Tonia Etxarri-El Correo

Un equipo continuista. Con su núcleo duro intocable y reforzado. «De alto perfil político», define Pedro Sánchez a su nuevo gobierno que deberá aguantar una legislatura monitorizada por el prófugo Puigdemont y condicionada por las exigencias de los demás socios independentistas y la rabieta de Podemos constituidos ya como oposición, por voluntad ajena. Pero estos veintidós ministros (se mantiene, sorprendentemente, la cifra desorbitada de carteras en tiempos de crisis) responden, en muchos casos, a perfiles, sobre todo, de alto perfil sectario. Desde Félix Bolaños, coronado por Sánchez con más poder que las cuatro vicepresidentas, que, al asumir desde su ampliada cartera el desafío de la ley de amnistía, deberá afrontar la confrontación del Gobierno con los jueces. Los magistrados están en pie de guerra desde que se conoció que el acuerdo suscrito entre el PSOE y Junts asumía las acusaciones de ‘lawfare’ para desautorizar a los jueces y fiscales que cumplieron con la legalidad el ‘procés’. Indignados ante la posibilidad de que, desde el Congreso, se fiscalice la actividad jurisdiccional.

La recién llegada Mónica García, «médica y madre», que fue el azote de Isabel Díaz Ayuso en la Asamblea de Madrid, y que se autodefine como «friki» de la sanidad no es, precisamente, el adalid del diálogo y la tolerancia. Y el nombramiento de Óscar Puente, después de su bronca intervención como portavoz en el Parlamento durante la investidura fallida de Feijóo, es una declaración de intenciones de la idea del «muro» que ha decidido levantar Sánchez en esta legislatura. A la oposición le parece «una provocación». Lo cierto es que será un elemento clave en la confrontación con la derecha.

Lo más sorprendente, la continuidad de Marlaska, el ministro más cuestionado de esta legislatura. A Podemos le chirría todo lo que ve del Gobierno porque respira por la herida (el PSOE ha recuperado Igualdad y se han quedado sin ministerios) y descalifica al titular de Interior. ERC, otro de los socios, esperaba que pasara a la reserva. Se barajó esa posibilidad pero Pedro Sánchez, en plena crisis migratoria, ha preferido dejarlo donde está.

El PSC pierde fuerza al contar sólo con Jordi Hereu como ministro, pero la cuestión catalana tendrá más influencia que la que ejercieron Miquel Iceta y Raquel Sánchez.

La colocación de la socialista navarra Elma Saiz al frente de las pensiones y las políticas migratorias, no es baladí. Ha sido concejal en el Ayuntamiento de Pamplona. Este movimiento de piezas está ya siendo aprovechado por Otegi que empieza a querer cobrarse los favores a Sánchez con la almoneda de la alcaldía de Pamplona. Su pieza más codiciada. Desalojar a la alcaldesa de UPN, que ganó las elecciones, para sustituirla por Bildu.

La combinación de estos nombramientos obedece a un doble cálculo. La cruzada contra la derecha y las cesiones a Puigdemont que seguirá recordando el poder que tiene en esta legislatura con su mando a distancia.