EL CONFIDENCIAL 14/12/12
Antonio Robles
«¿Qué piensa hacer, poner un guardia civil en cada aula?».
La suficiencia del nacionalismo contra el ministro de Educación deja en evidencia el desprecio que destila por cualquier institución democrática ajena a sus convicciones. El círculo lo cerraba hoy Pilar Rahola en su columna de La Vanguardia. La frase había salido en los medios, la repitieron políticos nacionalistas y volvía a la prensa. Así se escribe la historia en Cataluña, periodistas y políticos podrían ser intercambiados y nadie se daría cuenta.
En este caso, sin embargo, exponen una evidencia: los maestros nacionalistas son los guardianes de las esencias étnicas y lingüísticas, el verdadero ejército de la construcción nacional de Cataluña. Si ya es difícil hacer cumplir ley y sentencias a los políticos nacionalistas, más aún será hacer entender a estos funcionarios de la construcción nacional que su labor es instruir en el conocimiento, no adoctrinar en el alma de la patria.
Razones tienen para estar tan seguros de sus maestros, pero esa misma seguridad nos desvela a los demás que su labor ha sido y es de adoctrinamiento. La oposición al ministro es mera disculpa para seguir haciéndolo sin impedimento alguno.
Ese lapsus linguae es idéntico al que sufrió ayer Duran i Lleida en el Congreso de los Diputados:
En esta escuela catalana muchas veces la lengua mayoritaria en el patio sigue siendo, lamentablemente, el castellano…
Se les entiende todo: el problema no son los infundados ataques a la escuela catalana, sino que los niños sigan utilizando el castellano.
¿Qué broma es esta de que el anteproyecto de Wert es el peor ataque que ha recibido el catalán desde la dictadura de Franco, como dijera Duran i Lleida y corearan los medios nacionalistas? ¿Cómo puede ser un ataque a la enseñanza del catalán la pretensión de introducir la enseñanza en castellano en un sistema donde todo se da en catalán? Si es un ataque a la escuela catalana no dar todas las asignaturas en catalán, ¿cómo catalogar un sistema donde no se da ninguna en castellano desde hace treinta años?
Digan las cosas por su nombre: ustedes quieren expulsar al castellano de la vida social y antes necesitan expulsarlo de las aulas. Ustedes quieren arrancar de cuajo la inclinación sentimental de los niños hacia el idioma que traen de casa.
Son unos farsantes, mienten, nadie ataca al catalán y lo saben; y cuando ven que la ley les cerca y sus mentiras no son suficientes, montan el numerito de la insurrección en el Congreso de los Diputados y firman pactos en Barcelona contra la Constitución. Ahí demuestran su verdadera faceta totalitaria. Sólo respetan la ley cuando les conviene, como todo jodido fascista. Niños consentidos, tigres de papel, viven de la insurrección mediática y de envenenar los sentimientos de la gente. Puros farsantes.
¿Cómo puede perjudicar en nada a la enseñanza del castellano o el catalán un sistema donde ambas son lenguas docentes? ¿Qué mejor modelo para enseñar el respeto mutuo que aquel que lleve a la normalidad de las aulas lo que ha de respetarse fuera de ellas?
Lo más patético es que el ministro Wert ni siquiera pretende que se cumplan las sentencias judiciales que obligan a la Generalitat a introducir como lengua vehicular el castellano, junto al catalán, en la proporción que estimen las instituciones autonómicas; sólo garantizar el recurso a escuelas privadas a los padres que pidan la enseñanza en castellano. Ni siquiera cuestiona la inmersión, y se disculpa de que su anteproyecto no vaya contra ella. Una verdadera prevaricación por parte del ministro. El Tribunal Supremo, por sexta vez consecutiva, ha sentenciado que en las aulas ni catalán ni castellano pueden ser lenguas exclusivas ni excluyentes. La cobardía del ministro les otorga la hegemonía en el lenguaje, legitima la inmersión que el TC y el TS han declarado ilegal y obliga a las familias a pedir judicialmente un derecho fundamental que las instituciones deberían garantizarles sin pedirlo. Y encima le dan estopa. Merecido se lo tiene por manso.
No servirá de nada su tibieza, ni aplacará la ira nacionalista su cobardía. El nacionalismo no es razonable ni busca el consenso, sólo la consecución de sus fines. Y el ministro sin enterarse. Con lo que ha llovido…