IGNACIO CAMACHO-ABC
El PSOE de Sánchez ofrece una confusa mezcla de radicalidad dogmática, suficiencia petulante y adanismo inexperto
EL PSOE de Pedro Sánchez –porque aún existe otro aunque le queda poco tiempo– ha organizado una Escuela de Gobierno a la que no ha asistido la mayoría de los dirigentes socialistas que han gobernado y algunos muy relevantes de entre los que aún gobiernan. Es decir, que como mínimo la dicha escuela ha carecido en buena medida del ascendiente de la experiencia y ha evidenciado hasta qué punto muchas de las heridas del partido siguen abiertas. Hay una parte de la socialdemocracia clásica, la tardofelipista para entendernos, que mantiene con el actual líder una distancia manifiesta; se trata de una porción minoritaria de la organización, Andalucía aparte, pero representa a una significativa corriente del voto de centro-izquierda. Su ausencia voluntaria pone de relieve que el sanchismo no logrará acercarse a la mayoría social hasta que no acierte –o más bien acceda– a integrar en su proyecto a esa tendencia cuya importancia cualitativa en el mercado electoral es demasiado influyente para tenerla descontenta.
Episodios como el de la pasada semana en el Congreso, a propósito de la prisión permanente revisable, demuestran que a este PSOE no le sobra talento. Muchos votantes y no pocos cuadros quedaron abochornados por la innecesaria e inoportuna acritud con que su portavoz en el debate abroncó a las víctimas de crímenes espantosos sin delicadeza ni miramiento. Un partido que aspira a regresar al poder no puede exhibir tan escasa empatía con los sentimientos de la sociedad ni desdeñar de ese modo el desconsuelo ajeno: justamente lo que en otros aspectos los propios socialistas reprochan al Gobierno. No se trata sólo de una desafortunada cuestión puntual sino de un alarmante síntoma de desorientación, de falta de perspicacia, de desconcierto, de una soberbia incomprensible en una fuerza política necesitada de ganar confianza y respeto. Y que no lo logrará mientras los ciudadanos aprecien en ella una patente falta de dirección, de liderazgo y de criterio, una confusa mezcla de radicalidad dogmática, suficiencia petulante y adanismo inexperto.
Ese ostensible déficit de madurez y de responsabilidad requiere, en efecto, de una cierta pedagogía interna que instruya en el sentido de Estado a los bisoños componentes de la nueva dirigencia. Y eso no lo va a conseguir Sánchez sin atraerse la colaboración de quienes tienen demostrada en la cosas de la gobernanza una razonable destreza y conocen el papel estabilizador que la socialdemocracia ha desempeñado en circunstancias históricas complejas. Para ser alternativa al centro derecha –donde Ciudadanos le está birlando votos moderados a espuertas– el Partido Socialista necesita, más que una impetuosa renovación completa, la suma de todas las voluntades que puedan aportar masa crítica de inteligencia. Escuchar a los que saben en vez de dejarlos fuera. Y salir de la guardería antes de ir a la escuela.