Santiago González-El Mundo

La presidenta del Congreso dio por buena la equiparación de los términos golpista y fascista que había establecido Tardà (escudella i carn d’olla) y que secundó Rufián, ese tipo que pelea consigo mismo por ganarse el apellido. «Si nos llaman golpistas nosotros les llamaremos fascistas», amenazaron ambos a Ciudadanos.

Rufián continuó en Twitter: «Nos llaman golpistas a un partido que tiene un presidente fusilado por golpistas». Se refería a Companys, un presidente golpista, por lo que fue condenado a 30 años por un tribunal republicano. Indultado por el Frente Popular, él mismo fusiló a 8.139 personas durante la guerra. Luego fue fusilado él mismo por la dictadura franquista.

No siempre le ha cabreado tanto ser tildado de golpista. Recuerden aquella comparecencia en la que estrelló su dentadura contra Aznar. A Espada no le pareció adecuada la respuesta del ex presidente y escribió en EL MUNDO que Aznar debería haberle contestado: «La polla, mariconazo. ¿Cómo prefieres comérmela, de un golpe o por tiempos?». Rufián respondió en Twitter: «De un golpe, Arcadi». Quiso la casualidad que los dos se encontraran en el programa de Ana Rosa y que allí se hablara del tuit, lo que dio pie a Arcadi Espada a rematar: «Me ha contestado usted con sus preferencias. Lo comprendo, siendo usted un golpista…».

Rufián humilló pastueño y este es un asunto de cierto interés: ¿por qué no llamó fascista a Espada, un ciudadano cualificado por haber sido en su día padre fundador? Probablemente porque ese lenguaje sólo lo mantiene frente a la tropilla que Sánchez ha llevado al Consejo de Ministros. Comparar a este gañán con el ministro de Exteriores es empresa improbable, lean la frase de Borrell: «Usted ha llenado el hemiciclo de serrín y estiércol, lo único que es capaz de producir». Pero él y su compañero escupidor saben que insultar al Gobierno es gratis, que Sánchez se haría el distraído.

¿Y qué pasa con Borrell? Es la tercera vez que ERC pide al quimérico inquilino de La Moncloa su cabeza. Una de las veces anteriores, hizo saber que Borrell sería cabeza de lista a las europeas. ¿Por qué con tantos meses de adelanto? Para hacer saber a los rufianes que estamos en ello y a él le debe de interesar mucho volver a ser presidente de la Eurocámara. Por eso calla y traga. ¿Por qué la pomposa ministra de la Transición Ecológica que nos grava el diésel asiste muda al despliegue aeronáutico para que el Gobierno vaya ¡a Valladolid! Helicóptero a Torrejón, Airbus a Villanubla. Mientras, el parque móvil se desplazó por carretera al aeropuerto para recogerlos. Y vuelta. Nadia Calviño se hace la tonta en materia presupuestaria y ella sí sabe de eso. ¿Y Marlaska? Algo le habrán propuesto, que ser ministro de Sánchez es un arte de logreros, basta con que la ambición esté por encima del decoro. Es lo justo para formar parte del equipo de un tío que combina en dosis tan armónicas la ignorancia y la desvergüenza. Su socio, Jordi Salvador, el tipo que daba el queo sobre el alojamiento de los guardias civiles, sólo hizo el gesto, pero el salivazo era de Sánchez. No todo es gratis.