ABC 06/07/17
· Vocento reúne a los tres exjefes del Gobierno, que son optimistas y creen que España superará el reto del separatismo, como tantos otros antes
Desde la página 1 Por primera vez, los tres expresidentes de la democracia, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero, disertaron juntos ayer sobre el legado de sus gobiernos y los retos del presente y del futuro de España. La reunión, inédita, fue auspiciada por Vocento coincidiendo con su 15 aniversario y el 40 cumpleaños del régimen democrático español y sirvió para visibilizar que, pese a su distinto credo político, los tres gobernantes que dirigieron nuestro país durante treinta años sintonizan en lo sustancial: la defensa del proyecto común como «continuidad histórica» frente al órdago secesionista planteado por el Gobierno de Cataluña.
También fue compartido su absoluto convencimiento de que la ruptura no se producirá por más que los dirigentes catalanistas tensionen a los ciudadanos y mostraron su confianza en que las instituciones superarán este reto como tantos otros planteados antes en el país. «España sin Cataluña no es España, es otra cosa. Por eso, no será», zanjó González, que aseveró que en los gobernantes catalanes «hay una incitación clara a la sedición». «Antes de romperse España se romperá Cataluña», advirtió Aznar, que acusó a los independentistas de «demoler» la convivencia en su comunidad. «La deriva independentista es un viaje a ninguna parte», describió Zapatero, que concluyó optimista que «el problema es superable».
Diagnóstico común
Pese a la gravedad del reto territorial, fue una charla distendida, cordial, en la que González, Aznar y Zapatero coincidieron en señalar que aún se puede y se debe buscar una salida política al grave reto independentista y aunque discrepen en las recetas, hicieron un diagnóstico común. El mandato se lo sirvieron, sin citarle en ningún momento, al actual Gobierno de Mariano Rajoy, que no envió a ninguno de sus ministros a un foro histórico. «Estar en política es hacer política», recordó el expresidente del PP. Quien sí acudió fue el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, que no dudó en reconocer el inmenso caudal político concitado ayer.
González, que rescató la idea de que los expresidentes son «jarrones chinos» que nadie sabe dónde colocar, y que Aznar y Zapatero asumieron con naturalidad, fue implacable al denunciar las «pulsiones autoritarias» del Gobierno de Carles Puigdemont. Le acusó de mostrar tintes propios del régimen venezolano de Nicolás Maduro, recriminó justo antes de que Zapatero abandonara la mesa redonda para viajar a Venezuela, donde actúa como mediador. «Es un bodrio», dijo González sobre el proyecto de ley de ruptura presentado en la víspera por el Ejecutivo catalán, que ha anunciado su referéndum ilegal para el 1 de octubre próximo.
Reforma constitucional
Tras insistir en que la Generalitat «incita a la sedición», mencionó el artículo 155 de la Constitución y dijo que «afortunadamente» es «ambiguo» y «se puede graduar». «Lo que el artículo 155 exige a los responsables de gobierno es que si se vulneran las normas constitucionales y estatutarias, hay que dar una respuesta para devolver la realidad al ámbito constitucional», afirmó. Aznar no le recogió ayer ese guante, aunque otras veces se ha manifestado a favor de suspender la autonomía catalana si no hubiera otro remedio.
En lo que sí hubo debate directo, y disparidad de criterio, fue en la reforma de la Constitución que los partidos de la oposición quieren abordar en el Parlamento. González defendió constituir una subcomisión del Congreso, una vía que puede fructificar en el consenso. Aquí Aznar sí le rebatió. «Es una pérdida de tiempo», dijo, conocedor de que el hambre de los nacionalistas no cesaría.
Para sorpresa general, el expresidente del PP aseguró compartir al «95 por ciento o el 97 por ciento» el diagnóstico de González sobre la deriva secesionista. Pero receló de que modificar la Carta Magna sea la solución ante el desafío independentista. «Explíqueme qué quiere reformar, si se dan las condiciones y si existe el consenso para hacerlo. Porque si no me dice qué quiere reformar ni se dan las condiciones ni existe el consenso, no perdamos el tiempo, dediquémonos a otras cosas».
