Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

El nuevo Gobierno se enfrenta a grandes retos y lo va a hacer con ‘casi’ el mismo equipo. Continúa la vicepresidenta Calviño a quien se la ve muy cansada y con ganas de dejarlo. Tan es así que ha visto cómo se ‘amputaba’ la Transformación Digital entre sus anteriores responsabilidades, para dársela a Escrivá, para quien es una clara degradación en la escala de mando, solo explicable si se convierte en la ‘sala de espera’ de una vicepresidencia -dudo mucho que fuese también la primera-, cuando su actual responsable ocupe su nuevo cargo europeo. Si Calviño se da prisa evitará la negociación europea para la vuelta a la ortodoxia presupuestaria que quedará en manos de Montero, con menos experiencia en estas lides y muchos menos contactos en ese zoco. Lo bueno es que no hay traducción andaluz-inglés y no le entenderá nadie. Igual que aquí, vamos. Su ascenso a la cuarta vicepresidencia remunera su incansable fidelidad. Por cierto, ¿para qué hacen falta de nuevo cuatro, si ya ahorramos una con ocasión del ‘ahorcamiento’ de Pablo Iglesias?

Se va el efímero ministro de Industria, cuyo nombre no estoy seguro de recordar y a quien no le ha dado tiempo ni de localizar los pasillos del ministerio. No sé lo que ha hecho mal a lo largo de estos pocos meses en el cargo, porque no sé lo que ha hecho, pero ha tenido que ser muy malo para semejante castigo. No como al ministro Garzón, que ha tenido años para demostrar la inutilidad de su nombramiento en el área de Consumo. Quizás haya sido por falta de capacidad o por escasez de competencias o por ambas. A Industria va Jordi Hereu que sigue la tradición catalana -antes lo fue vasca- y tiene experiencia en gestión, lo cual no es un requisito obligado para Sánchez, pero es muy conveniente a la hora de administrar presupuestos. A Transportes llega Óscar Puente, imagino que en pago a su ruda aspereza (ese si que es un valor en alza) e Isabel Rodríguez pasa a Vivienda, demostrando su versatilidad y su disposición a enfrentarse lo mismo a un roto que a un descosido. En Transición Ecológica se queda Teresa Ribera, que conoce el dossier a la perfección y a quien la presidencia europea le ha obligado a ejercitar a tope la virtud de la flexibilidad y el ejercicio del compromiso. Confiemos en que no se olvide de ello en diciembre cuando baje del pedestal europeo.

Más o menos eso es todo. Siguen 22 ministerios, una cifra a todas luces exagerada y cumple el guión del feminismo, justo ahora que Irene Montero pierde el empleo. Podemos desaparece del organigrama… ¡Sin rechistar! De asaltar los cielos a la cola del paro. Ni el Santo Job mostró tamaña mansedumbre.