Kepa Aulestia-El Correo
La mejor defensa es un buen ataque, pudo pensar el presidente Sánchez tras hacer de la necesidad virtud. Sus intervenciones en el Congreso, tras asegurarse los números de la investidura, permitían concluir eso. El nombramiento de las ministras y ministros ayer fue otra arremetida del presidente, que será calificada de inteligente, estratégica, audaz, o lo que sea, por parte de sus incondicionales. Pensemos por un momento que era la única combinación posible. Pero ya es tarde para minimizar su virtud. Pedro Sánchez cuenta, ante todo, con un plantel imbatible de portavoces que cubrirán todas las horas comunicativamente hábiles de los siete días de cada semana. Un coro de solistas capaz de dejar en nada las voces espontáneas de la oposición del PP, y de contrarrestar ante la opinión pública los requerimientos de aquellos que el pasado jueves dijeron sí al Presidente a cambio de algo.
Esa es la intención. La mejor defensa. Pero del mismo modo que Pedro Sánchez se excedió en el ataque durante el trámite de la investidura, hasta elevar un «muro» de contención frente a la otra España, ahora corre el riesgo de seguir mostrándose triunfal, porque remiten las visitas de los enemigos a Ferraz, mientras Alberto Núñez Feijóo parece aturdido y obligado a remodelar la dirección de su partido para una travesía ardua. Ayer Sánchez entonó las explicaciones para designar a sus ministras y sus ministros con una voz casi angelical. Como si estuviese pidiendo perdón al público por su osadía, y a los nombrados por la carga que echa sobre sus hombros. El preludio de la tormenta. Dado que el «muro» resultará muy útil no para hacer frente a la ofensiva derechista, sino para sortear las cuitas internas a cuenta de Podemos, los datos que ensombrezcan la situación del país, o las urgencias que el independentismo plantee respecto a lo suyo.
La gran tentación del buen ataque está en pretender revertir ya los resultados de las autonómicas y municipales de mayo. Hacerlo mediante una confrontación directa con los gobiernos territoriales y locales en manos del PP, sobre todo cuando concurra además Vox. La cogobernanza no está en los planes del Gobierno central. Si acaso primará la bilateralidad respecto a Euskadi, Cataluña y Canarias. Pero ahora que, con los nombramientos de ayer, sabemos qué es Sumar, no estaría bien que el presidente Sánchez lo emplease como ariete para someter a juicio diario a las autonomías que no sean de su gusto en Sanidad, con Mónica García, y en Derechos Sociales, con Pablo Bustinduy. Al tiempo que la otra gran cartera de las competencias autonómicas, Educación, queda bajo la supervisión de la portavoz del Gobierno, Pilar Alegría.