Espíritu de consenso
González le replicó: «Ambiente para el consenso no parece que haya, pero ambiente para el consenso en el año 77 había justito. Veníamos de tribus que no se habían visto nunca», recordó invocando el espíritu de la Transición. Aznar, irónico, le advirtió de que «los jefes de la tribu eran un poquito más llevaderos» que los actuales líderes políticos. E insistió en que la Constitución no es el problema, sino «un gran activo para España», y lo que deben hacer los líderes políticos responsables es reafirmar el actual orden legal.
El exlíder del PP llamó ante González y Zapatero a la concentración de fuerzas constitucionalistas en Cataluña. «Hay que hablar, hablar, y hablar. Es muy importante explicar las cosas», dijo apostando por hacer pedagogía política del proyecto común que es España y recuperar así el espacio público ocupado ahora por el soberanismo.
Reforma constitucional González abogó por una reforma constitucional; Aznar dijo que antes hay que buscar el consenso, y Zapatero rebajó esa expectativa: «Lo importante es la política» España, la nación más antigua de Europa González y Aznar coincidieron en que España es la nación más antigua de Europa: desde 1517
Durante su intervención, Zapatero se mostró más escéptico por las falsas «expectativas» que se puedan generar sobre una modificación de la Carta Magna. «No hay que poner grandes expectativas en la reforma de la Constitución para resolver el problema», señaló para apuntar que «más importante es la voluntad política» que la cuestión estrictamente «jurídica». Ferraz ignoró ayer esta opinión y el nuevo PSOE de Pedro Sánchez buscará abrir una ponencia de estudio constitucional en el Congreso.
Según la visión del último presidente socialista, la respuesta política tiene que llegar por la vía de la persuasión y el diálogo con los sectores soberanistas menos confesos: «Ir conquistando voluntades en favor de esa convivencia». Zapatero ha llamado a aplicar «la inteligencia política», como a su juicio se logró con el PNV, hoy mucho más moderado tras el fallido plan Ibarretxe que llegó al Congreso y que el nacionalismo vasco no ha vuelto a resucitar con ese afán.
Zapatero hizo gala de su ‘optimismo antropológico’ –«estamos mejor en todo», proclamó»– y declaró su plena confianza en las instituciones del Estado para responder al reto secesionista, de la misma forma que se venció a otros peligros. «La angustia mayor para el futuro de España», recordó, fue el terrorismo de ETA, hoy derrotada. «Hemos sabido responder a otros retos», reseñó, e insistió en que para lograr que la Generalitat recapacite la «democracia española deberá incluir diálogo político».
El expresidente socialista, que acuñó que la nación es un «concepto discutido y discutible», hizo una nueva aportación afirmando la «identidad múltiple» del país, aunque ninguno de sus interlocutores entró en esa harina tan pringosa de polémica.
Una vieja nación
Tras esta nueva redefinición, González y Aznar se quedaron la última media hora del coloquio en un mano a mano en el que dejaron clara su defensa de la realidad nacional española. El veterano mandatario socialista recordó que el origen de España tiene «500 años», desde 1517, por más que los nacionalistas reescriban la historia.
Aznar reafirmó la idea de vieja nación: «En el mundo hay cuatro o cinco naciones sin las cuales la historia política del mundo no se podría explicar bien. Y una es la nuestra», remarcó. En otro momento, recordó que la soberanía nacional reside en el pueblo español, «no en 17 pueblos».
El espíritu del consenso marcó el coloquio moderado en la sede de Mutua Madrileña por los directores de ABC, Bieito Rubido, y de Las Provincias, Julián Quirós. No hubo más que algún reproche velado y casi todo fue reconocimiento mutuo a la aportación de cada uno de los expresidentes. Aznar, que repitió hasta su triunfo en 1996 el «Váyase señor González», se reservó su opinión extendida en el PP de que en el origen de la deriva catalanista estuvo la laxitud de Zapatero en su idea de nación y su promesa fallida de Estatut.