KEPA AULESTIA-EL CORREO

La votación de la nueva Ley del Deporte en el Congreso ofreció el jueves la insólita estampa de Junts tildando al PNV de insolidario respecto a las reivindicaciones del independentismo catalán, y al PNV acusando a Junts de tratar de dinamitar lo conseguido a base de pragmatismo. La discusión sobre selecciones deportivas consiguió aquello que el soberanismo trata de eludir: la confrontación entre el gradualismo inevitablemente autonomista y el secesionismo supuestamente presuroso.

La posibilidad de que las federaciones deportivas autonómicas participen en competiciones internacionales ha quedado recogida en la nueva Ley del Deporte. Siempre que las normas de la federación internacional correspondiente lo contemplen así, siempre que se trate de modalidades o especialidades con arraigo histórico y social en esa comunidad, o que la federación autonómica hubiese precedido a la nacional en su integración en una federación internacional, además de que para ello deberá acordarlo con el Consejo Superior de Deportes.

Se da por supuesto que ese artículo 44 sería aplicable únicamente a la pelota vasca y al surf, además de al deporte rural. Pero la novedad ha sido saludada como un cambio de paradigma que consagraría la relación de los vascos con el resto del mundo sin pasar necesariamente por España. Que la redacción del artículo se deba a una enmienda transaccional entre el PNV y el PSOE sugeriría una concesión confederal de lo federal por parte de los socialistas. El apoyo de EH Bildu a ese punto de la norma, a pesar de considerarlo limitado, revela que la izquierda abertzale no quiere despegarse de la «dirección de Estado».

La asociación Euskal Herria Kirola, que aglutina a los deportistas de la comunidad autónoma de Euskadi, de Navarra y del País vasco francés más comprometidos con la reivindicación de selecciones propias, argumenta que la organización del deporte y de sus competiciones corresponde a la iniciativa privada. Desde los Juegos Olímpicos a cualquier campeonato territorial. De modo que los Estados no deberían interferir en su ‘libre determinación’ personal y colectiva. Pero al mismo tiempo señala la existencia de una Euskal Herria invertebrada institucionalmente como el estadio que las organizaciones deportivas podrían superar emulando la conformación de una realidad independiente siquiera simbólicamente. Con lo que contradice su tesis anterior. A no ser que los defensores de las selecciones propias -entendidas como de Euskal Herria- pasasen a defender con el mismo ahínco que los deportistas de Euskadi, de Navarra y del País Vasco francés puedan entender como propia la selección española, la gala o la navarra.

El artículo 44 de la Ley del Deporte posibilitaría una selección de pelota de Euskadi y otra de Navarra, sin que su existencia anulara la posibilidad de una selección española de pelota vasca, y que hubiese pelotaris vascos y navarros en ella. Aunque la literalidad del referido artículo 44 permitiría también que una selección de Euskadi de fútbol -deporte con amplio arraigo histórico y social aquí- pudiera competir a nivel internacional si UEFA y FIFA admitieran su concurso y fuese acordado con el Consejo Superior. La Ley del Deporte no supone avance alguno en términos de autogobierno. Mientras el Estatuto de Gernika, cuyo aniversario volvió a pasar desapercibido el 25 de octubre, sigue siendo el único pendiente de actualización.