- se lo colgarán como una negligencia homicida. Nos espera la campaña más sucia de los últimos años. Las encuestas de estos días tienen un valor limitado porque la evidencia del golpe de mano contra la presidenta la ha dejado en el punto de popularidad más alto; habrá que ponderar el desgaste que sufra cuando empiece el combate en el barro. Enfrente tiene gente que dispone de todos los recursos del Estado y no va a dudar en usarlos para resarcirse del fracaso. A ver dónde aparece la primera cabeza de caballo.